Todos hemos venido a triunfar, “a ser felices”, a prepararnos para, llegado el momento, nuestro momento, “romperla”, “dar la patá a la lata”…
Aprovechados esos momentos, siempre habrán los que sumidos en el profundo dolor de sus derrotas, nos llamen de todos los adjetivos posibles, lo que no quiere decir que lleven mucha razón en ello, dado que la mayoría de esos insultos son originados por la ira.
Anoche y hoy temprano llamé a una tal Adriana, ella me dejó un mensaje en mi teléfono anoche, muy amoroso, pero hoy no responde ni textos ni llamadas. Sólo me queda esperar que reaparezca. Es terapista de familia. Sufro de ira y esto amenaza con dejarme solo en este mundo, solo hasta el fin de mis días. La ira que me despiertan tantos oportunistas que permanentemente se han pegado a nosotros y cabalgan sobre nuestros lomos en todas partes, hincando las puntas que con paciencia afilaron por siglos, en los costillares de estos dos infelices, trabajadores de 12 horas diarias 7 días a la semana 365 días del año, para que aquellos jinetes vivan triunfalmente todos sus sueños.