revolicos políticos en el Archipiélago cubano.
“(…) Una encuesta realizada en el otoño de 2016 por NORC, en la Universidad de Chicago, brinda un vistazo poco común a la opinión pública cubana. Según la investigación, «los cubanos de más edad tienen doble de probabilidad que los más jóvenes de tener una perspectiva positiva sobre la economía actual. El 23% de los cubanos de 65 años o más dice que la economía es excelente o buena en comparación con 1 de cada 10 cubanos más jóvenes». Esta brecha en expectativas y la rendición de cuentas al gobierno en lo relativo a la economía fue en 2016, antes que la administración Trump eliminara el proceso de normalización de relaciones y el COVID-19 paralizara la ya frágil economía. Podemos esperar una mayor diferencia ahora.
La encuesta Cuba 2020, de la Universidad Internacional de la Florida, proporciona datos sobre las diferencias generacionales en la diáspora. Las personas mayores adoptan políticas aislacionistas de línea dura hacia Cuba, con el 68% de los inmigrantes anteriores a 1995 apoyando las sanciones en comparación con el 54% de otros inmigrantes. La política de máxima presión para promover un cambio de régimen en la Isla tiene 64% de apoyo en inmigrantes de antes de 1995 y un 59% en los que arribaron después. Viejos rencores y traumas personales juegan un papel en este fenómeno, pero también el mito de que un cambio político está a solo un empujón.
La elección presidencial de 2016 catalizó las preferencias políticas de los cubanoamericanos.
La administración Trump creó condiciones propicias para influencers de extrema derecha en las redes sociales, la mayoría de ellos jóvenes, que a su vez lograron nuevos niveles de agitación y movilización política. Las cifras cambiaron drásticamente desde 2016: el anterior 72% de apoyo a las relaciones diplomáticas cayó a un 59% en 2020 y el 34% de apoyo a las sanciones estadounidenses aumentó también a un 59%.
La tendencia de inmigrantes sumándose a las filas demócratas y apoyando la normalización se revirtió. Hoy en día, la maquinaria republicana es extremadamente eficaz reclutando recién llegados a Miami: el 76% de los votantes registrados que entraron entre 2010 y 2015 informaron que se habían registrado como republicanos. Hasta la fecha, el Partido Demócrata muestra poco interés en romper la maquinaria de radicalización de inmigrantes hacia políticas conservadoras.
Una de las conclusiones de la encuesta es que «el Partido Republicano está recibiendo una infusión de nueva energía de los cubanoamericanos recién llegados». Si bien la encuesta de NORC sugirió años antes que la mayoría de cubanos con deseo de migrar a los EE.UU. eran jóvenes y apoyaban la normalización, una vez llegados a la Florida parecen adaptarse rápidamente al contexto político conservador y abrazar la política de máxima presión sobre sus pares en la Isla como un método legítimo. La falta de valores cívicos y democráticos en la educación y la esfera pública cubanas contribuyen a esta carencia de empatía una vez que los cubanos están fuera.
Vulnerabilidades cubanas
La trumpificación de la política estadounidense hacia Cuba y su cruel efecto en la vida cotidiana tuvo un impacto generacional en la Isla. El optimismo y la esperanza en el futuro fueron reemplazados por una inercia pesimista y crecientes esfuerzos de las generaciones más jóvenes para emigrar. El COVID-19 llegó luego para quitarles la esperanza en el presente. El 11 de julio pudimos vislumbrar el descontento y la desesperación de muchos, pero una situación tan vulnerable no está exenta de peligros.
Con más acceso a Internet, muchos jóvenes, en su mayoría de áreas urbanas, están moldeando sus ideas políticas basándose en información proporcionada por amigos y familiares en el extranjero. Esto no sería necesariamente nocivo salvo que muchas veces esta influencia proviene de ciudades como Miami y Madrid, epicentros de políticas conservadoras en Estados Unidos y Europa.
Tales interacciones crean entre los jóvenes la percepción de que la cultura política de la Florida es el paradigma en la política estadounidense o que VOX en España representa la norma europea de desarrollo político y económico. Las ideas socialdemócratas de los países nórdicos o el movimiento por el socialismo democrático en Estados Unidos son rechazadas por las autoridades cubanas y en su mayoría, ignoradas por nuevas generaciones deseosas de incorporarse a las tendencias políticas globales.
Fascinados con las posibilidades de expresión que brindan las redes sociales, los cubanos tienen poca conciencia de los peligros a la democracia y el consenso que representa la interacción digital.
En muchos países vemos cómo las cámaras de eco y las realidades alternativas en Internet contribuyen a ideas preconcebidas y radicalizan aún más a grupos con diferentes inclinaciones políticas y edades. El gobierno cubano se ha centrado en controlar el acceso y la expresión en Internet, primero cortando las redes sociales cuando lo considera necesario y segundo, con el Decreto Ley 35 que prohíbe la difusión de noticias falsas y la incitación a la violencia. El problema es que el frágil estado de derecho cubano permite a las autoridades considerar cualquier cosa como falsa o incitante.
Como el gobierno dependió del liderazgo carismático de Fidel Castro durante décadas, a menudo se ha menospreciado y descartado la ciencia de la comunicación política como una trampa burguesa. Si bien las generaciones mayores mantienen más lealtad al partido, los nuevos líderes comunistas no son particularmente cautivadores para la juventud y, como nunca han necesitado ganarse la opinión pública, les cuesta competir con jóvenes disidentes que son producto de un proceso de selección natural en las redes.
Decirle a la audiencia lo que quiere escuchar, reforzando ideas preconcebidas e imposibilitando cada vez más el consenso nacional, es una práctica común en los extremos políticos. Esta batalla por los corazones y las mentes de los cubanos tiene un público objetivo maduro para la demagogia y sin experiencia en los trucos del populismo. Pese al entusiasmo digital y las oportunidades que brinda Internet para la relevancia individual, las redes sociales ofrecen pocos incentivos para el pensamiento crítico o los matices.
El embargo estadounidense merece una consideración especial al analizar la brecha generacional. Los mayores recuerdan una vida de apoyo soviético y relativa abundancia en Cuba, mientras que los más jóvenes solo conocen la crisis y la eterna justificación del embargo estadounidense. Incluso cuando las sanciones de Estados Unidos no están dirigidas a los funcionarios del gobierno, sino que afectan a todos los ciudadanos cubanos, no todas las edades culpan por igual su sufrimiento al gobierno de los Estados Unidos. Las generaciones más jóvenes que han crecido escuchando constantemente a los funcionarios cubanos culpar al embargo estadounidense son más escépticas ante esta explicación de los males económicos de Cuba.
Muchos jóvenes intelectuales, periodistas y activistas, son conscientes de que usar presión económica para lograr objetivos políticos no es una práctica legítima a los ojos del derecho internacional, pero aún así evitan denunciarlo (o al menos lo hacen con menos frecuencia que las cuestiones internas) para evitar ponerse del lado del Partido Comunista.
Con el tiempo, el abuso del embargo por parte del gobierno cubano para explicar las penurias internas provocó rechazo y subestimación del efecto de las sanciones. Ahora que Estados Unidos continúa enfocándose en provocar mayores penurias entre los cubanos, mencionarlo es como la fábula de Esopo: el gobierno gritó «lobo» con demasiada frecuencia. Los manifestantes del 11 de julio probablemente no vieron mucha responsabilidad de Estados Unidos en sus desgracias.
Podemos encontrar una correlación directa en Cuba entre la escasez económica y el malestar político, lo que explica la determinación de Estados Unidos de continuar con las sanciones masivas contra la nación. Como lo explicó un funcionario del gobierno de Estados Unidos en un famoso memorando de 1960: «El único medio previsible de enajenar el apoyo interno es a través del desencanto y el descontento basado en la insatisfacción y las dificultades económicas».
Los acontecimientos de julio probablemente corroboran e incentivan la táctica de asfixia económica, inhumana e irrespetuosa del derecho internacional como es. La administración Biden carece de una política hacia Cuba, en cambio prioriza su estrategia electoral en Florida para las elecciones de mitad de término en 2022. En la práctica, la administración Trump no ha terminado para los cubanos y la estrategia de cambio de régimen cuenta con la brecha generacional para lograr su objetivo.
Este escenario de mala gestión gubernamental y sanciones externas dificulta determinar dónde termina el embargo y comienza la responsabilidad estatal, una pregunta que solo el fin de las sanciones respondería. Las actividades de cambio de régimen patrocinadas por el gobierno de EEUU también plantean la pregunta: ¿cuánto del 11 de julio fue un hecho doméstico espontáneo y cuánto es producto de factores externos?
Ciertamente, las dificultades económicas prolongadas y el aumento de la radicalización embrutecen el comportamiento sociopolítico y conducen al extremismo violento. Una Cuba desestabilizada, fracturada por ideologías y diferencias generacionales a sólo noventa millas de Estados Unidos es un fenómeno nuevo que podría tener cauces imprevistos.
Hay poco interés en los gobiernos de Estados Unidos y Cuba por hacer el trabajo arduo de cultivar los valores democráticos y la moderación necesaria para el consenso nacional.
Mientras muchos se concentran en la política, otros aprovechan este momento vulnerable en Cuba. Cada día las iglesias evangélicas se expanden y su agenda socialmente conservadora se enfoca en todas las generaciones. Hemos visto históricamente lo que sucede cuando un gobierno comunista comienza a colapsar: la religión llena el vacío ideológico como hizo en los países postsoviéticos. El contribuyente estadounidense ya está ayudando a financiar estas actividades, en la última década Evangelical Christian Humanitarian Outreach for Cuba ha recibido millones de dólares de USAID para proyectos que combinan religión con activismo político.
Recientemente, el gobierno cubano propuso un Código de Familia que legaliza el matrimonio igualitario. Los grupos conservadores y particularmente las iglesias evangélicas se movilizan ya en su contra, tal como hicieron en 2018 cuando obligaron al gobierno a eliminarlo del proyecto de Constitución. En Washington se presta poca atención a que los contribuyentes estadounidenses financien una agenda conservadora anti-LGTBQ+ en Cuba.
Un último factor que contribuye al malestar social es el propio comportamiento del gobierno cubano. Con una población sedienta de cambios, cualquier político decente se embarcaría en un programa de reformas para aumentar el apoyo social. El Partido Comunista ha prometido esos cambios una y otra vez, pero ha cumplido muy poco.
Cuando Raúl Castro asumió el poder en 2008, inició un proceso de reformas limitadas que el pueblo celebró como una señal positiva, pero luego fueron frenadas por la línea dura dentro del partido. El actual presidente Miguel Díaz Canel es vulnerable, carece del poder simbólico (y posiblemente la capacidad o voluntad) de ir mucho más lejos que Raúl Castro. Esta dinámica institucional y el fortalecimiento durante los años de Trump de los ideólogos comunistas formados en la Guerra Fría, disminuyen las posibilidades de cambio interno.
Una señal positiva para recuperar los corazones y las mentes de los cubanos sería tomar un enfoque inclusivo hacia los exiliados cubanos y la oposición, celebrando la unidad nacional en lugar de exacerbar las diferencias políticas. Las autoridades cubanas están haciendo lo contrario, radicalizando aún más a su pueblo y alienando a la juventud que protestó el 11 de julio.
Zeitgeist
Los manifestantes del 11 de julio probablemente se sintieron la vanguardia de la nación. Después de todo, cuando Fidel Castro asaltó el Cuartel Moncada en 1953 con 135 hombres y mujeres, la mayoría de los jóvenes en Santiago de Cuba estaban celebrando el carnaval de verano. Un pequeño grupo definitivamente puede cambiar el curso de la historia de Cuba, como ha sucedido una y otra vez. Pero atribuir representación generacional a un grupo específico o una generación específica significa privar de sus derechos a otros. Los líderes de la Juventud Comunista y los jóvenes disidentes tienen algo en común: ambos afirman ser la voz de la juventud y se consideran a sí mismos el futuro de la nación. Ambos no pueden tener razón.
Los medios estadounidenses se centran en activistas de oposición en las zonas urbanas, dando poca o ninguna voz a los grupos rurales o activistas no opositores. Este comportamiento imita la práctica del gobierno cubano de dar voz solo a sus seguidores. El caso es que Cuba es una nación dividida por generaciones e ideas, algunas a favor y otras en contra del gobierno. Un activista arrestado y abusadoel 11 de julio es Leonardo Negrin, un estudiante socialista de 21 años de La Habana que se opone tanto al embargo estadounidense como a la represión gubernamental de los manifestantes. No obstante, está lejos de ser el luchador por la libertad promedio que imaginan las élites políticas en el Estados Unidos.
La realidad a menudo supera las expectativas y los estereotipos extranjeros sobre Cuba. Entre el extenso metraje de la protesta, podemos encontrar a padres y abuelos. Hay una inclinación a la crítica entre los jóvenes pero la protesta no parece generacional per se, ni puede ser simplificada en sus objetivos y composición social.
La brecha generacional es una realidad, pero es difícil medir qué tan lejos y profundo se extiende. Los comunistas todavía tienen organizaciones juveniles con seguidores, algunos movilizados por interés propio y creencias verdaderas. El futuro del gobierno cubano depende de su capacidad para transformarse y reconstruir el consenso nacional. El primer paso sería reconocer que los cambios son una oportunidad de renovar su mandato, pero el Partido Comunista sigue obtuso.
Con cada generación, las alternativas son más sesgadas y extremas entre la izquierda y la derecha, pero los desafíos que enfrentan los partidarios del gobierno y la oposición siguen siendo los mismos de hace mucho tiempo. Los comunistas son incapaces de combinar su deseo de justicia social con normas democráticas y prosperidad económica. Muchos disidentes no pueden conciliar su búsqueda de libertades individuales en Cuba con la preservación de la soberanía nacional. Irónicamente, el Héroe Nacional José Martí tenía una visión que incluía ambas, las libertades individuales y la independencia, particularmente de Estados Unidos. El hábito de elegir a dedo cuáles libertades y derechos son válidos defender y cuáles no, es un problema nacional.
La oposición gana impulso y la desobediencia social denota diferencias generacionales, pero tiene sus límites. Los críticos al gobierno pueden reclutar eficazmente en la crisis actual, pero parecen depender de la angustia económica para ser efectivos en traer seguidores a su causa. A pesar de las afirmaciones, el 11 de julio no fue planeado por ningún grupo político, sino que fue principalmente una movilización espontánea. Los disidentes hasta ahora han carecido de un plan de gobierno específico; la mayoría de ellos no van más allá de abogar por derrocar al gobierno. Lo que traerá la oposición a la mesa como alternativa al estado comunista es una excelente pregunta, hasta ahora ha habido poco escrutinio en su agenda.
Dada la naturaleza radical de las fuerzas políticas compitiendo en Cuba, ¿qué tan diferente sería reemplazar un gobierno autoritario de izquierda por un gobierno autoritario de derecha? ¿Un burócrata estalinista con un clon de Bolsonaro en el Caribe? ¿Son la extrema derecha y la extrema izquierda las únicas alternativas, o simplemente las más incentivadas en este momento? ¿Cuál es la responsabilidad propia y la de otros en la miseria de los cubanos?
Las diferencias generacionales y el rechazo al Partido Comunista van en aumento, pero no es el caso con los valores democráticos. Distraídos por los eventos del 11 de Julio y el anuncio del 15 de noviembre, los analistas deberían jugar un rol menos propagandístico de las fuerzas políticas en pugna y prestar más atención al comportamiento radical proveniente de ambos extremos, así como la falta de empatía que provoca la polarización. La brecha entre generaciones e ideas no será particularmente útil para construir un consenso democrático en Cuba.
(Texto traducido y revisado del original publicado en el dossier The Road Ahead: Cuba after the July 11 protest, organizado por el Centro de Estudios Latinoamericanos y Latinos de American University en Washington DC
HAROLD CARDENAS LEMA
Analista Político, Editor de LJC, Master en Relaciones Internacionales por la Universidad de Columbia