La visión populista que algunos sectores tienen de la política social se deriva del derroche y la corrupción que se genera cuando los programas no se coordinan en función de objetivos claramente especificados y no existen las instituciones para administrarlos eficientemente.

Aquí encontramos una diferencia fundamental entre el Estado de Bienestar de los países desarrollados y el rentismo: el objetivo del primero es acumular capital social que refuerce la capacidad productiva de la economía; la política social se considera una inversión de largo plazo que se financia a sí misma con los retornos futuros de una fuerza de trabajo saludable, preparada y por tanto productiva.

El rentismo, por su parte, procede de una manera distinta. Su objetivo es extraer el máximo ingreso posible para ser distribuido en función de objetivos políticos. El populismo resultante no refuerza la capacidad productiva ni el capital humano, sino busca movilizar a la población para apoyar al gobierno de turno. El derroche de recursos es el resultado más visible.