«Quien, como yo, crea que los órganos corpóreos y mentales (a excepción de aquellos que no constituyen ni ventaja ni desventaja para el poseedor) de to­dos los seres se han desarrollado por medio de la selección natural o supervi­vencia de los más aptos, así como con el uso o hábito, admitirá que estos ór­ganos han sido concebidos con el fin de que sus poseedores puedan prevalecer en la competencia con otros seres, y de esta forma crecer en número. Ahora bien, un animal puede verse forzado a seguir esta línea de acción, que es la más beneficiosa para la especie, ya sea por medio de sufrimientos tales como el dolor, el hambre, la sed y el temor, o por medio del placer, como el comer y beber, la propagación de la especie, etcétera, o bien por la combinación de ambos medios, como en la búsqueda de alimento. Pero el dolor o el sufri­miento de cualquier clase, si se prolonga mucho tiempo, causa depresión y merma la capacidad de acción, aun cuando sea propicio para hacer que una criatura se proteja de cualquier peligro grande o repentino. Por otra parte, las sensaciones de placer pueden prolongarse mucho tiempo sin ningún efecto depresivo; por el contrario, estimulan todo el sistema para incrementar la ac­ción. Por eso ha sucedido que la mayoría de los seres sensibles se han de­sarrollado de esta manera, por selección natural, y que las sensaciones de pla­cer les sirven de guía habitual. Podemos ver esto en el placer del ejercicio, incluso en ocasiones en que se trata de un gran esfuerzo corporal o intelec­tual, en el de nuestras comidas diarias, y especialmente en el derivado de la sociabilidad de nuestro amor familiar. Apenas me cabe duda de que la suma de tales placeres, que son habituales o que se repiten con frecuencia, propor­ciona a los seres más sensibles un predominio de felicidad sobre la desdicha, . aun cuando muchos de ellos sufran intensamente a veces. Tal sufrimiento es bastante compatible con la creencia en la selección natural, que no es perfec­ta en su acción, sino que tiende sólo a hacer a cada especie lo más apta posi­ble para la lucha por la vida con otras especies, en circunstancias maravillo­samente complejas y cambiantes.»

CHARLES DARWIN

 Autobiografía, 1876