¡Sos un negro culo sucio! -le dice Adriana Bernasconi, en el lenguaje pintoresco y acanallado de los arrabales, de las cantinas, y así terminan tristemente su enamoramiento.

Tiempo después, Ludovico Penacho publica su libro en otra editorial argentina. No es un fenómeno de ventas. Bernasconi no lo exhibe en su librería.

Como es un zorro, Barclays se enamora de otra mujer. La conoce en Lima. La convence para irse a vivir a Miami con él. Deja de visitar Buenos Aires todos los meses. Le dice a Penacho que ya no está enamorado de él. Le dice que ya no son novios ni pareja. Le dice que quiere tener un hijo con su novia en Miami.

Ofuscado, Penacho trama una venganza feroz. Viaja a Lima, ciudad en la que Barclays nació, y se multiplica en las televisiones, dando entrevistas. Acusa a Barclays de ser un monstruo, un sujeto ruin, abyecto, abominable. Alude a él como La Gorda, porque Barclays está subido de peso. Dice que Barclays era la parte pasiva de la relación entre ambos. Alude a él como La Gorda Pasiva. Dice que Barclays era un novio tan egoísta, tan cínico, que, cuando llegaba a visitarlo, se quitaba la ropa, se ponía en cuatro y le decía, en tono imperioso, suplicante:

-Ludovico, sos mi jinete, soy tu yegua, cabálgame.

En medio de esa viciosa guerrilla mediática contra su exnovio, Ludovico Penacho se hace íntimo amigo de otro enemigo de Barclays, el periodista peruano Bonifacio Antimonio Pajuela. Barclays ya no recuerda por qué Bonifacio Antimonio Pajuela lo odia tanto. Pero Pajuela tiene un programa de televisión y, siempre que puede, derrama veneno contra Barclays.

Entonces Ludovico Penacho y Bonifacio Antimonio Pajuela, unidos por la quemante animosidad a Barclays, viajan a Buenos Aires, visitan a la librera Adriana Bernasconi y la convencen para grabar un reportaje de televisión. En efecto, graban el reportaje. El periodista Bonifacio Antimonio Pajuela, una vez encendidas las cámaras, le pregunta a la librera Bernasconi por el escritor Barclays:

-Es un escritor fracasado -dice ella-. No vende nada. Por eso no tenemos sus libros.

-¿Pero antes los tenían? -interviene Penacho.

-Sí, antes teníamos sus primeras novelas -concede Bernasconi-. Pero como no vendían nada, ya no pedimos los libros de ese escritor. Es un escritor de cuarta.

-¿Cuántos libros de Barclays vendían al año? -insiste el periodista Bonifacio Antimonio Pajuela.

-Nada -dice Bernasconi-. Casi nada.

-¿Mil libros al año? -pregunta Bonifacio Antimonio Pajuela.

-¡No! -se ríe Bernasconi-. ¡Mucho menos!

-¿Cien libros al año?

-¡No, qué va! ¡Mucho menos!

-¿Cincuenta libros al año?

-¡Menos, menos!

-¿Cuántos entonces?

-Yo creo que vendíamos diez libros de Barclays al año -dice, maliciosa, zorra, Adriana Bernasconi.

Luego remata:

-¡Pero eran los que él mismo compraba cuando venía a esta librería!

Los tres estallan en grandes risotadas de complicidad. El reportaje se emite en las televisiones de Lima, provocando ecos y revuelos, resonancias y escándalos, chismes y comidillas, y los tres conspiradores sienten que han destruido la carrera literaria del zorro Barclays.

Para sobrevivir, Barclays se convierte en erizo, tensa sus púas y se enrosca en un rincón, evitando contestarles a Adriana Bernasconi, a Ludovico Penacho y a Bonifacio Antimonio Pajuela.

-Todo esto pasará -piensa-. Pasan los escándalos. Quedan los libros. La mejor revancha es seguir escribiendo.

Tiempo después, Adriana Bernasconi publica una novela sobre su abuela española. Barclays la lee. Le parece un libro maravilloso, una pequeña obra maestra. La novela es un éxito de ventas y de crítica en la Argentina y en España. Barclays se alegra de que su examiga sea ahora una escritora de éxito.

-Lástima que nos peleamos por la novela de Ludovico -piensa.

Pasan los meses, pasan los años. Como es una escritora de éxito, Adriana Bernasconi se muda a Madrid. Como es una librera talentosa y emprendedora, abre una librería preciosa en el centro de Madrid. Es un éxito. Ahora triunfa como escritora y como librera al mismo tiempo. Y en Madrid, nada menos.

Barclays irá pronto a Madrid, a la feria del libro en el parque del Retiro. Se pregunta si debe visitar la librería de Adriana Bernasconi en el centro de la ciudad. Se pregunta si debe saludarla con cariño. Se pregunta si debe ser un zorro o un erizo con ella. La visitaré, piensa. Me arriesgaré a que me eche de su librería, a que me diga “negro culo sucio”. Seré un zorro con ella. Y, si me trata con aspereza, seré un erizo y me iré rodando como una bola de púas por la calle Mayor.

Bayly hoy: https://elfrancotirador.com/rodare-como-una-bola-de-puas-por-la-calle-mayor/