No se debe confundir conservadurismo religioso con fundamentalismo religioso. Sin embargo, hay una línea delgadísima que los separa. No son necesariamente iguales, aunque en algunos órdenes pueden coincidir y se confunden. El conservadurismo permite interpretaciones contextuales de sus textos sagrados, en ciertos órdenes de la reflexión teológica.

Es decir, hay posturas conservadoras en la religión que pueden tener interpretaciones bien estructuradas sobre un asunto tan complicado desde el punto de vista teológico y conceptual, como puede ser el problema de la trinidad. Estas no hacen necesariamente una lectura literal de la Biblia para entender la trinidad, sino que le procuran una explicación, una interpretación, en relación a su tradición teologal o denominacional.

Puede manifestarse también en torno a la presunta santidad de María, la madre de Jesús (en el mundo cristianismo, y católico en particular, ahí donde María tiene seguidores). Son tradicionales lecturas diversas sobre la naturaleza sagrada de la Madre de Jesús, en ese orden permiten interpretaciones de textos o tradiciones orales u escritas. Pero cuando se trata de principios de la fe, o de postulados de orden moral, por ejemplo, pueden ser muy conservadoras, muy defensoras de la llamada tradición.

Para ese tipo de presupuestos, no necesariamente de carácter teológico sino de representación funcional de su «orden» dentro de la comunidad religiosa, e incluso, con la pretensión de que se asuman fuera de ellas; son defensores de las actitudes que presuntamente vindican los textos sagrados, o por el contrario, en el caso del catolicismo —donde es muy común el conservadurismo, no así el fundamentalismo (aunque tiene presencia)—, el respeto a la palabra de las figuras más significativas de esta Iglesia, como pueden ser el Papa, los obispos etc.

El conservadurismo se evidencia cuando se procura conservar ciertas normas o tradiciones que la institución religiosa considera que no son cuestionables. Esto se dirige en lo fundamental al mantenimiento de conductas morales, a la conservación de ciertas estructuras sociales o políticas con las que estas instituciones religiosas conservadoras se pueden sentir identificadas, o a la preservación de principios que consideren inviolables.

Las posturas del conservadurismo siempre están en el fundamentalismo, de una manera u otra. Lo que distingue al fundamentalismo es que, además, no permite ninguna interpretación de los textos sagrados. Exige siempre una lectura literal de esos textos como ya se explicó, y demanda que la comunidad religiosa deba actuar y operar desde esa lectura.  

Todo esto demuestra que frente a «desafíos» como las posibles transformaciones legales en la forma que se entienden la familia, sus funciones y responsabilidades dentro de la sociedad —cambios que inevitablemente alteran el viejo deber ser de la «tradición»—;  u otras movilidades en el orden social o político que «trastornen» lo establecido por estas instituciones, y no necesariamente hayan asumido las subjetividades de la totalidad de sus miembros, sus líderes se lanzarán a «controlar el rebaño». 

Procurarán que se asuman tales cambios como agravios, no solo en el orden de la fe, sino presentándolos como dislocación absoluta de lo que hemos sido como pueblo. Actitud vista por la historia de la humanidad una y otra vez, como si fuese ley el eterno retorno.

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Publicado hoy en jovencuba.com

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