EN MEDIO DE ESTAS TORMENTAS ya empiezan a haber rupturas en sus filas. Ya sale uno diciendo que el NO es fidel:
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Fidel pudo explicarlo un montón de veces. Él solía explicar mucho y casi siempre convencer. Yo no me enteré. No tengo por qué haberme enterado de todas las explicaciones que Fidel dio en su vida política. Fidel tendría sus razones como estadista. (A lo mejor si las escucho, en su contexto, las entiendo) Pero yo no soy Fidel ni soy político por suerte para este país, supongo.
Pienso que una cosa es el restablecimiento de relaciones diplomáticas como un camino de distensión y coexistencia pacífica, y otra cosa es solicitar ayuda o aceptarla de tu enemigo en el climax de la guerra que te impone.
Si un gobierno de los Estados Unidos da pasos -como los intentó dar Keneddy, antes de que lo mataran, o lo dieron Carter u Obama- en la dirección correcta, yo pudiera entender que aceptáramos un ofrecimiento de ayuda aun cuando esa «ayuda» sería necesariamente, entre otras causas, por la propia agresión. Pero sucede que Bush jr, como ahora Biden, han sido de los presidentes norteamericanos más virulentos -además de estúpidos- contra el pueblo cubano y, en el caso de Biden, hipócrita y mentiroso. ¿Le voy a solicitar ayuda a ese precisamente? Como sea que lo acomode, lo veo indigno.
Pero como dije antes: ¿Qué tanta chiveta con que este mero opinante -al que no le hace mucho caso ni su perrita Isis- no esté de acuerdo con las decisiones de un gobierno que solo me ha convocado a dos o tres referemdum en toda mi vida?’
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Ese fue Giordan, que ahora tiene un blog que hereda los comentaristas del que antes fuera de Silvio Rodriguez Dominguez (SegundaCita.blogspot.com https://segundacita.blogspot.com/2022/08/aqui-continua-otra-cita.html
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…pero un simple ciudadano que piensa con cabeza propia. Este es de los pocos miles que quedan, quedan!, convencidos de esas “razones”.
Y así mismo son mis padres y mi abuelo. Se asoman al abismo de lo vivido, de las “agresiones” imperiales, de los que estamos en la acera de enfrente, etc. y se espantan, caen en ataque de pánico con estrés postraumático y recuerdos vividos de una Cuba corrupta y desigual, aún peor que la actual, la Cuba que le machacaron por mas de 64 años que era el vertedero de lindezas de cuanto imperio campeaba por el mundo en los primero 60 años del siglo pasado. Como si luego de 1959 no continuaríamos siendo eso mismo.
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Creo que Benito Besada redacto ese documento
«No importa la suerte que corramos, Benny, estas verdades había que decirlas» —le respondió Fidel a su amigo santaclareño Benito Besada, abogado como él y compañero de estudios de la universidad, apenas un minuto después de finalizar su vibrante alegato de autodefensa.
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Ese alegato, ¿Lo escribio Fidel o alguien le dio una manito?
El tio tenia la maña de «asesorarse» de otros. Un parrafito mio que me salio lindo una vez lo metio en uno de sus discursos. Se sabe que firmo como suyo un libro de Economia mundial realizado por un equipo del CIEI y del CEEM
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Es posible, pero también tenía mucha labia. Recuerda sus interminables e improvisados discursos. El caso de ¨La historia me absolverá¨, si fue leída, es sumamente probable que se la hayan escrito.
Pero eso es común. Cuando trabajaba en eicisoft durante mucho tiempo estuve relacionado con el Ameijeras pues hacía programas de apoyo para cirugía maxilofacial y radiología. Supe que muchos escritos médicos eran escritos por estudiantes o médicos jovenes y una vaca sagrada de gran prestigio (no voy a decir el nombre) agregaba su nombre como principal autor, aunque no había escrito ni una línea) para que el trabajo fuera tomado en cuenta. Y casi ningún personaje célebre escribe su ¨auto¨ biografía.
Es bien conocido (no es nada secreto) que los presidentes de Estados Unidos tienen a alguien que les redacta sus discursos,, Hasta se conoce quién es, Stephen Miller, por ejemplo, escribía los discursos de Tyump.
Biden también lo tiene, pero el problema con él es que ni siquiera es capaz de leer del teleprompter sin meter la pata a menudo.
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Segun cuenta la historia, La historia me absolverá, la escribió el cagalitroso cuando estaba encerrado en Isla de pinos, asi que de lo que escribió a lo que dijo realmente en su alegato, como dicen: del dicho al hecho va un gran trecho. De este inventa historias, como le hizo a Mattew en la Sierra, se puede esperar cualquier cosa. solo recordar que siendo de Oriente fue el unico que se perdió y llego tarde?? El pobre no pudo hacer nada en el ataque al Moncada y solo retirarse a las lomas, donde a los pocos días lo cogieron durmiendo como un cerdo. Por desgracia para los cubanos el sargento Sarria lo salvo de que no lo ajusticiaran allí mismo. Nos hubiéramos evitado mas de 63 años de destrucción, crímenes y asesinatos de esos mafiosos.
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Para eso, yo sali de Cuba, para en lugar de trabajar, pasarmela en una piscina acompañado de una hembrota como la que tiene el nieto de Fidel y colgar las fotos en las redes sociales para hacer rabiar a los mas turbados. Ja ja ja.
Mi colombiana no esta ni remotamente asi de rica, pero coge mas sabroso que ninguna otra mujer que he tenido el gusto de conocer.
Le ofreci el paraiso en la tierra para las mujeres que no piquen demasiado alto. Que se mude conmigo. Pago el alquiler de un apartamento moderno y confortable, luz, agua, internet. Le compro ropa, comida y si no quiere cocinar, comeremos fuera.
Le ofreci $250.00 de estipendio para empezar.
Dice por ahora que soy muy mujeriego y que no quiere hacerse ilusiones. Ja ja ja.
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Le mande esa foto del nieto de Fidel y la nota «para eso se hizo la revolucion» a una comunista que vive en Quito. Ja ja ja. Me gusta joderlos un poco.
Cuando la lea, la vuelvo a bloquear
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Señores magistrados:
Preparense para un derroche de histeria e histrionismo con el que espero llevar a feliz término una gran robolucion.
Nunca un abogado ha tenido que ejercer su oficio en tan difíciles condiciones: nunca contra un acusado se había cometido tal cúmulo de abrumadoras irregularidades. Uno y otro, son en este caso la misma persona. Como abogado, no ha podido ni tan siquiera ver el sumario y, como acusado, hace hoy setenta y seis días que está encerrado en una celda solitaria, total y absolutamente incomunicado, por encima de todas las prescripciones humanas y legales.
Quien está hablando aborrece con toda su alma la vanidad pueril y no están ni su ánimo ni su temperamento para poses de tribuno ni sensacionalismo de ninguna índole. Si he tenido que asumir mi propia defensa ante este tribunal se debe a dos motivos. Uno: porque prácticamente se me privó de ella por completo; otro: porque sólo quien haya sido herido tan hondo, y haya visto tan desamparada la patria y envilecida la justicia, puede hablar en una ocasión como ésta con palabras que sean sangre del corazón y entrañas de la verdad.
No faltaron compañeros generosos que quisieran defenderme, y el Colegio de Abogados de La Habana designó para que me representara en esta causa a un competente y valeroso letrado: el doctor Jorge Pagliery, decano del Colegio de esta ciudad. No lo dejaron, sin embargo, desempeñar su misión: las puertas de la prisión estaban cerradas para él cuantas veces intentaba verme; sólo al cabo de mes y medio, debido a que intervino la Audiencia, se le concedieron diez minutos para entrevistarse conmigo en presencia de un sargento del Servicio de Inteligencia Militar. Se supone que un abogado deba conversar privadamente con su defendido, salvo que se trata de un prisionero de guerra cubano en manos de un implacable despotismo que no reconozca reglas legales ni humanas. Ni el doctor Pagliery ni yo estuvimos dispuestos a tolerar esta sucia fiscalización de nuestras armas para el juicio oral. ¿Querían acaso saber de antemano con qué medios iban a ser reducidas a polvo las fabulosas mentiras que habían elaborado en torno a los hechos del cuartel Moncada y sacarse a relucir las terribles verdades que deseaban ocultar a toda costa? Fue entonces cuando se decidió que, haciendo uso de mi condición de abogado, asumiese yo mismo mi propia defensa.
Esta decisión, oída y trasmitida por el sargento del SIM, provocó inusitados temores; parece que algún duendecillo burlón se complacía diciéndoles que por culpa mía los planes iban a salir muy mal; y vosotros sabéis de sobra, señores magistrados, cuántas presiones se han ejercido para que se me despojase también de este derecho consagrado en Cuba por una larga tradición. El tribunal no pudo acceder a tales pretensiones porque era ya dejar a un acusado en el colmo de la indefensión. Ese acusado, que está ejerciendo ahora ese derecho, por ninguna razón del mundo callará lo que debe decir. Y estimo que hay que explicar, primero que nada, y qué se debió la feroz incomunicación a que fui sometido; cuál es el propósito al reducirme al silencio; por qué se fraguaron planes; qué hechos gravísimos se le quieren ocultar al pueblo; cuál es el secreto de todas las cosas extrañas que han ocurrido en este proceso. Es lo que me propongo hacer con entera claridad.
Vosotros habéis calificado este juicio públicamente como el más trascendental de la historia republicana, y así lo habéis creído sinceramente, no debisteis permitir que os lo mancharan con un fardo de burlas a vuestra autoridad. La primer sesión del juicio fue el 21 de septiembre. Entre un centenar de ametralladoras y bayonetas que invadían escandalosamente la sala de justicia, más de cien personas se sentaron en el banquillo de los acusados. Una gran mayoría era ajena a los hechos y guardaba prisión preventiva hacía muchos días, después de sufrir toda clase de vejámenes y maltratos en los calabozos de los cuerpos represivos; pero el resto de los acusados, que era el menor número, estaban gallardamente firmes, dispuestos a confirmar con orgullo su participación en la batalla por la libertad, dar un ejemplo de abnegación sin precedentes y librar de las garras de la cárcel a aquel grupo de personas que con toda mala fe habían sido incluidas en el proceso. Los que habían combatido una vez volvían a enfrentarse. Otra vez la causa justa del lado nuestro; iba a librarse contra la infamia el combate terrible de la verdad. ¡Y ciertamente que no esperaba el régimen la catástrofe moral que se avecinaba!
¿Cómo mantener todas su falsas acusaciones? ¿Cómo impedir que se supiera lo que en realidad había ocurrido, cuando tal número de jóvenes había ocurrido, cuando tal número de jóvenes estaban dispuestos a correr todos los riesgos: cárcel, tortura y muerte, si era preciso, por denunciarlo ante el tribunal?
En aquella primera sesión se me llamó a declarar y fui sometido a interrogatorio durante dos horas, contestando las preguntas del señor fiscal y los veinte abogados de la defensa. Puede probar con cifras exactas y datos irrebatibles las cantidades de dinero invertido, la forma en que se habían obtenido y las armas que logramos reunir. No tenía nada que ocultar, porque en realidad todo había sido logrado con sacrificios sin precedentes en nuestras contiendas republicanas. Hablé de los propósitos que nos inspiraban en la lucha y del comportamiento humano y generoso que en todo momento mantuvimos con nuestros adversarios. Si pude cumplir mi cometido demostrando la no participación, ni directa ni indirecta, de todos los acusados falsamente comprometidos en la causa, se lo debo a la total adhesión y respaldo de mis heroicos compañeros, pues dije que ellos no se avergonzarían ni se arrepentirían de su condición de revolucionarios y de patriotas por el hecho de tener que sufrir las consecuencias. No se me permitió nunca hablar con ellos en la prisión y, sin embargo, pensábamos hacer exactamente lo mismo. Es que, cuando los hombres llevan en la mente un mismo ideal, nada puede incomunicarlos, ni las paredes de una cárcel, ni la tierra de los cementerios, porque un mismo recuerdo, una misma alma, una misma idea, una misma conciencia y dignidad los alienta a todos.
Desde aquel momento comenzó a desmoronarse como castillo de naipes el edificio de mentiras infames que había levantado el gobierno en torno a los hechos, resultando de ello que el señor fiscal comprendió cuán absurdo era mantener en prisión intelectuales, solicitando de inmediato para ellas la libertas provisional.
Terminadas mis declaraciones en aquella primera sesión, yo había solicitado permiso del tribunal para abandonar el banco de los acusados y ocupar un puesto entre los abogados defensores, lo que, en efecto, me fue concedido. Comenzaba para mí entonces la misión que consideraba más importante en este juicio: destruir totalmente las cobardes calumnias que se lanzaron contra nuestros combatientes, y poner en evidencia irrebatible los crímenes espantosos y repugnantes que se habían cometido con los prisioneros, mostrando ante la faz de la nación y del mundo la infinita desgracia de este pueblo, que está sufriendo la opresión más cruel e inhumana de toda su historia.
La segunda sesión fue el martes 22 de septiembre. Acababan de prestar declaración apenas diez personas y ya había logrado poner en claro los asesinatos cometidos en la zona de Manzanillo, estableciendo específicamente y haciéndola constar en acta, la responsabilidad directa del capitán jefe de aquel puesto militar. Faltaban por declarar todavía trescientas personas. ¿Qué sería cuando, con una cantidad abrumadora de datos y pruebas reunidos, procediera a interrogar, delante del tribunal, a los propios militares responsables de aquellos hechos? ¿Podía permitir el gobierno que yo realizara tal cosa en presencia del público numeroso que asistía a las sesiones, los reporteros de prensa, letrados de toda la Isla y los líderes de los partidos de oposición a quienes estúpidamente habían sentado en el banco de los acusados para que ahora pudieran escuchar bien de cerca todo cuanto allí se ventilara? ¡Primero dinamitaban la Audiencia, con todos sus magistrados, que permitirlo!
Idearon sustraerme del juicio y procedieron a ellos manu militari. El viernes 25 de septiembre por la noche, víspera de la tercera sesión, se presentaron en mi celda dos médicos sesión, se presentaron en mi celda dos médicos del penal; estaban visiblemente apenados: «Venimos a hacerte un reconocimiento» —me dijeron. «¿Y quién se preocupa tanto por mi salud?» —les pregunté. Realmente, desde que los ví había comprendido el propósito. Ellos no pudieron ser más caballeros y me explicaron la verdad: esa misma tarde había estado en la prisión el coronel Chaviano y les dijo que yo «le estaba haciendo en el juicio un daño terrible al gobierno», que tenían que firmar un certificado donde se hiciera constar que estaba enfermo y no podía, por tanto, seguir asistiendo a las sesiones. Me expresaron además los médicos que ellos, por su parte, estaban dispuestos a renunciar a sus cargos y exponerse a las persecuciones, que ponían el asunto en mis manos para que yo decidiera. Para mí era duro pedirles a aquellos hombres que se inmolaran sin consideraciones, pero tampoco podía consentir, por ningún concepto, que se llevaran a cabo tales propósitos. Para dejarlo a sus propias conciencias, me limité a contestarles: «Ustedes sabrán cuál es su deber; yo sé bien cuál es el mío.»
Ellos, después que se retiraron, firmaron el certificado; sé que lo hicieron porque creían de buena fe que era el único modo de salvarme al vida, que veían en sumo peligro. No me comprometí a guardar silencio sobre este diálogo; sólo estoy comprometido con la verdad, y si decirla en este caso pudieran lesionar el interés material de esos buenos profesionales, dejo limpio de toda duda su honor, que vale mucho más. Aquella misma noche, redacté una carta para este tribunal, denunciando el plan que se tramaba, solicitando la visita de dos médicos forenses para que certificaran mi perfecto estado de salud y expresándoles que si, para salvar mi vida, tenían que permitir semejante artimaña, prefería perderla mil veces. Para dar a entender que estaba resuelto a luchar solo contra tanta bajeza, añadí a mi escrito aquel pensamiento del Maestro: «Un principio justo desde el fondo de una cueva puede más que un ejército». Ésa fue la carta que, como sabe el tribunal, presentó la doctora Melba Hernández, en la sesión tercera del juicio oral del 26 de septiembre. Pude hacerla llegar a ella, a pesar de la implacable vigilancia que sobre mí pesaba. Con motivo de dicha carta, por supuesto, se tomaron inmediatas represalias: incomunicaron a la doctora Hernández, y a mí, como ya lo estaba, me confinaron al más apartado lugar de la cárcel. A partir de entonces, todos los acusados eran registrados minuciosamente, de pies a cabeza, antes de salir para el juicio.
Vinieron los médicos forenses el día 27 y certificaron que, en efecto, estaba perfectamente bien de salud. Sin embargo, pese a las reiteradas órdenes del tribunal, no se me volvió a traer a ninguna sesión del juicio. Agréguese a esto que todos los días eran distribuidos, por personas desconocidas, cientos de panfletos apócrifos donde se hablaba de rescatarme de la prisión, coartada estúpida para eliminarme físicamente con pretexto de evasión. Fracasados estos propósitos por la denuncia oportuna de amigos y alertas y descubierta la falsedad del certificado médico, n les quedó otro recurso, para impedir mi asistencia al juicio, que el desacato abierto y descarado…
Caso insólito el que se estaba produciendo, señores magistrados: un régimen que tenía miedo de presentar a un acusado ante los tribunales; un régimen de terror y de sangre, que se espantaba ante la convicción moral de un hombre indefenso, desarmado, incomunicado y calumniado. Así, después de haberme privado de todo, me privaban por último del juicio donde era el principal acusado. Téngase en cuenta que esto se hacía estando en plena vigencia la suspensión de garantías y funcionando con todo rigor la Ley de Orden Público y la censura de radio y prensa. ¡Qué crímenes tan horrendos habrá cometido este régimen que tanto temía la voz de un acusado!
Debo hacer hincapié en actitud insolente e irrespetuosa que con respecto a vosotros han mantenido en todo momento los jefes militares. Cuantas veces este tribunal ordenó que cesara la inhumana incomunicación que pesaban sobre mí, cuantas veces ordenó que se respetasen mis derechos más elementales, cuantas veces demandó que se me presentara a juicio, jamás fue obedecido; una por una, se desacataron todas sus órdenes. Peor todavía: en la misma presencia del tribunal, en la primera y segunda sesión, se me puso al lado una guardia perentoria para que me impidiera en absoluto hablar con nadie, ni aun en los momentos de receso, dando a entender que, no ya en la prisión, sino hasta en la misma Audiencia y en vuestra presencia, no hacían el menor caso de vuestras disposiciones. Pensaba plantear este problema en la sesión siguiente como cuestión de elemental honor para el tribunal, pero… ya no volví más. Y si a cambio de tanta irrespetuosidad nos traen aquí para que vosotros nos enviéis a la cárcel, en nombre de una legalidad que únicamente ellos y exclusivamente ellos están violando desde el 10 de marzo, harto triste es el papel que os quieren imponer. No se ha cumplido ciertamente en este caso ni una sola vez la máxima latina: cedant arma togae. Ruego tengáis muy en cuenta esta circunstancia.
Más, todas las medidas resultaron completamente inútiles, porque mis bravos compañeros, con civismo sin precedentes, cumplieron cabalmente su deber.
«Sí, vinimos a combatir por la libertad de Cuba y no nos arrepentimos de haberlo hecho», decían uno por uno cuando eran llamados a declarar, e inmediatamente, con impresionante hombría, dirigiéndose al tribunal, denunciaban los crímenes horribles que se habían cometido en los cuerpos de nuestros hermanos. Aunque ausente, pude seguir el proceso desde mi celda en todos sus detalles, gracias a la población penal de la prisión de Boniato que, pese a todas las amenazas de severos castigos, se valieron de ingeniosos medios para poner en mis manos recortes de periódicos e informaciones de toda clase. Vengaron así los abusos e inmoralidades del director Taboada y del teniente supervisor Rosabal, que los hacen trabajar de sol a sol, construyendo palacetes privados, y encima los matan de hambre malversando los fondos de subsistencia.
A medida que se desarrolló el juicio, los papeles se invirtieron: los que iban a acusar salieron acusados, y los acusados se convirtieron en acusadores. No se juzgó allí a los revolucionarios, se juzgó para siempre a un señor que se llama Batista… ¡Monstrum horrendum!… No importa que los valientes y dignos jóvenes hayan sido condenados, si mañana el pueblo condenará al dictador y a sus crueles esbirros. A Isla de Pinos se les envió, en cuyas circulares mora todavía el espectro de Castells y no se ha apagado aún el grito de tantos y tantos asesinados; allí han ido a purgar, en amargo cautiverio, su amor a la libertad, secuestrados de la sociedad, arrancados de sus hogares y desterrados de la patria. ¿No creéis, como dije, que en tales circunstancias es ingrato y difícil a este abogado cumplir su misión?
Como resultado de tantas maquinaciones turbias e ilegales, por voluntad de los que mandan y debilidad de los que juzgan, heme aquí en este cuartico del Hospital Civil, adonde se me ha traído para ser juzgado en sigilo, de modo que no se me oiga, que mi voz se apague y nadie se entere de las cosas que voy a decir. ¿Para qué se quiere ese imponente Palacio de Justicia, donde los señores magistrados se encontrarán, sin duda, mucho más cómodos? No es conveniente, os lo advierto, que se imparta justicia desde el cuarto de un hospital rodeado de centinelas con bayonetas calada, porque pudiera pensar la ciudadanía que nuestra justicia está enferma… y está presa.
Os recuerdo que vuestras leyes de procedimiento establecen que el juicio será «oral y público»; sin embargo, se ha impedido por completo al pueblo la entrada en esta sesión. Sólo han dejado pasar dos letrados y seis periodistas, en cuyos periódicos la censura no permitirá publicar una palabra. Veo que tengo por único público, en la sala y en los pasillos, cerca de cien soldados y oficiales. ¡Gracias por la seria y amable atención que me están prestando! ¡Ojalá tuviera delante de mí todo el Ejército! Yo sé que algún día arderá en deseos de lavar la mancha terrible de vergüenza y de sangre que han lanzado sobre el uniforme militar las ambiciones de un grupito desalmado. Entonces ¡ay de los que cabalgan hoy cómodamente sobre sus nobles guerreras… si es que el pueblo no los ha desmontado mucho antes!
Por último, debo decir que no se dejó pasar a mi celda en la prisión ningún tratado de derecho penal. Sólo puedo disponer de este minúsculo código que me acaba de prestar un letrado, el valiente defensor de mis compañeros: doctor Baudilio Castellanos. De igual modo se prohibió que llegaran a mis manos los libros de Martí; parece que la censura de la prisión los consideró demasiado subversivos. ¿O será porque yo dije que Martí era el autor intelectual del 26 de Julio? Se impidió, además, que trajese a este juicio ninguna obra de consulta sobre cualquier otra materia. ¡No importa en absoluto! Traigo en el corazón las doctrinas del Maestro y en el pensamiento las nobles ideas de todos los hombres que han defendido la libertad de los pueblos.
Sólo una cosa voy a pedirle al tribunal; espero que me la conceda en compensación de tanto exceso y desafuero como ha tenido que sufrir este acusado sin amparo alguno de las leyes: que se respete mi derecho a expresarme con entera libertad. Sin ello no podrán llenarse ni las meras apariencias de justicia y el último eslabón sería, más que ningún otro, de ignominia y cobardía.
Confieso que algo me ha decepcionado. Pensé que el señor fiscal vendría con una acusación terrible, dispuesto a justificar hasta la saciedad la pretensión y los motivos por los cuales en nombre del derecho y de la justicia —y ¿de qué derecho y de qué justicia? —se me debe condenar a veintiséis años de prisión. Pero no. Se ha limitado exclusivamente a leer el artículo 148 del Código de Defensa Social, por el cual, más circunstancias agravantes, solicita para mí la respetable cantidad de veintiséis años de prisión. Dos minutos me parece muy poco tiempo para pedir y justificar que un hombre se pase a la sombra más de un cuarto de siglo. ¿Está por ventura el señor fiscal disgustado con el tribunal? Porque, según observo, su laconismo en este caso se da de narices con aquella solemnidad con que los señores magistrados declararon, un tanto orgullosos, que éste era un proceso de suma importancia, y yo he visto a los señores fiscales hablar diez veces más en un simple caso de drogas heroicas para solicitar que un ciudadano sea condenado a seis meses de prisión. El señor fiscal no ha pronunciado una sola palabra para respaldar su petición. Soy justo…, comprendo que es difícil, para un fiscal que juró ser fiel a la Constitución de la República, venir aquí en nombre de un gobierno inconstitucional, factual, estatuario, de ninguna legalidad y menos moralidad, a pedir que un joven cubano, abogado como él, quizás… tan decente como él, sea enviado por veintiséis años a la cárcel. Pero el señor fiscal es un hombre de talento y yo he visto personas con menos talento que él escribir largos mamotretos en defensa de esta situación. ¿Cómo, pues, creer que carezca de razones para defenderlo, aunque sea durante quince minutos, por mucha repugnancia que esto le inspire a cualquier persona decente? Es indudable que en el fondo de esto hay una gran conjura.
Señores magistrados: ¿Por qué tanto interés en que me calle? ¿Por qué, inclusive, se suspende todo género de razonamientos para no presentar ningún blanco contra el cual pueda yo dirigir el ataque de mis argumentos? ¿Es que se carece por completo de base jurídica, moral y política para hacer un planteamiento serio de la cuestión? ¿Es que se teme tanto a la verdad? ¿Es que se quiere que yo hable también dos minutos y no toque aquí los puntos que tienen a ciertas gentes sin dormir desde el 26 de julio’ Al circunscribirse la petición fiscal a la simple lectura de cinco líneas de un artículo del Código de Defensa Social, pudiera pensarse que yo me circunscriba a lo mismo y dé vueltas y más vueltas alrededor de ellas, como un esclavo en torno a una piedra de molino. Pero no aceptaré de ningún modo esa mordaza, porque en este juicio se está debatiendo algo más que la simple libertad de un individuo: se discute sobre cuestiones fundamentales de principios, se juzga sobre el derecho de los hombres a ser libres, se debate sobre las bases mismas de nuestra existencia como nación civilizada y democrática. Cuando concluya, no quiero tener que reprocharme a mí mismo haber dejado principio por defender, verdad es decir, ni crimen sin denunciar.
El famoso articulejo del señor fiscal no merece ni un minuto de réplica. Me limitaré, por el momento, a librar contra él una breve escaramuza jurídica, porque quiero tener limpio de minucias el campo para cuando llegue la hora de tocar el degüello contra toda la mentira, falsedad, hipocresía, convencionalismos y cobardía moral sin límites en que se basa esa burda comedia que, desde el 10 de marzo y aun antes del 10 de marzo, se llama en Cuba Justicia.
Es un principio elemental de derecho penal que el hecho imputado tiene que ajustarse exactamente al tipo de delito prescrito por la ley. Si no hay ley exactamente aplicable al punto controvertido, no hay delito.
El artículo en cuestión dice textualmente: «Se impondrá una sanción de privación de libertad de tres a diez años al autor de un hecho dirigido a promover un alzamiento de gentes armadas contra los Poderes Constitucionales del Estado. La sanción será de privación de libertad de cinco a veinte años si se llevase a efecto la insurrección.»
¿En qué país está viviendo el señor fiscal? ¿Quién le ha dicho que nosotros hemos promovido alzamiento contra los Poderes Constitucionales del Estado? Dos cosas resaltan a la vista. En primer lugar, la dictadura que oprime a la nación no es un poder constitucional, sino inconstitucional; se engendró contra la Constitución, por encima de la Constitución, violando la Constitución legítima de la República. Constitución legítima es aquella que emana directamente del pueblo soberano. Este punto lo demostraré plenamente más adelante, frente a todas las gazmoñerías que han inventado los cobardes y traidores para justificar lo injustificable. En segundo lugar, el artículo habla de Poderes, es decir, plural, no singular, porque está considerado el caso de una república regida por un Poder Legislativo, un Poder Ejecutivo y un Poder Judicial que se equilibran y contrapesan unos a otros. Nosotros hemos promovido rebelión contra un poder único, ilegítimo, que ha usurpado y reunido en uno solo los Poderes Legislativos y Ejecutivo de la nación, destruyendo todo el sistema que precisamente trataba de proteger el artículo del Código que estamos analizando. En cuanto a la independencia del Poder Judicial después del 10 de marzo, ni hablo siquiera, porque no estoy para bromas… Por mucho que se estire, se encoja o se remiende, ni una sola coma del artículo 148 es aplicable a los hechos del 26 de Julio. Dejémoslo tranquilo, esperando la oportunidad en que pueda aplicarse a los que sí promovieron alzamiento contra los Poderes Constitucionales del Estado. Más tarde volveré sobre el Código para refrescarle la memoria al señor fiscal sobre ciertas circunstancias que lamentablemente se le han olvidado.
Os advierto que acabo de empezar. Si en vuestras almas queda un latido de amor a la patria, de amor a la humanidad, de amor a la justicia, escucharme con atención. Sé que me obligarán al silencio durante muchos años; sé que tratarán de ocultar la verdad por todos los medios posibles; sé que contra mí se alzará la conjura del olvido. Pero mi voz no se ahogará por eso: cobra fuerzas en mi pecho mientras más solo me siento y quiero darle en mi corazón todo el calor que le niegan las almas cobardes.
Escuché al dictador el lunes 27 de julio, desde un bohío de las montañas, cuando todavía quedábamos dieciocho hombres sobre las armas. No sabrán de amarguras e indignaciones en la vida los que no hayan pasado por momentos semejantes. Al par que rodaban por tierra las esperanzas tanto tiempo acariciadas de liberar a nuestro pueblo, veíamos al déspota erguirse sobre él, más ruin y soberbio que nuca. El chorro de mentiras y calumnias que vertió en su lenguaje torpe, odioso y repugnante, sólo puede compararse con el chorro enorme de sangre joven y limpia que desde la noche antes estaba derramando, con su conocimiento, consentimiento, complicidad y aplauso, la más desalmada turba de asesinos que pueda concebirse jamás. Haber creído durante un solo minuto lo que dijo es suficiente falta para que un hombre de conciencia viva arrepentido y avergonzado toda la vida. No tenía ni siquiera, en aquellos momentos, la esperanza de marcarle sobre la frente miserable la verdad que lo estigmatice por el resto de sus días y el resto de los tiempos, porque sobre nosotros se cerraba ya el cerco de más de mil hombres, con armas de mayor alcance y potencia, cuya consigna terminante era regresar con nuestros cadáveres. Hoy, que ya la verdad empieza a conocerse y que termino con estas palabras que estoy pronunciando la misión que me impuse, cumplida a cabalidad, puedo morir tranquilo y feliz, por lo cual no escatimaré fustazos de ninguna clase sobre los enfurecidos asesinos.
Es necesario que me detengan a considerar un poco los hechos. Se dijo por el mismo gobierno que el ataque fue realizado con tanta precisión y perfección que evidenciaba la presencia de expertos militares en la elaboración del plan. ¡Nada más absurdo! El plan fue trazado por un grupo de jóvenes ninguno de los cuales tenía experiencia militar; y voy a revelar sus nombres, menos dos de ellos que no están ni muertos mi presos: Abel Santamaría, José Luis Tasende, Renato Guitart Rosell, Pedro Miret, Jesús Montané y el que les habla. La mitad han muerto, y en justo tributo a su memoria puedo decir que no eran expertos militares, pero tenían patriotismo suficiente para darles, en igualdad de condiciones, una soberana paliza a todos los generales del 10 de marzo juntos, que no son ni militares ni patriotas. Más difícil fue organizar, entrenar y movilizar hombres y armas bajo un régimen represivo que gasta millones de pesos en espionaje, soborno y delación, tareas que aquellos jóvenes y otros muchos realizaron con seriedad, discreción y constancia verdaderamente increíbles; y más meritorio todavía será siempre darle a un ideal todo lo que se tiene y, además, la vida.
La movilización final de hombres que vinieron a esta provincia desde los más remotos pueblos de toda la Isla, se llevó a cabo con admirable precisión y absoluto secreto. Es cierto igualmente que el ataque se realizó con magnífica coordinación. Comenzó simultáneamente a las 5:15 a.m., tanto en Bayamo como en Santiago de Cuba, y, uno a uno, con exactitud de minutos y segundos prevista de antemano, fueron cayendo los edificios que rodean el campamento. Sin embargo, en aras de la estricta verdad, aun cuando disminuya nuestro mérito, voy a revelar por primera vez también otro hecho que fue fatal: la mitad del grueso de nuestras fuerzas y la mejor armada, por un error lamentable se extravió a la entrada de la ciudad y nos faltó en el momento decisivo. Abel Santamaría, con veintiún hombres, había ocupado el Hospital Civil; iban también con él para atender a los heridos un médico y dos compañeras nuestras. Raúl Castro, con diez hombres, ocupó el Palacio de Justicia; y a mí me correspondió atacar el campamento con el resto, noventa y cinco hombres. Llegué con un primer grupo de cuarenta y cinco, precedido por una vanguardia de ocho que forzó la posta tres. Fue aquí precisamente donde se inició el combate, al encontrarse mi automóvil con una patrulla de recorrido exterior armada de ametralladoras. El grupo de reserva, que tenía casi todas las armas largas, pues las cortas iban a la vanguardia, tomó por una calle equivocada y se desvió por completo dentro de una ciudad que no conocían. Debo aclarar que no albergo la menor duda sobre el valor de esos hombres, que al verse extraviados sufrieron gran angustia y desesperación. Debido al tipo de acción que se estaba desarrollando y al idéntico color de los uniformes en ambas partes combatientes, no era fácil restablecer el contacto. Muchos de ellos, detenidos más tarde, recibieron la muerte con verdadero heroísmo.
Todo el mundo tenía instrucciones muy precisas de ser, ante todo, humanos en la lucha. Nunca un grupo de hombres armados fue más generoso con el adversario. Se hicieron desde los primeros momentos numerosos prisioneros, cerca de veinte en firme; y hubo un instante, al principio, en que tres hombres nuestros, de los que habían tomado la posta: Ramiro Valdés, José Suárez y Jesús Montané, lograron penetrar en una barraca y detuvieron durante un tipo a cerca de cincuenta soldados. Estos prisioneros declararon ante el tribunal, y todos sin excepción han reconocido que se les trató con absoluto respeto, sin tener que sufrir ni siquiera una palabra vejaminosa. Sobre este aspecto sí tengo que agradecerle algo, de corazón, al señor fiscal: que en el juicio donde se juzgó a mis compañeros, al hacer su informe, tuvo la justicia de reconocer como un hecho indudable el altísimo espíritu de caballerosidad que mantuvimos en la lucha.
La disciplina por parte del Ejército fue bastante mala. Vencieron en último término por el número, que les daba una superioridad de quince a uno, y por la protección que les brindaban las defensas de la fortaleza. Nuestros hombres tiraban mucho mejor y ellos mismos lo reconocieron. El valor humano fue igualmente alto de parte y parte.
Considerando las causas del fracaso táctico, aparte del lamentable error mencionado, estimo que fue una falta nuestra dividir la unidad de comandos que habíamos entrenado cuidadosamente. De nuestros mejores hombres y más audaces jefes, había veintisiete en Bayamo, veintiuno en el Hospital Civil y diez en el Palacio de Justicia; de haber hecho otra distribución, el resultado pudo haber sido distinto. El choque con la patrulla (totalmente casual, pues veinte segundos antes o veinte segundos después no habría estado en ese punto) dio tiempo a que se movilizara el campamento, que de otro modo habría caído en nuestras manos sin disparar un tiro, pues ya la posta estaba en nuestro poder. Por otra parte, salvo los fusiles calibre 22 que estaban bien provistos, el parque de nuestro lado era escasísimo. De haber tenido nosotros granadas de mano, no hubieran podido resistir quince minutos.
la parte alta de la cordillera de la Gran Piedra y el Ejército ocupó la base. Ni nosotros podíamos bajar ni ellos se decidieron a subir. No fueron, pues, las armas; fueron el hambre y la sed quienes vencieron la última resistencia. Tuve que ir disminuyendo los hombres en pequeños grupos; algunos consiguieron filtrarse entre las líneas del Ejército, otros fueron presentados por monseñor Pérez Serantes. Cuando sólo quedaban conmigo dos compañeros: José Suárez y Oscar Alcalde, totalmente extenuados los tres, al amanecer del sábado 1º de agosto, una fuerza del mando del teniente Sarría nos sorprendió durmiendo. Ya la matanza de prisioneros había cesado por la tremenda reacción que provocó en la ciudadanía, y este oficial, hombre de honor, impidió que algunos matones nos asesinasen en el campo con las manos atadas.
No necesito desmentir aquí las estúpidas sandeces que, para mancillar mi nombre, inventaron los Ugalde Carrillo y su comparsa, creyendo encubrir su cobardía, su incapacidad y sus crímenes. Los hechos están sobradamente claros.
Mi propósito no es entretener al tribunal con narraciones épicas. Todo cuanto he dicho es necesario para la comprensión más exacta de lo que diré después.
Quiero hacer constar dos cosas importantes para que se juzgue serenamente nuestra actitud. Primero: pudimos haber facilitado la toma del regimiento deteniendo simplemente a todos los altos oficiales en sus residencias, posibilidad que fue rechazada, por la consideración muy humana de evitar escenas de tragedia y de lucha en las casas de las familias. Segundo: se acordó no tomar ninguna estación de radio hasta tanto no se tuviese asegurado el campamento. Esta actitud nuestra, pocas veces vista por su gallardía y grandeza, le ahorró a la ciudadanía un río de sangre. Yo pude haber ocupado, con sólo diez hombres, una estación de radio y haber lanzado al pueblo a la lucha. De su ánimo no era posible dudar: tenía el último discurso de Eduardo Chibás en la CMQ, grabado con sus propias palabras, poemas patrióticos e himnos de guerra capaces de estremecer al más indiferente, con mayor razón cuando se está escuchando el fragor del combate, y no quise hacer uso de ellos, a pesar de lo desesperado de nuestra situación.
Se ha repetido con mucho énfasis por el gobierno que l pueblo no secundó el movimiento. Nunca había oído una afirmación tan ingenua y, al propio tiempo, tan llena de mala fe. Pretenden evidenciar con ello la sumisión y cobardía del pueblo; poco falta para que digan que respalda a la dictadura, y no saben cuánto ofenden con ello a los bravos orientales. Santiago de Cuba creyó que era una lucha entre soldados, y no tuvo conocimiento de lo que ocurría hasta muchas horas después. ¿Quién duda del valor, el civismo y el coraje sin límites del rebelde y patriótico pueblo de Santiago de Cuba? Si el Moncada hubiera caído en nuestras manos, ¡hasta las mujeres de Santiago de Cuba habrían empuñado las armas! ¡Muchos fusiles se los cargaron a los combatientes las enfermeras del Hospital Civil! Ellas también pelearon. Eso no lo olvidaremos jamás.
No fue nunca nuestra intención luchar con los soldados del regimiento, sino apoderarnos por sorpresa del control y de las armas, llamar al pueblo, reunir después a los militares e invitarlos a abandonar la odiosa bandera de la tiranía y abrazar la de la libertad, defender los grandes intereses de la nación y no los mezquinos intereses de un grupito; virar las armas y disparar contra los enemigos del pueblo, y no contra el pueblo, donde están sus hijos y sus padres; luchar junto a él, como hermanos que son, y no frente a él, como enemigos que quieren que sean; ir unidos en pos del único ideal hermosos y digno de ofrendarle la vida, que es la grandeza y felicidad de la patria. A los que dudan que muchos soldados se hubieran sumado a nosotros, yo les pregunto: ¿Qué cubano no ama la gloria? ¿Qué alma no se enciende en un amanecer de libertad?
El cuerpo de la Marina no combatió contra nosotros, y se hubiera sumado sin duda después. Se sabe que ese sector de las Fuerzas Armadas es el menos adicto a la tiranía y que existe entre sus miembros un índice muy elevado de conciencia cívica. Pero en cuanto al resto del Ejército nacional, ¿hubiera combatido contra el pueblo sublevado? Yo afirmo que no. El soldado es un hombre de carne y hueso, que piensa, que observa y que siente. Es susceptible a la influencia de las opiniones, creencias, simpatías y antipatías del pueblo. Si se le pregunta su opinión dirá que no puede decirla; pero eso no significa que carezca de opinión. Le afectan exactamente los mismos problemas que a los demás ciudadanos conciernen: subsistencia, alquiler, la educación de los hijos, el porvenir de éstos, etcétera. Cada familiar es un punto de contacto inevitable entre él y el pueblo y la situación presente y futura de la sociedad en que vive. Es necio pensar que porque un soldado reciba un sueldo del Estado, bastante módico, haya resuelto las preocupaciones vitales que le imponen sus necesidades, deberes y sentimientos como miembro de una familia y de una colectividad social.
Ha sido necesaria esta breve explicación porque es el fundamento de un hecho en que muy pocos han pensado hasta el presente: el soldado siente un profundo respeto por el sentimiento de la mayoría del pueblo. Durante el régimen de Machado, en la misma medida en que crecía la antipatía popular, decrecía visiblemente la fidelidad del Ejército, a extremos que un grupo de mujeres estuvo a punto de sublevar el campamento de Columbia. Pero más claramente prueba de esto un hecho reciente: mientras el régimen de Grau San Martín mantenía en el pueblo su máxima popularidad, proliferaron en el Ejército, alentadas por ex militares sin escrúpulos y civiles ambiciosos, infinidad de conspiraciones, y ninguna de ellas encontró eco en la masa de los militares.
El 10 de marzo tiene lugar en el momento en que había descendido hasta el mínimo el prestigio del gobierno civil, circunstancia que aprovecharon Batista y su camarilla. ¿Por qué no lo hicieron después del 1º de junio? Sencillamente porque si esperan que la mayoría de la nación expresase sus sentimientos en las urnas, ninguna conspiración hubiera encontrado eco en la tropa.
Puede hacerse, por tanto, una segunda afirmación: el Ejército jamás se ha sublevado contra un régimen de mayoría popular. Estas verdades son históricas, y si Batista se empeña en permanecer a toda costa en el poder contra la voluntad absolutamente mayoritaria de Cuba, su fin será más trágico que el de Gerardo Machado.
Puedo expresar mi concepto en lo que a las Fuerzas Armadas se refiere, porque hablé de ellas y las defendía cuando todos callaban, y no lo hice para conspirar ni por interés de ningún género, porque estábamos en plena normalidad constitucional, sino por meros sentimientos de humanidad y deber cívico. Era en aquel tiempo el periódico Alerta uno de los más leídos por la posición que mantenía entonces en la política nacional, y desde sus páginas realicé una memorable campaña contra el sistema de trabajos forzados a que estaban sometidos los soldados en las fincas privadas de los altos personajes civiles y militares, aportando datos, fotografías, películas y pruebas de todas clases con las que me presenté también ante los tribunales denunciando el hecho el día 3 de marzo de 1952. Muchas veces dije en esos escritos que era de elemental justicia aumentarles el sueldo a los hombres que prestaban sus servicios en las Fuerzas Armadas. Quiero saber de uno más que haya levantado su voz en aquella ocasión para protestar contra tal injusticia. No fue por cierto Batista y compañía, que vivía muy bien protegido en su finca de recreo con toda clase de garantías, mientras yo corría mil riesgos sin guardaespaldas ni armas.
Conforme lo defendí entonces, ahora, cuando todos callan otra vez, le digo que se dejó engañar miserablemente, y a la mancha, el engaño y la vergüenza del 10 de marzo, ha añadido la mancha y la vergüenza, mil veces más grande, de los crímenes espantosos e injustificables de Santiago de Cuba. Desde ese momento el uniforme del Ejército está horriblemente salpicado de sangre, y si en aquella ocasión dije ante el pueblo y denuncié ante los tribunales que había militares trabajando como esclavos en las fincas privadas, hoy amargamente digo que hay militares manchados hasta el pelo con la sangre de muchos jóvenes cubanos torturados y definir sus principios y expresar sus intenciones para que nadie se engañe, ni amigos ni enemigos.
Nosotros llamamos pueblo si de lucha se trata, a los seiscientos mil cubanos que están sin trabajo deseando ganarse el pan honradamente sin tener que emigrar de su patria en busca de sustento; a los quinientos mil obreros del campo que habitan en los bohíos miserables, que trabajan cuatro meses al año y pasan hambre el resto compartiendo con sus hijos la miseria, que no tienen una pulgada de tierra para sembrar y cuya existencia debiera mover más a compasión si no hubiera tantos corazones de piedra; a los cuatrocientos mil obreros industriales y braceros cuyos retiros, todos, están desfalcados, cuyas conquistas les están arrebatando, cuyas viviendas son las infernales habitaciones de las cuarterías, cuyos salarios pasan de las manos del patrón a las del garrotero, cuyo futuro es la rebaja y el despido, cuya vida es el trabajo perenne y cuyo descanso es la tumba; a los cien mil agricultores pequeños, que viven y mueren trabajando una tierra que no es suya, contemplándola siempre tristemente como Moisés a la tierra prometida, para morirse sin llegar a poseerla, que tienen que pagar por sus parcelas como siervos feudales una parte de sus productos, que no pueden amarla, ni mejorarla, ni embellecerla, planta un cedro o un naranjo porque ignoran el día que vendrá un alguacil con la guardia rural a decirles que tienen que irse; a los treinta mil maestros y profesores tan abnegados, sacrificados y necesarios al destino mejor de las futuras generaciones y que tan mal se les trata y se les paga; a los veinte mil pequeños comerciantes abrumados de deudas, arruinados por la crisis y rematados por una plaga de funcionarios filibusteros y venales; a los diez mil profesionales jóvenes: médicos, ingenieros, abogados, veterinarios, pedagogos, dentistas, farmacéuticos, periodistas, pintores, escultores, etcétera, que salen de las aulas con sus títulos deseosos de lucha y llenos de esperanza para encontrarse en un callejón sin salida, cerradas todas las puertas, sordas al clamor y a la súplica. ¡Ése es el pueblo, cuyos caminos de angustias están empedrados de engaños y falsas promesas, no le íbamos a decir: «Te vamos a dar», sino: «¡Aquí tienes, lucha ahora con toda tus fuerzas para que sean tuyas la libertad y la felicidad!»
En el sumario de esta causa han de constar las cinco leyes revolucionarias que serían proclamadas inmediatamente después de tomar el cuartel Moncada y divulgadas por radio a la nación. Es posible que el coronel Chaviano haya destruido con toda intención esos documentos, pero si él los destruyó, yo los conservo en la memoria.
La primera ley revolucionaria devolvía al pueblo la soberanía y proclamaba la Constitución de 1940 como la verdadera ley suprema del Estado, en tanto el pueblo decidiese modificarla o cambiarla, y a los efectos de su implantación y castigo ejemplar a todos los que la habían traicionado, no existiendo órganos de elección popular para llevarlo a cabo, el movimiento revolucionario, como encarnación momentánea de esa soberanía, única fuente de poder legislativo, asumía todas las facultades que le son inherentes a ella, excepto de legislar, facultad de ejecutar y facultad de juzgar.
Esta actitud no podía ser más diáfana y despojada de chocherías y charlatanismos estériles: u gobierno aclamado por la masa de combatientes, recibiría todas las atribuciones necesarias para proceder a la implantación efectiva de la voluntad popular y de la verdadera justicia. A partir de ese instante, el Poder Judicial, que se ha colocado desde el 10 de marzo frente a al Constitución y fuera de la Constitución, recesaría como tal Poder y se procedería a su inmediata y total depuración, antes de asumir nuevamente las facultades que le concede la Ley Suprema de la República. Sin estas medidas previas, la vuelta a la legalidad, poniendo su custodia en manos que claudicaron deshonrosamente, sería una estafa, un engaño y una traición más.
La segunda ley revolucionaria concedía la propiedad inembargable e instransferible de la tierra a todos los colonos, subcolonos, arrendatarios, aparceros y precaristas que ocupasen parcelas de cinco o menos caballerías de tierra, indemnizando el Estado a sus anteriores propietarios a base de la renta que devengarían por dichas parcelas en un promedio de diez años.
La tercera ley revolucionaria otorgaba a los obreros y empleados el derecho a participar del treinta por ciento de las utilidades en todas las grandes empresas industriales, mercantiles y mineras, incluyendo centrales azucareros. Se exceptuaban las empresas meramente agrícolas en
El ochenta y cinco por ciento de los pequeños agricultores cubanos está pagando renta y vive bajo la perenne amenaza del desalojo de sus parcelas. Más de la mitad de las mejores tierras de producción cultivadas está en manos extranjeras. En Oriente, que es la provincia más ancha, las tierras de la United Fruit Company y la West Indies unen la costa norte con la costa sur. Hay doscientas mil familias campesinas que no tienen una vara de tierra donde sembrar unas viandas para sus hambrientos hijos y, en cambio, permanecen sin cultivar, en manos de poderosos intereses, cerca de trescientas mil caballerías de tierras productivas. Si Cuba es un país eminentemente agrícola, si su población es en gran parte campesina, si la ciudad depende del campo, si el campo hizo la independencia, si la grandeza y prosperidad de nuestra nación depende de un campesinado saludable y vigoroso que ame y sepa cultivar la tierra, de un Estado que lo proteja y lo oriente, ¿cómo es posible que continúe este estado de cosas?
Salvo unas cuantas industrias alimenticias, madereras y textiles, Cuba sigue siendo una factoría productora de materia prima. Se exporta azúcar para importar caramelos, se exportan cueros para importar zapatos,. se exporta hierro para importar arados… Todo el mundo está de acuerdo en que la necesidad de industrializar el país es urgente, que hacen falta industrias químicas, que hay que mejorar las crías, los cultivos, la técnica y elaboración de nuestras industrias alimenticias para que puedan resistir la competencia ruinosa que hacen las industrias europeas de queso, leche condensada, licores y aceites y las de conservas norteamericanas, que necesitamos barcos mercantes, que el turismo podría ser una enorme fuente de riquezas; pero los poseedores del capital exigen que los obreros pasen bajo las horcas caudinas, el Estado se cruza de brazos y la industrialización espera por las calendas griegas.
Tan grave o peor es la tragedia de la vivienda. Hay en Cuba doscientos mil bohíos y chozas; cuatrocientas mil familias del campo y de la ciudad viven hacinadas en barracones, cuarterías y solares sin las más elementales condiciones de higiene y salud; dos millones doscientas mil personas de nuestra población urbana pagan alquileres que absorben entre un quinto y un tercio de sus ingresos; y dos millones ochocientas mil de nuestra población rural y suburbana carecen de luz eléctrica. Aquí ocurre lo mismo: si el Estado se propone rebajar los alquileres, los propietarios amenazan con paralizar todas las construcciones; si el Estado se abstiene, construyen mientras pueden percibir un tipo elevado de renta, después no colocan una piedra más aunque el resto de la población viva a la intemperie. Otro tanto hace el monopolio eléctrico: extiende las líneas hasta el punto donde pueda percibir una utilidad satisfactoria, a partir de allí no le importa que las personas vivan en las tinieblas por el resto de sus días. El Estado se cruza de brazos y el pueblo sigue sin casas y sin luz.
Nuestro sistema de enseñanza se complementa perfectamente con todo lo anterior: ¿Es un campo donde el guajiro no es dueño de la tierra para qué se quieren escuelas agrícolas? ¿En una ciudad donde no hay industrias para qué se quieren escuelas técnicas o industriales? Todo está dentro de la misma lógica absurda: no hay ni una cosa ni otra. En cualquier pequeño país de Europa existen más de doscientas escuelas técnicas y de artes industriales; en Cuba, no pasan de seis y los muchachos salen con sus títulos sin tener dónde emplearse. A las escuelitas públicas del campo asisten descalzos, semidesnudos y desnutridos, menos de la mitad de los niños en edad escolar y muchas veces el maestro quien tiene que adquirir con su propio sueldo el material necesario. ¿Es así como puede hacerse una patria grande?
De tanta miseria sólo es posible liberarse con la muerte; y a eso sí los ayuda el Estado: a morir. El noventa por ciento de los niños del campo está devorado por parásitos que se les filtran desde la tierra por las uñas de los pies descalzos. La sociedad se conmueve ante la noticia del secuestro o el asesinato de una criatura, pero permanece criminalmente indiferente ante el asesinato en masa que se comete con tantos miles y miles de niños que mueren todos los años por falta de recursos, agonizando entre los estertores del dolor, y cuyos ojos inocentes, ya en ellos el brillo de la muerte, parecen mirar hacia lo infinito como pidiendo perdón para el egoísmo humano y que no caiga sobre los hombres la maldición de Dios. Y cuando un padre de familia trabaja cuatro meses la año, ¿con qué puede comprar ropas y medicinas a sus hijos? Crecerán raquíticos, a los treinta años no tendrán una pieza sana en la boca, habrán oído diez millones de discursos, y morirán al fin de miseria y decepción. El acceso a los hospitales del Estado, siempre repletos, sólo es posible mediante la recomendación de un magnate político que le exigirá al desdichado su voto y el de toda su familia para que Cuba siga siempre igual o peor.
Con tales antecedentes, ¿cómo no explicarse que desde el mes de mayo al de diciembre un millón de personas se encuentren sin trabajo y que Cuba, con una población de cinco millones y medio de habitantes, tenga actualmente más desocupados que Francia e Italia con una población de más de cuarenta millones cada una?
Cuando vosotros juzgáis a un acusado por robo, señores magistrados, no le preguntáis cuánto tiempo lleva sin trabajo, cuántos hijos tiene, qué días de la semana comió y qué días no comió, no os preocupáis en absoluto por las condiciones sociales del medio donde vive: lo enviáis a la cárcel sin más contemplaciones. Allí no van los ricos que queman almacenes y tiendas para cobrar las pólizas de seguro, aunque se quemen también algunos seres humanos, porque tienen dinero de sobra para pagar abogados y sobornar magistrados. Enviáis a la cárcel al infeliz que roba por hambre, pero ninguno de los cientos de ladrones que han robado millones al Estado durmió nunca una noche tras las rejas: cenáis con ellos a fin de año en algún lugar aristocrático y tienen vuestro respeto. En Cuba, cuando un funcionario se hace millonario de la noche a la mañana y entra en la cofradía de los ricos, puede ser recibido con las mismas
LIMIT
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Carajo Fidel, bastaba con que nos recordaras que esa defensa de hace 69 años está publicada
Haz clic para acceder a La%20Historia%20me%20absolvera.pdf
…llegaste al LIMIT del demasiado generoso nro de caracteres permitidos
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Aunque se la haya escrito otro, lo de ¨Condenadme, no importa, la historia me absólverᨠde quien lo tomó fue de su admirado Hitler.
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EVA les dice verdades
Decepciona LJC acompañando la hipocresía de este gobierno criminal pidiendo a todo llanto ayuda ahora?
¿Qué quieren ? Que tiren palazos y les devuelvan money?
¿ Quienes se creen ? Hay que ver lo que están publicando ustedes que ya no se sabe ni a quién defienden!!!
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Los cubanos, todos, son unos olvidadizos malagradecidos. Debrian salir a la calle a dar vivas a Canel. PA LO QUE SEA CANEL, PA LO QUE SEA.
Hasta mi hijo el del medio. Una vez reconocio que no me pagaba haberlo sacado de Cuba a Miami ni besandome el culo y cuando hace poco le pedi me prestase plata para coger a la venezolana , si, la verdad que el cabronazo me presto $200.00 y la pude coger, pero fue a las oficinas de la Western Union rezongando. Ja ja ja.
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¡Oye a este! Ja ja ja. El mas amador de todos esos arrastraos
Copio:
Lo menos que hoy pueden hacer todos los ciudadanos de La Habana es salir a la calle, por la noche, y aplaudir con agradecimiento a todas y todos los que han trabajado sin descanso por la recuperación de la capital.
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DIARIO DE CUBA
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PROTESTAS
El régimen cubano acelera su maquinaria represiva contra las protestas: desaparecidos, detenidos y episodios de brutalidad’Había un muchacho al que tiraban al aire y lo dejaban caer en el piso; una muchacha a la que llevaban arrastrada por el pelo’: un activista relata la represión de una protesta en La Habana.
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Orlando, a medida que se van completando las estadísticas, las muertes en Florida por Ian lamentablemente son más de las que pensábamos, La última cuenta es 47 y casi seguramente son más.
https://www.axios.com/2022/09/30/hurricane-ian-florida-death-toll
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Avenida 31 BAJANDO calles, 52 calle en el extremo derecho de ese video, pasando por la 48, 46, y en el extremo izquierdo la 44 (en esta ultima calle estuvo el llamado Crucero de la Playa, ahi habia un gran cruce de tranvias: «Treinta y dos rutas garantizaban un eficiente servicio de transportación con estaciones terminales en el Vedado, Cerro, Carlos III y Víbora. La fuerza expansionista del tranvía por la periferia daba lugar a sitios tan representativos y originales como el “Crucero de la Playa” donde hoy se cruza la Avenida 31 de Miramar con la calle 44. Allí se encontraban las líneas que venían del Vedado y de la Habana con las que regresaban de Marianao y la Playa de la Concha. Allí, según mi tío, iba por las mañanas a saludar desde el andén, a su amor imposible. Una bella marianense de ojos achocolatados y cabellos de sol. De paso aprovechaba para comer cremitas de leche al precio de un centavo cada una que, según él, eran las mejores de la Habana» https://www.cubanet.org/htdocs/CNews/y08/may08/01cronica5.html )
Mi barrio, hasta 1990 vivi en 19 y 42, a 6 cuadras de 31 y 44, de 1990 al 2002 vivi en 31 y 34. Esas calles por donde vienen gritando LIBERTAD eran las calles que anduve de los 16 a los 28, ahi me hice medico, ahi caminaba vestido de estudiante de medicina, luego de boina roja de Tropas Especiales de las FAR, y luego de medico, hasta que partimos a Venezuela a un barrio violento del interior del estado Aragua en el centro norte de ese pais.
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Algo interesante de este video es la reacción (o falta de ella) de la policía. Me consta que muchos policías son gusanos. Yo tenía un vecino policía con el que gusaneaba a raudales. Cuando mi esposa visitó Cuba para ver a su madre la abrazó cariñosamente y estaba sinceramente contento de que hubiéramos podido escapar de aquello. No todos pueden. Se quedaría la isla casi vacía (con énfasis en el ¨casi¨) si todo el que quiere irse consiguiera hacerlo.
En realidad no tienen por qué no serlo, La policía no es como el G2; lidia principalmente con la delincuencia común o las infracciones de tránsito (que en el caso de Cuba no les proporciona mucho contenido de trabajo).
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Una pregunta, Manuel. ¿Crees que una huelga general y desobediencia civil generalizada acabaría por deponer al régimen en un mes?
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Soy incrédulo en eso como Julián. El antecedente más parecido fue Venezuela hace pocos años y con Guaidó y su reconocimiento y meses de calle, millones emigrando y docenas de muertos lograron enfriar todo con represión.
El único, por tanto, que puede llevar al cambio es el ejército pero no quiere, y los que quieren dentro de ese ejército no tienen como.
Como dice la canción: trancado el dominó.
Todo esto me dice la mente, y también me dice que debemos de decir todo lo que sucede. No veo bien que ahora que tenemos algunos medios para expresarnos desde mil tribunas, no lo hagamos, al menos los que no podemos ya seguir callados. Por otro lado El futuro es siempre incierto, y muchas veces trae sorpresas agradable. La caída de URSS fue una que muy pocos vieron apenas diez y hasta 5 años antes.
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Hay algo que no se puede negar; depender económicamente del dinero del exilio, si bien ha ayudado a sostener la dictadura, ha sido también un arma de doble filo. Lo ha sido porque ha puesto celulares en manos de muchísima gente, lo cual le quita mucha efectividad a la censura. Ya no les resulta tan fácil ocultar lo que ocurre pues se puede cuestionar palabras, pero no tanto imágenes.
Y eso puede ejercer cierta presión sobre el ejército o los altos cuadros que se van dando cuenta de que eso no se sostiene y se arriesgan a perder hasta sus privilegios.
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Manuel y Julian.
¿Si viésemos a las «Fuerzas Armadas Revolucionarias» reprimir manifestantes como lo hacía el Ejército Rojo sería el principio del fin del régimen? Cierto que no hay, que yo esté enterado, un comando conjunto de oposición a cargo. Sin embargo, las condiciones están dadas, la internet puede llegar vía satélite a las diferentes partes de la rebelión.
En junio de 1953 el Comité Central del SED, Partido Socialista Unificado de Alemania Oriental, los dueños de la DDR, enfrentados a innumerables problemas de caja en los que se metieron al implantar una economía estalinista, se decidieron por un paquete de medidas que incluía mayores impuestos, alza en los precios de artículos de primera necesidad, además de exigir más horas de trabajo sin compensación a los obreros y empleados. Los jerarcas del SED advirtieron que, de no alcanzar las cuotas, los salarios se reducirían. Tan pronto se difundieron las medidas se organizaron protestas, en pocos días fueron multitudinarias e imposibles de ignorar, desembocó en una oleada de huelgas, manifestaciones acompañadas de demandas políticas y económicas. El Aufstand o levantamiento del 17 de junio de 1953 fue violentamente aplastado por el ejército soviético. Murieron 34 manifestantes y espectadores, así como cinco miembros de los órganos de seguridad. El Aufstand fue el primer levantamiento antiestalinista, sirvió como una señal política para los jerarcas y la población de los países del bloque socialista. Como sabes, para irritación de la DDR, desde 1954 el 17 de junio es la fiesta nacional de la República Federal de Alemania, celebrado como el Día de la Unidad Alemana.
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Generalmente soy bastante escéptico con lo del fin del régimen pero los sucesos recientes son interesantes. El único problema que veo es que los apagones tienen un peso inmenso en el malestar generalizado y temo que si encuentran la forma de solucionar ese problema específico consigan controlar bastante la situación, Para ello solamente necesitan un mecenas y no se puede menospreciar su talento para encontrarlo, Tienen, por ejemplo, buenas relaciones con los islámicos y esos tienen mucho petroleo. Al parecer ya consiguieron sacarle toda la leche a la vaca venezolana.
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Estimado Julian. Lo vivido desde 1959 te da la razón en tu escepticismo respeto al fin del castrismo, únicamente en abril de 1961 pudo tener su fin. ¡De cuanta maldad, robos, subversión, asesinatos, corrupción, seres de malas entrañas, terroristas, envenenamiento de juventudes en el marxismo-leninismo, energúmenos como Hugo Chávez nos hubiésemos librado en el continente americano si la invasión de 1961 hubiese tenido éxito!
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Creo que en Cuba puede pasar cualquier cosa. Una huelga real, sin el mantenimiento de la dictadura por el exilio cubano con las remesas y envíos de paquetes(que es un negocio bastante grande), la eliminación gradual del trabajo esclavo de los médicos en el exterior, todo unido al desgaste diario, y el poco dinero invertido en el pueblo , conllevan a un desgaste del cubano de a pie, y por eso las manifestaciones de hoy en día, a pesar del castigo por las largas condenas a los que se tiraron el año pasado a las calles. El régimen comunista lleva dentro el propio virus que lo destruirá, como y en que forma, será difícil de predecir, pero como decía alguien todas las posibilidades están sobre la mesa y esperemos que una se de. Nadie hubiera pensado que la URSS se destruiría por si sola y allí esta. Es muy sintomático todos esos generales, que en corto periodo, han pasado al otro lado. Eso me recuerda una película donde matan a 5 para disfrazar que era solo a una persona a la que querían matar, quién sabe? Después que Raul pase al otro lado y eso esta bien cerca y dejen de tener alcance los pocos que quedan vivos como Ramiro, en ese régimen puede pasar cualquier cosa. espero con esperanza que sea en beneficio del pueblo y no de un grupúsculo. La fe y la esperanza son lo ultimo que se pierde.
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Otro problema es lo que puede venir después. Los modelos chino y vietnamita, que fueron auspiciados por el WEF (o mas bien por su precursora Comisión Trilateral , los Kissinger, Rockefeller, Brzezinski y comparsa) son otra forma de dictadura. La de los Castro sustituyó a la de Batista, Que la del Great Reset sustituya a la de los Castro es un posibildad nada remota.
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Coincido Manuel.
Sin el ejército una rebelión a un régimen tan consolidado como el cubano es difícil que llegue a buen puerto.
Lo más probable, para mí, es que tarde o temprano van a hacer lo mismo que los chinos o los vietnamitas y ahora el régimen de Maduro. Ir liberando de a poco la economía aprovechando que serían durante muchos años mano de obra regalada.
Eso siempre atrae a la codicia de los inversores en busca de oportunidades que los hay repartidos por todo el planeta y solamente es necesario dar muestras políticas contundentes de que el régimen, además de mostrarse fuerte, decidido a seguir una política como esa.
No solamente que tarde o temprano se verán obligados a ello sino que además es la mejor opción que tienen los líderes del régimen para mantener el poder reactivando la economía y devolviendo las esperanzas a todo el pueblo.
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HAY MUCHOS QUE piden ‘mano dura’ contra la gente que, evidentemente, está al límite. Son los mismos que casi nunca piden aplicar el mismo nivel de severidad de la ley escrita para combatir males que se ven a diario y que son cánceres sociales (corrupción, burocracia, inmovilismo…) Hay resoluciones de control interno (solo por citar un ejemplo) que solo quedan en un mural y nadie pide que se apliquen. Ese silencio hace mil veces más daño que un grupo de cubanos desesperados porque lo poco que tenían acaba de convertirse comida de gusanos. Esas historias hay que contarlas en nuestros medios y no estar mirando tanto al vecino. Después nadie puede quejarse de que nos robaron la narrativa.
No olvidemos que todos estos eventos ocurren luego de una sangria de casi 200 000 cubanos solamente llegando a EEUU en los últimos 12 meses, sin contar los miles que siguen desparramados por medio mundo. Imaginense estas manifestaciones con ese cuarto de millón inconforme y activo aunque sea en un 10%, habría sido una reserva importante. El régimen facilita estas salidas porque sabe a lo que se arriesga con esa olla calentándose con cada nueva metida de pata y descalabro ridículo que engaña a cada vez menos cubanos dentro y fuera del nuestro archipiélago:
https://jovencuba.com/desastre-ian-jugada-cantada/
AQUELLOS MISMOS que se parapetan detras de los cuerpos militares y paramilitares, incluyendo en esos grupo a esos ninos cadetes de las escuelas Camilo Cienfuegos (camilitos) y que no hacen nada para mejorar las condiciones de vida del cubano, son los que trabajan intensamente en que estas se mantengan como estan de esta otra forma:
“El mayor daño económico a Cuba se le imputa al embargo, pero desde mi punto de vista ese daño se lo ocasionan los auténticos revolucionarios y militantes del Partido Comunista de Cuba, son ellos los que manejan los recursos que la dictadura logra comprar en el mercado internacional y que días más tarde cuando estos artículos y bienes de consumo atraviesan el umbral de las aduanas, mediante un entramado de sobornos, modelajes e informes de faltantes son saqueados sin ningún escrúpulo por estos ciudadanos de primera línea, 100% integrados, abanderados de los batallones de respuesta rápida y que nunca según ellos traicionarían a su revolución ni a su dictador [de turno]
¿Cómo vivir dentro de la legalidad en un país donde por solo abrazar la ilusión de un futuro mejor, pensar diferente, opinar cosas nuevas, te pueden enviar a la cárcel sin un juicio justo y mientras los auténticos delincuentes siguen libres en las calles, por el día aplaudiendo a su revolución y por la noche robándola y hundiéndola más en la miseria?”
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Protestas semejantes en Ecuador, mas violentas , terminaron en una mesa de negociaciones. Al leader indigena se le eliminaron los cargos por alentar el cierre de vias. ¿Como va a reaccionar el Gobierno cubano? «Somos Fidel?» ¿Ordenando golpizas y encarcelando mas opositores? ¿Enviando mas gente al exilio?
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Paquiiiiii. Apretaste
El periodista de Trabajadores, Francisco Rodríguez Cruz, conocido como «Paquito, el de Cuba» publicó un post en Facebook apuntando al supuesto origen externo del clima de protestas internas en la isla.
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¿Es ése el Paqui del que siempre hablas? ¿Un periodista de Trabajadores? ¿Y todavía existe ese periódico?
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Si, todavía existe. Aunque no sé cuánta gente continuar suscrita al periódico. La mayoría los usa para envolver cosas, o como papel sanitario.
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Había una revista china por los años 60, no recuerdo como se llamaba cuyo papel era buenísimo para eso.
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Yo no soy Fidel. Ni tampoco soy el nieto de Fidel, pero tambien me doy mis buenos gustos
Hola princesita
Estoy ansioso por verte
¿A que hora?
Colombiana:
Hola buenos días.
Me voy a levantar para ir
Perfecto. Te espero
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