HAY MUCHOS QUE piden ‘mano dura’ contra la gente que, evidentemente, está al límite. Son los mismos que casi nunca piden aplicar el mismo nivel de severidad de la ley escrita para combatir males que se ven a diario y que son cánceres sociales (corrupción, burocracia, inmovilismo…) Hay resoluciones de control interno (solo por citar un ejemplo) que solo quedan en un mural y nadie pide que se apliquen. Ese silencio hace mil veces más daño que un grupo de cubanos desesperados porque lo poco que tenían acaba de convertirse comida de gusanos. Esas historias hay que contarlas en nuestros medios y no estar mirando tanto al vecino. Después nadie puede quejarse de que nos robaron la narrativa.
No olvidemos que todos estos eventos ocurren luego de una sangria de casi 200 000 cubanos solamente llegando a EEUU en los últimos 12 meses, sin contar los miles que siguen desparramados por medio mundo. Imaginense estas manifestaciones con ese cuarto de millón inconforme y activo aunque sea en un 10%, habría sido una reserva importante. El régimen facilita estas salidas porque sabe a lo que se arriesga con esa olla calentándose con cada nueva metida de pata y descalabro ridículo que engaña a cada vez menos cubanos dentro y fuera de nuestro archipiélago:
AQUELLOS MISMOS que se parapetan detrás de los cuerpos militares y paramilitares -incluyendo en esos grupo a esos niños cadetes de las escuelas Camilo Cienfuegos (camilitos)- y que no hacen nada para mejorar las condiciones de vida del cubano, son los que trabajan intensamente en que estas se mantengan como estan de esta otra forma:
“El mayor daño económico a Cuba se le imputa al embargo, pero desde mi punto de vista ese daño se lo ocasionan los auténticos revolucionarios y militantes del Partido Comunista de Cuba, son ellos los que manejan los recursos que la dictadura logra comprar en el mercado internacional y que días más tarde cuando estos artículos y bienes de consumo atraviesan el umbral de las aduanas, mediante un entramado de sobornos, modelajes e informes de faltantes son saqueados sin ningún escrúpulo por estos ciudadanos de primera línea, 100% integrados, abanderados de los batallones de respuesta rápida y que nunca según ellos traicionarían a su revolución ni a su dictador [de turno]
¿Cómo vivir dentro de la legalidad en un país donde por solo abrazar la ilusión de un futuro mejor, pensar diferente, opinar cosas nuevas, te pueden enviar a la cárcel sin un juicio justo y mientras los auténticos delincuentes siguen libres en las calles, por el día aplaudiendo a su revolución y por la noche robándola y hundiéndola más en la miseria?”

Por todo eso hay decenas de miles vendiendo todo
Para irse a otro lugar
a un futuro incierto pero probable
Para dejar atrás la certera verdad
De catástrofes
Que dejan el estatismo y las mafias
.
.
.
.
Esta blancota, que no se quien es, se da un aire a la colombiana que me estoy cogiendo. Ja ja. Aunque la mia es mas delgada.
Me gustaMe gusta
Todavía hay alguno que otro idiota HP, defender al cagalitroso y a sus asesinos. En realidad estos defensores son peores que los mismos asesinos. Que tendrá esta gente en la cabeza ademas de mierda?
Me gustaMe gusta
Miren como trata este gobierno neolibral entregado a los gringos a nosotros los marginales o que no somos de la elite
Se toman el trabajo de avisar nuestras citas medicas, ademas, muchos medicamentos los entregan gratis en los Centros de Salud
MARTINEZ JULIAN/CITA:04-10-2022/12:30/ MEDICA -AZUAY/DR.PLAZA ALAN.
ESTAR 30 MIN ANTES
Me gustaMe gusta
Buen artículo, Los términos ¨fascista¨ y ¨racista¨ se han vuelto Humpty Dumpty.
“When I use a word,’ Humpty Dumpty said in rather a scornful tone, ‘it means just what I choose it to mean — neither more nor less.’
’The question is,’ said Alice, ‘whether you can make words mean so many different things.’
’The question is,’ said Humpty Dumpty, ‘which is to be master — that’s all.”
― Lewis Carroll, Through the Looking Glass
https://patriotpost.us/opinion/91787-who-are-the-neofascists-2022-10-04
Me gustaMe gusta
MARIANAO, EL 17 DE OCTUBRE DE 1962.
(DEPARTAMENTO DE VERSIONES TAQUIGRAFICAS
DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO)
Compañeros Rector, Decano y profesores de la Universidad de La Habana;
Compañeros estudiantes de medicina y de las demás facultades universitarias;
Compañeras estudiantes de enfermería (APLAUSOS);
Compañeras y compañeros del pueblo que han acudido también esta noche a este acto (APLAUSOS);
Esclavos todos:
Nosotros creíamos que en esta reunión de la familia médica iban a estar presentes los estudiantes de medicina (EXCLAMACIONES DE: “¡Sí!”), pero después hemos visto que no solamente están presentes los estudiantes de medicina, sino que están también presentes estudiantes de otras carreras universitarias; y, además, están presentes las muchachas de las escuelas de enfermeras (APLAUSOS). Y nos alegramos mucho, nos alegramos mucho, porque yo no sé qué pasaba que cuando se hablaba de todos los problemas de la medicina y de los médicos, se olvidaban las enfermeras; cuando se hablaba de las asociaciones estudiantiles, se olvidaban las escuelas de enfermeras. Las enfermeras, las escuelas de enfermeras, estaban olvidadas, siendo así que constituyen una parte importante, fundamental también, de todo el trabajo médico, y que a la Revolución le interesa mucho, porque le interesa también formar enfermeras revolucionarias (APLAUSOS).
Pero si las dejan olvidadas, si no aparecen en ningún congreso de estudiantes, si se quedan solas las enfermeras, entonces…
¡Miren qué entusiasmo tienen, a pesar de todo! Eso quiere decir que si las toman más en cuenta, van a tener un buen resultado. ¿No es cierto? (EXCLAMACIONES DE: “¡Sí!”)
Pero no solo se han reunido los estudiantes. Cuando nosotros veníamos, veíamos una multitud que venía hacia acá; y yo les preguntaba a los compañeros: bueno, ¿pero es que vamos a inaugurar un Instituto de Ciencias Básicas, o es la Segunda Declaración o la Tercera Declaración de La Habana esta noche? (APLAUSOS.) En realidad, el pueblo, el pueblo no falta, no falta nunca: viene solo (ALGUIEN DEL PUBLICO LE DICE QUE TAMBIEN ESTAN LOS COMITES DE DEFENSA). Bueno, los Comités vinieron también, pero no me digan ahora que son los Comités los que traen al pueblo, ¡es el pueblo quien trae a los Comités aquí a los actos! (APLAUSOS.)
Y tiene mucha razón en estar presente el pueblo aquí, porque al pueblo le tiene que interesar mucho este problema; y posiblemente es uno de los problemas que más interese al pueblo. Y digamos no tanto al pueblo de la ciudad, al que le interesa mucho, como aun más al pueblo del campo (APLAUSOS), porque si en la ciudad se tiene conciencia de las necesidades médicas, la conciencia de esa necesidad es mucho mayor todavía en los campos, donde nunca tuvieron hospitales, ni dentistas, ni médicos. Y, precisamente, se trata de cómo atender esa necesidad del pueblo.
Todo lo que interese al pueblo es preocupación fundamental de los revolucionarios; los revolucionarios trabajan para eso, y solo para eso: trabajan para el pueblo. Y esta es una cuestión, yo diría muy sensible, muy sensible, el problema de la medicina y el problema de la salud.
¿Por qué se interesa el Gobierno mucho por este problema? Porque este es uno de los problemas más delicados, y es uno de los problemas de más trascendencia humana para la Revolución.
Y los enemigos de la Revolución han tratado de herir a nuestro pueblo en este campo. Como los enemigos de la Revolución no tienen escrúpulos de ninguna clase, ni se puede concebir que los reaccionarios tengan escrúpulos, porque, ¡ah!, si los reaccionarios tuvieran escrúpulos, si los explotadores tuvieran escrúpulos, no habrían asesinado a tantos cientos de millones de seres humanos como han asesinado con su explotación, su hambre, su miseria crónica, en todos los rincones del mundo, en todos los continentes.
Uno de los argumentos que más puede persuadir a cualquier insensible —bueno, si es un insensible no lo voy a persuadir de ninguna manera—, yo diría a cualquier ignorante, es este problema de la salud, porque un análisis simplísimo y una comparación entre la mortalidad infantil, por ejemplo, de un país altamente industrializado, y la de un país subdesarrollado, esos datos por sí solos son tan impresionantes, que a cualquier ignorante debieran bastarle por sí solos para justificar la necesidad de las revoluciones.
Porque esa mortalidad, mientras en algunos países alcanza solo 20 por 1 000, 30 por 1 000, hay países donde alcanza cientos por mil de niños. Y el promedio de vida entre, digamos, un país imperialista, Estados Unidos, y los pueblos de Asia y de Africa, la diferencia que hay es de 64 años, ó 65, de promedio de vida a 30 años como promedio de vida. Es decir, que en infinidad de países, el promedio de vida es de 30 años; el que llega a 30 ya puede decir que llegó a su promedio.
La causa de eso está, sencillamente, en la miseria, en la falta de las más elementales condiciones de vida. Eso significa que una parte de la sociedad humana, una parte de la humanidad, es virtualmente asesinada en el mundo por los explotadores. Y esta es una realidad que las cifras están aquí, en cualquier estadística mundial; esa tragedia en que vive gran número de pueblos en el mundo.
Por eso les decía que la cuestión de la salud es uno de los problemas más sensibles; que nuestros enemigos, que no tienen escrúpulos, trataron de herir a nuestro pueblo en eso. Es muy lógico que los cubanos tengamos la aspiración de que la mortalidad infantil se reduzca; que el promedio de vida de cada ciudadano se prolongue; combatir contra las enfermedades, combatir contra la muerte. No puede haber aspiración más legítima que esa, y pudiera decirse que más sagrada que esa.
Gentes sin escrúpulos, como son los reaccionarios, trataron de herir a nuestro pueblo en eso. Es decir, trataron, para servir a sus fines innobles y odiosos, de privar a nuestro país de los recursos para luchar por la vida, para luchar contra la enfermedad, para salvar miles, decenas de miles de vidas, cientos de miles de vidas, sobre todo de vidas de niños.
Y así, trataron de herir a nuestro pueblo en ese aspecto tan sensible. ¿Cómo? Llevándonos los médicos.
Entre todas las cosas que ha hecho el imperialismo, y que ha cometido muchos crímenes, y ha cometido muchas fechorías y muchos actos vandálicos, porque desde el primer día, con una falta de escrúpulos increíble, ha perpetrado cuantas fechorías y cuantos actos vandálicos se le puedan haber ocurrido contra nuestro país, desde los sabotajes, como la explosión del vapor “La Coubre”, hasta las quemas de cañaverales, los ataques piratas, y sin contar las agresiones económicas, y además las agresiones militares.
A nosotros no se nos podrá olvidar nunca —¡nunca!—, y eso lo llevaremos siempre dentro y el recuerdo de eso lo tendremos siempre presente, las intenciones cuando nos atacaron por Playa Girón, que para nosotros es muy claro que la intención que tenían era apoderarse de un pedazo del territorio, y desde allí empezar a bombardear todos los días y todas las noches, someter a nuestro país a una guerra de desgaste que habría costado cientos de miles de vidas. Pero con todo y eso, una de las acciones más canallescas que el imperialismo ha realizado contra nuestro país, fue la política de sobornar médicos, y tratar de lograr el éxodo de médicos de nuestro país hacia Estados Unidos; es decir, privar a nuestro país de personal técnico calificado para atender a nuestros enfermos. Y, efectivamente, logró llevarse un determinado número de médicos.
¿Le preocupa este problema a la Revolución? Sí, le preocupa. Ellos sabían que hacían daño, no a nosotros, a los hombres del gobierno, no a los dirigentes revolucionarios, sino al pueblo. Y lo que nos dolía a nosotros era precisamente eso: el daño inhumano, el daño cruel que al pueblo hacían con esa política. Porque nosotros sabemos el ansia, la obsesión que tienen los campesinos, por ejemplo, por el médico; lo que agradecen los campesinos el servicio médico rural, las medicinas que se les envían, los hospitales que se les han construido.
Nosotros sabemos que una de las cosas en que se ha hecho sentir todo el peso de la Revolución, es en el campo de la salud, porque en nuestro país había 9 000 camas en hospitales nacionales del Estado y unas 11 000 camas en clínicas privadas. Al servicio del pueblo había solo 9 000 camas; las 9 000 se han elevado, en hospitales del Estado, a 28 000, lo que unido a las clínicas y a los hospitales mutualistas, hay actualmente 38 000 camas (APLAUSOS).
Todo el mundo sabe cómo antes atendían en los hospitales a los enfermos, que tenían que dormir muchas veces en el suelo; el estado de pobreza, de espanto que había en muchos hospitales.
Todo el mundo sabe eso. Y a ese hospital era el hospital donde tenían que ir el hombre y la mujer humilde del pueblo, y que esa situación ha cambiado totalmente, y que ese cuadro dantesco no se ve hoy en ningún hospital; que los únicos beneficiarios de eso son las familias humildes de nuestro pueblo (APLAUSOS).
Todo el mundo sabe que a nuestros campos nunca iba un médico, nunca iba un médico; que la población rural estaba virtualmente abandonada, que un campesino para ver a un médico tenía que empezar por vender un cochinito, media docena de gallinas, cualquier cosa de esas. Eso lo sabe todo el mundo.
Y, sin embargo, cuando triunfa la Revolución y se organiza la medicina rural, millones de personas comenzaron a recibir los servicios médicos. Naturalmente que esa era una situación muy distinta de la situación del pasado; y naturalmente que entonces los imperialistas no trataban de llevarse ningún médico, ningún especialista.
Cuando nuestro pueblo no tenía asistencia médica, ellos no se preocupaban de llevarse para Estados Unidos a los médicos, les era indiferente. Cuando en nuestro país comenzó un extraordinario programa de asistencia médica, que elevó de 21 millones de pesos a 103 millones de pesos los fondos destinados a la salud pública (APLAUSOS) —¡de veintiún a ciento tres millones!—, entonces sí se preocuparon por tratar de privar a nuestro pueblo de médicos.
Desde luego que los médicos que se llevaron no eran unos corderitos ni unos santos, por supuesto.
Otra cosa había antes: los estudiantes terminaban en la universidad después de pasar miles de trabajos, porque tenían que vivir en casa de huéspedes, tenían que pasar —sobre todo los estudiantes del interior— un trabajo enorme para poder graduarse, y después no tenían empleo en ninguna parte. Y los médicos se acumulaban en la capital. Y se podía considerar muy afortunado el médico recién graduado que le dieran un puestecito en el Ayuntamiento, en un hospital, de médico, y le pagaban 100 pesos, o 120, cualquier cosa. Eso también es cosa conocida.
Entonces no se iban, y cuando se iban algunos era huyéndole al desempleo, huyéndole al desempleo.
Yo creo que estos antecedentes sirven para hacerse una idea de la falta de razón, de la falta de moral que ha caracterizado la política, tanto de los imperialistas como de los médicos que les hicieron el juego y se fueron.
Ya no vamos a hablar del médico especialista, que apenas un médico… Porque hay que ver que, en primer lugar, un médico no es un producto espontáneo; el médico es producto de un proceso de educación, de una enseñanza universitaria en una universidad que era gratuita; de esa universidad salían… aunque desde luego, no todo el mundo tenía acceso a esa universidad.
Cuando un médico en la sociedad de clases que teníamos, en la sociedad explotadora en que vivíamos, se hacía famoso, se hacía un gran especialista, ya el pueblo no podía contar más con ese médico, solo por excepción; porque siempre, naturalmente, hay sus excepciones. Pero solía ocurrir que se convertía en un médico famoso y cobraba 100 pesos. Ya era el médico de los más ricos.
A un pobre —excepto en caso de excepción, de profesores universitarios, de médicos que prestaban servicios algunas horas en algunas instituciones del Estado— le resultaba muy difícil, a un hombre humilde del pueblo, recibir los servicios de un médico especialista.
Muchos de esos médicos eran los médicos de los dueños de los centrales azucareros, de los millonarios, y cuando se fueron los millonarios… Bueno, no vamos a decir que perdieron su clientela, porque aquí ningún médico ha perdido clientela, pero perdieron sus amistades; las echaron de menos y se marcharon.
Independientemente de que a muchos médicos de los que sedujeron para ir a Estados Unidos los pusieron a fregar platos y los pusieron a manejar elevadores y a vender leche —me dicen por allí y por algo lo dicen—, independientemente de eso, no cabe duda de que la actitud de los médicos que se fueron fue una actitud muy inmoral. Y yo particularmente lo he dicho siempre: soy contrario de que nosotros nunca más dejemos regresar a uno solo de esos médicos (APLAUSOS), porque entiendo realmente que ese es un tipo de crimen, ese es un tipo de crimen que no puede tener perdón nunca. Porque ese es un crimen contra el pueblo, contra el enfermo, contra el infeliz, contra el que sufre; y ese crimen no debe tener jamás perdón (APLAUSOS).
Nosotros sabemos, compañeros y compañeras, que a nuestros enemigos se les llenará la cabeza de canas, que nuestros enemigos envejecerán fuera de la patria. Nosotros estamos seguros de eso (APLAUSOS). Nosotros estamos seguros de que algún día llorarán amargamente su falta de fe en la patria, sus espíritus cobardes, su condición de traidores. No tengo la menor duda de eso. ¡Y no tengo la menor duda de que algún día muchos pedirán de rodillas regresar a Cuba! (APLAUSOS.)
Y si algún día —escúchese bien— fuera el pueblo indulgente con esos que se marcharon, creo que con los que nunca debe serlo es con los médicos que se fueron (APLAUSOS). Ese es, al menos, un punto de vista sincero y firme que sostengo y he sostenido. Porque los caminos para resolver nuestros problemas no son esperar que regresen. No. Esa clase de médicos no los queremos nunca (APLAUSOS).
¿Con quiénes debemos resolver los problemas? En primer lugar, debemos resolver los problemas con los médicos buenos (APLAUSOS). Porque es justo señalar que si ha habido médicos muy corrompidos, muy envilecidos y muy mercantilizados, ha habido también muchos, pero muchos, médicos buenos (APLAUSOS), de conciencia, humanos, que entienden su profesión como deben entenderla.
Unos hicieron el juramento de Hipócrates, y otros hicieron el juramento de hipócritas (RISAS Y APLAUSOS). Los que hicieron el juramento verdadero y entendieron su misión como una misión sagrada, esos ni se marcharon ni se marcharán nunca (APLAUSOS). Y, en primer lugar, con esos tenemos que resolver el problema.
En cierto momento aquí, los compañeros del ministerio habían adoptado una medida, a fin de que en ciertos hospitales la acción de los contrarrevolucionarios y del imperialismo no privara al pueblo de ciertos servicios, como fue la medida de no darles permiso a los médicos que quisieran marcharse.
Después, cuando nosotros discutimos y analizamos esa situación, prevaleció el punto de vista de que no debía prohibírsele a ninguno salir, no establecer un sistema de excepción; que si había necesidades de tipo inmediato, o un daño inmediato, se resolviera mediante el procedimiento de exigir la solicitud de permiso con un año de anticipación, para dar tiempo al ministerio a encontrar solución a la deficiencia que pudiera producirse en algún hospital. Es decir, se mantiene y se mantendrá la política de dejar salir a los que quieran irse (APLAUSOS); se mantiene y se mantendrá.
Porque nosotros —repito— debemos resolver los problemas por otros caminos; en primer lugar, con los médicos buenos.
La sociedad cubana, en el futuro, no dará ese tipo de hombres, del que se va. Los hombres que en medio de una sociedad de corrupción y de egoísmo permanecieron puros, con seguridad que tienen una gran calidad humana y que pueden servir de semilla y de maestros.
Era lógico que la sociedad capitalista produjera ese tipo de basura —por no calificarlo de otra manera (RISAS)—; de aquella sociedad tenía que salir eso: aquellos superprivilegiados, aquella gente corrompida, mercantilizada.
¿Qué significa los que se han ido? Hablando en términos médicos —que yo sé muy poco de medicina (RISAS)—, lo mismo que cuando se aprieta un tumor.
Los imperialistas tratan de hacer propaganda con los que se han ido. Eso equivale a hacer propaganda con el pus, porque lo que se ha ido es el pus de la sociedad cubana, cuando la Revolución apretó esa sociedad (APLAUSOS). ¡Y lo bien que se siente el cuerpo cuando elimina el pus! (APLAUSOS Y RISAS.)
Vean ustedes cómo el espíritu revolucionario, el espíritu proletario que es el espíritu fuerte, recio, combativo, disciplinado, entusiasta, firme, ese se eleva cada día más en nuestro pueblo; y se ve diariamente, se ve en las masas, las masas tienen cada vez más filo, más fuerza. Y es impresionante, realmente, y nosotros hemos sido testigos de esto, porque hemos vivido todo ese proceso desde el primer día, desde el primero de enero hasta hoy. Y vemos hoy la fuerza de la masa, el espíritu de acero que se ve en nuestro pueblo (APLAUSOS).
Ya aquel espíritu pequeñoburgués, blandengue, vacilante, de los primeros tiempos, no se ve por ninguna parte (APLAUSOS). Hay otro pueblo, y numeroso, numeroso —da la impresión de que fuera más numeroso cada día—, fuerte, recio, consciente. Ya no es aquel entusiasmo espontáneo de los primeros días; hoy es el entusiasmo consciente. Y eso se ve por todas partes: un entusiasmo de Patria o Muerte (APLAUSOS).
Eso ha saneado mucho la atmósfera. Los gringos se llevaron la basura, han recolectado una cantidad de lumpen; cuanto vicioso y corrompido había en este país, se lo llevaron (RISAS). Han hecho una colección verdaderamente maravillosa (RISAS). Y, además, nos han hecho un favor, señores, que es una de las pocas cosas por las que les podemos dar las gracias. ¿Ellos los quisieron? ¡Allá los tienen! Sin duda que el país se ha depurado.
Bien, ¿qué debemos hacer? Seguir adelante, y resolver los problemas para siempre. Los ratos amargos ya pasaron, ya pasaron; ahora vienen estos ratos, que son mejores.
¿Qué es lo que compensa ante nuestro pueblo, qué es lo que compensa ante nuestros sentimientos de revolucionarios, la repugnancia y el asco de los traidores y los desertores? Esto: esta masa nueva, este contingente que empieza a estudiar, y la masa actual bastante depurada —aunque le falta todavía depurarse un poquitico— de los actuales estudiantes universitarios (APLAUSOS).
Yo puedo decir y puedo asegurar que la Escuela de Medicina cuenta, que nuestro país cuenta hoy en la Escuela de Medicina con una formidable masa de buenos estudiantes y de estudiantes revolucionarios (APLAUSOS). Quedan algunos, quedan algunos que todavía están pensando alzarse con su team (EXCLAMACIONES). Y como la Escuela de Medicina —igual que toda la universidad— cuenta con un magnífico grupo de dirigentes y de compañeros muy responsables y muy serios, discutiendo con ellos todos estos problemas de la medicina, nosotros hemos defendido el punto de vista —con el cual ellos están muy de acuerdo— de que a esos elementos, que son conocidos, no les permitan matricularse en la Escuela de Medicina de la Universidad (APLAUSOS).
¿Es justo, es justo que el pueblo se gaste su dinero, el dinero de los que sudan la camisa, el dinero de los trabajadores, en enseñar a un “gusanito” (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”), en darle título a un “gusanito”? (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”) ¿Es justo que nuestra gloriosa universidad y nuestros profesores universitarios tengan que trabajar arduamente, para que se beneficie con eso un “gusanito”, embrión de traidor? ¡No! Y con el enemigo: ¡Duro con el enemigo, duro! (APLAUSOS.)
Ya con esos no vale la pena ningún trabajo persuasivo, ni mucho menos. Porque a esos habría que hacerles la trepanación del cráneo (EXCLAMACIONES), y ese tipo de operaciones no se hace aquí.
Entonces, ¿qué debemos hacer en nuestra universidad, en la Escuela de Medicina, con esos elementos conocidos que queden? ¡No matricularlos! (EXCLAMACIONES.) Y que queden todo el material, todos los libros, todas las facilidades y todos los recursos del pueblo para estudiantes que van a servir al pueblo (APLAUSOS).
¿Con qué se puede contar ya, desde ahora? Con varios cientos de magníficos compañeros que se irán graduando todos los años, y que irán reforzando el contingente de médicos revolucionarios (APLAUSOS), y que irán dándole al país el aporte de una mentalidad nueva, de una concepción nueva de la función del médico; función que, al igual que la del maestro, el pueblo debe tener en la más alta estima, ¡en la más alta estima! Y, claro, los malos médicos conspiran contra el buen concepto que el pueblo debe tener del médico.
Y esa masa ya significará un aporte año por año y una conciencia firme, limpia, de médicos que trabajen, que los sueldos que tienen los ganen trabajando, de médicos despojados de todo sentido egoísta y mercantilista (APLAUSOS). Que el pueblo puede pagar perfectamente bien a sus médicos, con lo que necesitan y más de lo que necesitan. ¡Y el pueblo remunera bien a los médicos!
Ese contingente irá creando un espíritu que se opondrá a ese espíritu egoísta, o a los restos del espíritu egoísta, acomodaticio, que aun quedan, de médicos que cobran un sueldo muy alto y no van nada más que una hora —que los hay, ¡que los hay!—; ese espíritu que tiende a corromper al estudiante, ¡incluso al estudiante! ¿Por qué esa práctica de tomar a un estudiante como ayudante para realizar determinadas operaciones, cobrarlas y darle algo, o de emplear como médicos a estudiantes, que algunas cliniquitas privadas practicaban?
Y nosotros, discutiendo con los compañeros de la Escuela de Medicina, les dijimos: es necesario, cueste lo que cueste —fíjense bien: ¡Cueste lo que cueste!—, ponerles fin a esas prácticas, ¡cueste lo que cueste! Y cuando la Revolución dice cueste lo que cueste, lo dice en serio (APLAUSOS).
Los compañeros de la dirección estudiantil nos plantearon: pero es que hay buenos compañeros estudiantes que actualmente se ganan la vida haciendo algunos de esos tipos de trabajo. Y nosotros decíamos: eso es lo lamentable, que buenos estudiantes y buenos compañeros empiecen a ser víctimas de esas prácticas, aparte de que era un engaño al pueblo.
Y por eso, el Gobierno dio la orientación de ir resolviendo el problema de esas clínicas que quedaban, y que conspiraban contra una sana política en este frente que tanto interesa al pueblo y que tanto tiene que ver con el pueblo. Entonces nosotros planteamos: al compañero que esté hoy trabajando en eso, le damos otro trabajo, o lo becamos y ayudamos a su familia; pero por una vía o por otra tenemos que resolver ese problema del estudiante trabajando, porque ya empezaban, incluso, a corromper al estudiante, a pagarle 100, 200 y 300 pesos. No tenían interés ni en graduarse, ¿para qué? Si ya antes de graduarse, ni de hacer medicina rural, ni de sacar título… Eso era, realmente, una práctica que iba contra la moral que se debe formar en los estudiantes precisamente, que tendía a la corrupción del estudiante.
Y nosotros planteamos que ese problema había que abordarlo resueltamente; que como teníamos mucho interés en los médicos, en formar médicos —y médicos buenos—, que, incluso, a todo estudiante que estuviera trabajando y no pudiera estudiar tiempo completo, el país podía ayudarlo, de manera que dejara el trabajo y se le subvencionara para que pudiera dedicar todo el tiempo al estudio. Porque también es lógico que un estudiante que estudia cinco años, y todos los días le tiene que quitar cinco horas al estudio, no puede ser un médico igual que aquel que le pudo dedicar al estudio esas cinco horas todos los días. Y nos interesaban médicos buenos.
Entonces, se tomó el acuerdo de subvencionar a todos esos estudiantes que estuvieran trabajando para que desde ese momento, en la Universidad de La Habana, el estudiante de medicina fuese estudiante de tiempo completo. No se hizo esa práctica en los de primer año, es decir, en los que ingresan ahora. ¿Por qué? Porque aquella política de subvencionar a los estudiantes que estuvieran trabajando se podía hacer con los que ya estaban estudiando, pero no se podía sentar el precedente de que el que ingresara trabajando ya desde ese momento fuera subvencionado; porque, si no, los estudiantes de bachillerato iban a estar trabajando desde el cuarto año, desde el primero o segundo año de preuniversitaria, para cuando llegaran a la universidad, y cuando llegaran a la universidad iba a haber un verdadero gravamen para la economía nacional. Entonces, no se aplicó ese concepto a los que ingresan ahora en la facultad, pero sí a todos los que estaban estudiando, al efecto de poder seguir una política realmente correcta y formar buenos médicos (APLAUSOS).
Nosotros entendemos que eso es lo que verdaderamente resulta útil y beneficioso a nuestro país, y que la Revolución debe poner fin a todas las prácticas que conspiren contra los intereses presentes; pero, sobre todo, contra toda práctica que conspire contra los intereses futuros del pueblo. Porque hay que pensar, sobre todo, en el futuro, en el mañana (APLAUSOS).
Ya nuestro pueblo puede tener la seguridad de que todos los jóvenes que están estudiando en la Facultad de Medicina están estudiando tiempo completo, y que vamos a crear, a formar médicos, en cantidades masivas, mucho mejores, ¡mucho mejores! Y entendemos que ese es un deber que tiene la Revolución con el pueblo (APLAUSOS).
Ahora bien: ¿La solución definitiva del problema estaba en eso? ¡No! Hay, por ejemplo, una circunstancia, cual es la siguiente: los médicos se amontonaban en La Habana, y en La Habana hoy sobran médicos. La sociedad aquella amontonó médicos en La Habana; y después no querían irse. Para Miami, sí; ¡para la Sierra Maestra, no! (APLAUSOS.) Y muchos de esos cogían mejor el caminito de fuera que el caminito de ir a servir a su pueblo. Y se amontonaron los médicos en la capital, y todavía sobran médicos en la capital.
Los problemas no se resolvían siquiera con esas medidas que se apuntaban. ¿Dónde está la verdadera y la definitiva solución del problema, dónde? Con vistas al futuro, la única, la verdadera, la definitiva solución, es la formación masiva de médicos (APLAUSOS). Y la Revolución tiene hoy fuerzas y tiene recursos y tiene organización y tiene hombres —¡hombres!, que es lo más importante— para comenzar un plan de formación de médicos en las cantidades que sean necesarias (APLAUSOS). Y no solo muchos, sino sobre todo buenos; y no solo buenos como médicos, ¡sino buenos como hombres y como mujeres, como patriotas y como revolucionarios! (APLAUSOS.)
¿Y quién dice que la Revolución no puede hacer eso? ¡Estamos ya pudiendo! Y la mejor prueba es este acto de esta noche.
Los profesores de la Universidad de La Habana han preparado un formidable programa de formación de médicos. Claro que es un programa revolucionario y para hacerlo en una hora como esta, pero un programa formidable, que va a formar médicos mejores y en menos tiempo.
Claro está que para ingresar en la universidad se necesita, por lo menos, ser bachiller. ¿Qué se hizo? Se decidió aceptar como estudiantes de medicina tanto a estudiantes de ciencias como de letras, o bachilleres en ciencias como en letras, previo un cursillo que comienza mañana.
En virtud de eso, ya ingresan en este Instituto de Ciencias Básicas unos 800 estudiantes; y en la Universidad de Oriente, 240, que hacen un total de más de 1 000, ¡más de mil que comienzan a estudiar! Eso, este año.
Pero, simultáneamente con este Instituto, mañana comienzan un cursillo de 15 meses 1 300 estudiantes de bachillerato (APLAUSOS) que, unidos a los que se gradúan de bachillerato, permitirán que el año próximo, contando las bajas académicas, el año próximo entren aquí, o comiencen en la universidad, es decir, aquí mismo —pero como ellos van a hacer su cursillo de 15 meses, estos tres meses que ustedes van a estudiar ahora, los van a estudiar ellos en la escuela donde están— 1 250.
Pero, simultáneamente, este año, por lo menos 2 500 jóvenes de secundaria básica comienzan a hacer un preuniversitario especial de dos años, para ingresar, inmediatamente después, en la Escuela de Medicina (APLAUSOS).
¿Y después? Después ya será un río de estudiantes de medicina: 1 000 este año, que comenzarán a estudiar en 1963; 1 250, que comenzarán en 1964; 2 500, que comenzarán en 1965 y, desde luego, como la Revolución no ha trabajado en balde, la Revolución puede hacer eso porque cuenta con enormes contingentes de becarios, donde puede seleccionar a los estudiantes por su vocación y por su capacidad, porque la Revolución viene haciendo una obra educacional desde el principio. Téngase en cuenta que había estudiando secundaria unos 120 000 cuando la Revolución llegó al poder, y que ahora hay cerca de 250 000 (APLAUSOS). Son cifras, son hechos y son el fruto de la propia obra de la Revolución. Y ahora tenemos que hacer cursos especiales, pero a partir de 1965 no cabrán ni aquí ni en otro edificio como este los que podrán estudiar medicina. ¡Y esa es la solución, la única y la definitiva solución!
¿Y qué tipo de estudiantes? Un tipo infinitamente superior al estudiante de antes —como todo lo de hoy es distinto a lo de antes—, como muy bien recalcaba el decano de la Facultad de Ciencias Médicas, que ya no es aquel caos, aquella costumbre americana odiosa de pelar al rape a los novatos, sino que se les recibe con música, con todos los honores del estudiantado, del pueblo, en un ambiente fraternal, acogedor, entusiasta, optimista: todos a preocuparse por ellos, por el lugar donde van a vivir, por los equipos y los libros con que van a estudiar, por la alimentación que van a tener, por su programa. Y estudiantes que van a estudiar todo el tiempo, todo el tiempo; porque el primer año lo hacen como internos.
Y así, la Revolución puede hoy, con satisfacción, contemplar este magnífico edificio —cuyos antiguos estudiantes o antiguas estudiantes han de estar, por lo menos en un 90%, del lado de allá— convertido en un centro docente, verdadero orgullo de nuestro país, donde van a empezar a estudiar 800 del lado de acá (APLAUSOS). ¡Y a estudiar de verdad!
Son hombres, compañeros y compañeras del pueblo, jóvenes llenos de optimismo, llenos de alegría, como es lógico, y que van a disponer de todos los recursos y de todo el tiempo para estudiar; y se va a dar el caso de algunos de estos jóvenes que van a terminar la medicina a los 20 años —a los 20 años y a los 21 años—, y que van a tener toda una vida por delante para seguir estudiando, para seguir aprendiendo, para seguir capacitándose, superándose, adquiriendo experiencia. Y ese es el porvenir de nuestro país, y ese es el panorama del futuro; futuro que no viene por sí solo, sino que hay que forjar, que hay que hacer. Y esas son Las perspectivas que tiene la medicina en nuestro país.
Y cuando aquellos señores, cansados, hastiados, decepcionados, reumáticos y canosos, se pongan de rodillas para pedir el regreso, les preguntaremos: ¿Regreso para qué? (APLAUSOS.) Si tenemos legiones de médicos jóvenes, competentes, llenos de fe, llenos de entusiasmo, llenos de ardor, ¿para qué? ¿Regresar? ¿Disponer de una casa para uno de ellos? ¡No! ¿Cómo le vamos a dar una casa a uno de esos señores mientras haya un obrero sin casa, un campesino sin casa? (APLAUSOS.) Porque aquí no se construirá una sola casa que no sea para entregársela, en primerísimo lugar, a una familia de las buenas, de las que trabajan, de las que producen, de las que la necesitan.
Y entonces llegará el momento más amargo para ellos, y nosotros no los necesitaremos. Hoy no los necesitamos, mucho menos los necesitaremos mañana.
Pero, además, quiero decirles algo: además de los médicos que tenemos, tenemos médicos de distintos países (APLAUSOS), igual que profesores de distintos países, trabajando en nuestro país. Por lo tanto, estos tiempos los podemos campear perfectamente bien. No solo eso, no solo eso, sino que aun podemos hacer algo —aunque tenga sobre todo carácter simbólico más que otra cosa— para ayudar a otros países.
Y así por ejemplo tenemos el caso de Argelia (APLAUSOS). En Argelia la mayor parte de los médicos eran franceses, y muchos se marcharon. Y así, con 4 millones más de habitantes que nosotros, gran número de enfermedades que dejó allí el coloniaje, disponen de la tercera parte, de menos de la tercera parte de los médicos que nosotros tenemos. Tienen una situación verdaderamente trágica en el campo de la salud.
Y por eso nosotros, conversando hoy con los estudiantes, les planteábamos que hacen falta 50 médicos voluntarios para ir a Argelia, para ir a Argelia a ayudar a los argelinos (APLAUSOS). Y estamos seguros de que esos voluntarios no faltarán.
Cincuenta nada más. Estamos seguros de que se van a ofrecer más, como expresión del espíritu de solidaridad de nuestro pueblo con un pueblo amigo que está peor que nosotros, ¡peor que nosotros!
Claro, hoy podemos mandar 50; dentro de 8 ó 10 años no se sabe cuántos, y a nuestros pueblos hermanos podremos darles ayuda. Porque cada año que pase tendremos más médicos, y cada año que pase más estudiantes ingresarán en la Escuela de Medicina; porque la Revolución tiene derecho a recoger lo que siembra, y tiene derecho a recoger los frutos que ha sembrado (APLAUSOS).
Y nuestro país, nuestro país muy pronto, muy pronto —y podemos proclamarlo con orgullo— tendrá mayor número de técnicos que ningún país de América Latina (APLAUSOS); y nuestras universidades irán creciendo, y los estudiantes en nuestras universidades se contarán por decenas y decenas de miles, y nuestros cuerpos de profesores serán cada vez más experimentados. Los años pasan, y pasan rápido, y el esfuerzo de la Revolución se ve.
Decimos años, pero años que pasarán y que nos permitirán ver ese cuadro de 40 000 ó 50 000 estudiantes universitarios y de jóvenes graduándose por millares y decenas de millares, porque para eso la Revolución puede, porque es la Revolución y solo la Revolución la que puede realizar esas proezas (APLAUSOS); y es un pueblo revolucionario y solo un pueblo revolucionario quien puede llevar adelante semejantes tareas.
Por eso, compañeros y compañeras, hoy es un día importante, hoy es un día de júbilo para nuestro pueblo, hoy es un día de Íntimo regocijo para los revolucionarios, porque la Revolución no se concreta a exponer ideas, sino a realizar ideas; la Revolución no es teoría, es sobre todo hechos. Y cuanto la Revolución se ha propuesto, lo ha logrado; cuanto la Revolución ha iniciado, lo ha llevado adelante. Y esto es producto de idea convertida en realidad, de obra emprendida que se lleva adelante, razón para ser optimistas; razón para creer cada vez más en el dinamismo de una Revolución y en la capacidad creadora de nuestro pueblo.
Y es motivo de júbilo, sobre todo, porque sabemos lo que esto significa, porque sabemos que con esto nos defendemos de los golpes más bajos del enemigo en el aspecto más sensible de nuestro pueblo, porque sabemos que esto significa centenares de miles de niños que se salvarán para la patria (APLAUSOS), porque sabemos que esto significa salud para nuestro pueblo, porque sabemos que esto significa elevar el promedio de vida de cada ciudadano de nuestra patria; porque sabemos que esto significa, unido a todo el resto del trabajo revolucionario, el aumento de la producción de nuestro pueblo, la creación de las condiciones no solo para combatir las enfermedades, sino para prevenirlas. Porque en el futuro tendremos cada día más médicos, y cada día menos enfermos (APLAUSOS).
Y ahí están los hechos, ahí están los hechos: hace seis meses no ha habido un solo caso de poliomielitis en nuestro país (APLAUSOS); hace seis meses ninguna madre, ninguna familia ha tenido que pasar por el dolor inenarrable de ver a su hijo inválido. Y así, cientos de niños se han salvado, cientos de vidas felices se han salvado; la felicidad y la alegría de cientos de familias se han salvado. Y no importa que fueran cientos, porque entre esos cientos podía estar cualquier familia. Es el beneficio para toda la familia, porque cuando una espada que pesa sobre la cabeza de cualquier hijo desaparece —espada que puede amenazar a una o a otra—, cuando esa espada se quita de sobre las cabezas de todos los niños de Cuba, todos los niños y todas las familias son beneficiadas por el esfuerzo del Ministerio de Salud Pública, apoyado en las masas, por el esfuerzo de las organizaciones de masas con la vacunación (APLAUSOS).
Y así, de nuevo arremete la Revolución contra las enfermedades y se dispone a salvar miles de vidas del tétanos, de la difteria y de la tosferina, que son otras tantas enfermedades que sacrifican a miles de niños todos los años, y que puede contraer cualquier niño de cualquier familia. ¿Cómo? Previniendo a través de la vacunación esos tipos de enfermedades. Y así iremos combatiendo enfermedad por enfermedad, así iremos disminuyendo el número de epidemias, el número de muertes, el número de víctimas. Y así se irá cumpliendo ese gran propósito: ir pasando de la medicina terapéutica a la preventiva, es decir, evitar que se enfermen los ciudadanos.
Y ha de ser brillante el porvenir de nuestro pueblo, brillante la salud de nuestro pueblo, cuando, por un lado, combatimos las enfermedades, disminuimos sus víctimas, luchamos contra ellas hasta hacerlas desaparecer; y, por otro lado, contingentes de jóvenes entusiastas, que son esperanzas de la patria, forjadores de la salud de nuestro pueblo, salvadores de vidas, entran en una institución como esta.
Por eso, podemos decir hoy: ¡Vivan nuestros estudiantes universitarios! (EXCLAMACIONES DE: “¡Vivan!”) ¡Vivan los jóvenes que ingresan en estos centros docentes! (EXCLAMACIONES DE: “¡Vivan!“)
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
(OVACION)
Me gustaMe gusta
MARIANAO, EL 17 DE OCTUBRE DE 1962.
(DEPARTAMENTO DE VERSIONES TAQUIGRAFICAS
DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO)
Compañeros Rector, Decano y profesores de la Universidad de La Habana;
Compañeros estudiantes de medicina y de las demás facultades universitarias;
Compañeras estudiantes de enfermería (APLAUSOS);
Compañeras y compañeros del pueblo que han acudido también esta noche a este acto (APLAUSOS);
Esclavos todos:
Nosotros creíamos que en esta reunión de la familia médica iban a estar presentes los estudiantes de medicina (EXCLAMACIONES DE: “¡Sí!”), pero después hemos visto que no solamente están presentes los estudiantes de medicina, sino que están también presentes estudiantes de otras carreras universitarias; y, además, están presentes las muchachas de las escuelas de enfermeras (APLAUSOS). Y nos alegramos mucho, nos alegramos mucho, porque yo no sé qué pasaba que cuando se hablaba de todos los problemas de la medicina y de los médicos, se olvidaban las enfermeras; cuando se hablaba de las asociaciones estudiantiles, se olvidaban las escuelas de enfermeras. Las enfermeras, las escuelas de enfermeras, estaban olvidadas, siendo así que constituyen una parte importante, fundamental también, de todo el trabajo médico, y que a la Revolución le interesa mucho, porque le interesa también formar enfermeras revolucionarias (APLAUSOS).
Pero si las dejan olvidadas, si no aparecen en ningún congreso de estudiantes, si se quedan solas las enfermeras, entonces…
¡Miren qué entusiasmo tienen, a pesar de todo! Eso quiere decir que si las toman más en cuenta, van a tener un buen resultado. ¿No es cierto? (EXCLAMACIONES DE: “¡Sí!”)
Pero no solo se han reunido los estudiantes. Cuando nosotros veníamos, veíamos una multitud que venía hacia acá; y yo les preguntaba a los compañeros: bueno, ¿pero es que vamos a inaugurar un Instituto de Ciencias Básicas, o es la Segunda Declaración o la Tercera Declaración de La Habana esta noche? (APLAUSOS.) En realidad, el pueblo, el pueblo no falta, no falta nunca: viene solo (ALGUIEN DEL PUBLICO LE DICE QUE TAMBIEN ESTAN LOS COMITES DE DEFENSA). Bueno, los Comités vinieron también, pero no me digan ahora que son los Comités los que traen al pueblo, ¡es el pueblo quien trae a los Comités aquí a los actos! (APLAUSOS.)
Y tiene mucha razón en estar presente el pueblo aquí, porque al pueblo le tiene que interesar mucho este problema; y posiblemente es uno de los problemas que más interese al pueblo. Y digamos no tanto al pueblo de la ciudad, al que le interesa mucho, como aun más al pueblo del campo (APLAUSOS), porque si en la ciudad se tiene conciencia de las necesidades médicas, la conciencia de esa necesidad es mucho mayor todavía en los campos, donde nunca tuvieron hospitales, ni dentistas, ni médicos. Y, precisamente, se trata de cómo atender esa necesidad del pueblo.
Todo lo que interese al pueblo es preocupación fundamental de los revolucionarios; los revolucionarios trabajan para eso, y solo para eso: trabajan para el pueblo. Y esta es una cuestión, yo diría muy sensible, muy sensible, el problema de la medicina y el problema de la salud.
¿Por qué se interesa el Gobierno mucho por este problema? Porque este es uno de los problemas más delicados, y es uno de los problemas de más trascendencia humana para la Revolución.
Y los enemigos de la Revolución han tratado de herir a nuestro pueblo en este campo. Como los enemigos de la Revolución no tienen escrúpulos de ninguna clase, ni se puede concebir que los reaccionarios tengan escrúpulos, porque, ¡ah!, si los reaccionarios tuvieran escrúpulos, si los explotadores tuvieran escrúpulos, no habrían asesinado a tantos cientos de millones de seres humanos como han asesinado con su explotación, su hambre, su miseria crónica, en todos los rincones del mundo, en todos los continentes.
Uno de los argumentos que más puede persuadir a cualquier insensible —bueno, si es un insensible no lo voy a persuadir de ninguna manera—, yo diría a cualquier ignorante, es este problema de la salud, porque un análisis simplísimo y una comparación entre la mortalidad infantil, por ejemplo, de un país altamente industrializado, y la de un país subdesarrollado, esos datos por sí solos son tan impresionantes, que a cualquier ignorante debieran bastarle por sí solos para justificar la necesidad de las revoluciones.
Porque esa mortalidad, mientras en algunos países alcanza solo 20 por 1 000, 30 por 1 000, hay países donde alcanza cientos por mil de niños. Y el promedio de vida entre, digamos, un país imperialista, Estados Unidos, y los pueblos de Asia y de Africa, la diferencia que hay es de 64 años, ó 65, de promedio de vida a 30 años como promedio de vida. Es decir, que en infinidad de países, el promedio de vida es de 30 años; el que llega a 30 ya puede decir que llegó a su promedio.
La causa de eso está, sencillamente, en la miseria, en la falta de las más elementales condiciones de vida. Eso significa que una parte de la sociedad humana, una parte de la humanidad, es virtualmente asesinada en el mundo por los explotadores. Y esta es una realidad que las cifras están aquí, en cualquier estadística mundial; esa tragedia en que vive gran número de pueblos en el mundo.
Por eso les decía que la cuestión de la salud es uno de los problemas más sensibles; que nuestros enemigos, que no tienen escrúpulos, trataron de herir a nuestro pueblo en eso. Es muy lógico que los cubanos tengamos la aspiración de que la mortalidad infantil se reduzca; que el promedio de vida de cada ciudadano se prolongue; combatir contra las enfermedades, combatir contra la muerte. No puede haber aspiración más legítima que esa, y pudiera decirse que más sagrada que esa.
Gentes sin escrúpulos, como son los reaccionarios, trataron de herir a nuestro pueblo en eso. Es decir, trataron, para servir a sus fines innobles y odiosos, de privar a nuestro país de los recursos para luchar por la vida, para luchar contra la enfermedad, para salvar miles, decenas de miles de vidas, cientos de miles de vidas, sobre todo de vidas de niños.
Y así, trataron de herir a nuestro pueblo en ese aspecto tan sensible. ¿Cómo? Llevándonos los médicos.
Entre todas las cosas que ha hecho el imperialismo, y que ha cometido muchos crímenes, y ha cometido muchas fechorías y muchos actos vandálicos, porque desde el primer día, con una falta de escrúpulos increíble, ha perpetrado cuantas fechorías y cuantos actos vandálicos se le puedan haber ocurrido contra nuestro país, desde los sabotajes, como la explosión del vapor “La Coubre”, hasta las quemas de cañaverales, los ataques piratas, y sin contar las agresiones económicas, y además las agresiones militares.
A nosotros no se nos podrá olvidar nunca —¡nunca!—, y eso lo llevaremos siempre dentro y el recuerdo de eso lo tendremos siempre presente, las intenciones cuando nos atacaron por Playa Girón, que para nosotros es muy claro que la intención que tenían era apoderarse de un pedazo del territorio, y desde allí empezar a bombardear todos los días y todas las noches, someter a nuestro país a una guerra de desgaste que habría costado cientos de miles de vidas. Pero con todo y eso, una de las acciones más canallescas que el imperialismo ha realizado contra nuestro país, fue la política de sobornar médicos, y tratar de lograr el éxodo de médicos de nuestro país hacia Estados Unidos; es decir, privar a nuestro país de personal técnico calificado para atender a nuestros enfermos. Y, efectivamente, logró llevarse un determinado número de médicos.
¿Le preocupa este problema a la Revolución? Sí, le preocupa. Ellos sabían que hacían daño, no a nosotros, a los hombres del gobierno, no a los dirigentes revolucionarios, sino al pueblo. Y lo que nos dolía a nosotros era precisamente eso: el daño inhumano, el daño cruel que al pueblo hacían con esa política. Porque nosotros sabemos el ansia, la obsesión que tienen los campesinos, por ejemplo, por el médico; lo que agradecen los campesinos el servicio médico rural, las medicinas que se les envían, los hospitales que se les han construido.
Nosotros sabemos que una de las cosas en que se ha hecho sentir todo el peso de la Revolución, es en el campo de la salud, porque en nuestro país había 9 000 camas en hospitales nacionales del Estado y unas 11 000 camas en clínicas privadas. Al servicio del pueblo había solo 9 000 camas; las 9 000 se han elevado, en hospitales del Estado, a 28 000, lo que unido a las clínicas y a los hospitales mutualistas, hay actualmente 38 000 camas (APLAUSOS).
Todo el mundo sabe cómo antes atendían en los hospitales a los enfermos, que tenían que dormir muchas veces en el suelo; el estado de pobreza, de espanto que había en muchos hospitales.
Todo el mundo sabe eso. Y a ese hospital era el hospital donde tenían que ir el hombre y la mujer humilde del pueblo, y que esa situación ha cambiado totalmente, y que ese cuadro dantesco no se ve hoy en ningún hospital; que los únicos beneficiarios de eso son las familias humildes de nuestro pueblo (APLAUSOS).
Todo el mundo sabe que a nuestros campos nunca iba un médico, nunca iba un médico; que la población rural estaba virtualmente abandonada, que un campesino para ver a un médico tenía que empezar por vender un cochinito, media docena de gallinas, cualquier cosa de esas. Eso lo sabe todo el mundo.
Y, sin embargo, cuando triunfa la Revolución y se organiza la medicina rural, millones de personas comenzaron a recibir los servicios médicos. Naturalmente que esa era una situación muy distinta de la situación del pasado; y naturalmente que entonces los imperialistas no trataban de llevarse ningún médico, ningún especialista.
Cuando nuestro pueblo no tenía asistencia médica, ellos no se preocupaban de llevarse para Estados Unidos a los médicos, les era indiferente. Cuando en nuestro país comenzó un extraordinario programa de asistencia médica, que elevó de 21 millones de pesos a 103 millones de pesos los fondos destinados a la salud pública (APLAUSOS) —¡de veintiún a ciento tres millones!—, entonces sí se preocuparon por tratar de privar a nuestro pueblo de médicos.
Desde luego que los médicos que se llevaron no eran unos corderitos ni unos santos, por supuesto.
Otra cosa había antes: los estudiantes terminaban en la universidad después de pasar miles de trabajos, porque tenían que vivir en casa de huéspedes, tenían que pasar —sobre todo los estudiantes del interior— un trabajo enorme para poder graduarse, y después no tenían empleo en ninguna parte. Y los médicos se acumulaban en la capital. Y se podía considerar muy afortunado el médico recién graduado que le dieran un puestecito en el Ayuntamiento, en un hospital, de médico, y le pagaban 100 pesos, o 120, cualquier cosa. Eso también es cosa conocida.
Entonces no se iban, y cuando se iban algunos era huyéndole al desempleo, huyéndole al desempleo.
Yo creo que estos antecedentes sirven para hacerse una idea de la falta de razón, de la falta de moral que ha caracterizado la política, tanto de los imperialistas como de los médicos que les hicieron el juego y se fueron.
Ya no vamos a hablar del médico especialista, que apenas un médico… Porque hay que ver que, en primer lugar, un médico no es un producto espontáneo; el médico es producto de un proceso de educación, de una enseñanza universitaria en una universidad que era gratuita; de esa universidad salían… aunque desde luego, no todo el mundo tenía acceso a esa universidad.
Cuando un médico en la sociedad de clases que teníamos, en la sociedad explotadora en que vivíamos, se hacía famoso, se hacía un gran especialista, ya el pueblo no podía contar más con ese médico, solo por excepción; porque siempre, naturalmente, hay sus excepciones. Pero solía ocurrir que se convertía en un médico famoso y cobraba 100 pesos. Ya era el médico de los más ricos.
A un pobre —excepto en caso de excepción, de profesores universitarios, de médicos que prestaban servicios algunas horas en algunas instituciones del Estado— le resultaba muy difícil, a un hombre humilde del pueblo, recibir los servicios de un médico especialista.
Muchos de esos médicos eran los médicos de los dueños de los centrales azucareros, de los millonarios, y cuando se fueron los millonarios… Bueno, no vamos a decir que perdieron su clientela, porque aquí ningún médico ha perdido clientela, pero perdieron sus amistades; las echaron de menos y se marcharon.
Independientemente de que a muchos médicos de los que sedujeron para ir a Estados Unidos los pusieron a fregar platos y los pusieron a manejar elevadores y a vender leche —me dicen por allí y por algo lo dicen—, independientemente de eso, no cabe duda de que la actitud de los médicos que se fueron fue una actitud muy inmoral. Y yo particularmente lo he dicho siempre: soy contrario de que nosotros nunca más dejemos regresar a uno solo de esos médicos (APLAUSOS), porque entiendo realmente que ese es un tipo de crimen, ese es un tipo de crimen que no puede tener perdón nunca. Porque ese es un crimen contra el pueblo, contra el enfermo, contra el infeliz, contra el que sufre; y ese crimen no debe tener jamás perdón (APLAUSOS).
Nosotros sabemos, compañeros y compañeras, que a nuestros enemigos se les llenará la cabeza de canas, que nuestros enemigos envejecerán fuera de la patria. Nosotros estamos seguros de eso (APLAUSOS). Nosotros estamos seguros de que algún día llorarán amargamente su falta de fe en la patria, sus espíritus cobardes, su condición de traidores. No tengo la menor duda de eso. ¡Y no tengo la menor duda de que algún día muchos pedirán de rodillas regresar a Cuba! (APLAUSOS.)
Y si algún día —escúchese bien— fuera el pueblo indulgente con esos que se marcharon, creo que con los que nunca debe serlo es con los médicos que se fueron (APLAUSOS). Ese es, al menos, un punto de vista sincero y firme que sostengo y he sostenido. Porque los caminos para resolver nuestros problemas no son esperar que regresen. No. Esa clase de médicos no los queremos nunca (APLAUSOS).
¿Con quiénes debemos resolver los problemas? En primer lugar, debemos resolver los problemas con los médicos buenos (APLAUSOS). Porque es justo señalar que si ha habido médicos muy corrompidos, muy envilecidos y muy mercantilizados, ha habido también muchos, pero muchos, médicos buenos (APLAUSOS), de conciencia, humanos, que entienden su profesión como deben entenderla.
Unos hicieron el juramento de Hipócrates, y otros hicieron el juramento de hipócritas (RISAS Y APLAUSOS). Los que hicieron el juramento verdadero y entendieron su misión como una misión sagrada, esos ni se marcharon ni se marcharán nunca (APLAUSOS). Y, en primer lugar, con esos tenemos que resolver el problema.
En cierto momento aquí, los compañeros del ministerio habían adoptado una medida, a fin de que en ciertos hospitales la acción de los contrarrevolucionarios y del imperialismo no privara al pueblo de ciertos servicios, como fue la medida de no darles permiso a los médicos que quisieran marcharse.
Después, cuando nosotros discutimos y analizamos esa situación, prevaleció el punto de vista de que no debía prohibírsele a ninguno salir, no establecer un sistema de excepción; que si había necesidades de tipo inmediato, o un daño inmediato, se resolviera mediante el procedimiento de exigir la solicitud de permiso con un año de anticipación, para dar tiempo al ministerio a encontrar solución a la deficiencia que pudiera producirse en algún hospital. Es decir, se mantiene y se mantendrá la política de dejar salir a los que quieran irse (APLAUSOS); se mantiene y se mantendrá.
Porque nosotros —repito— debemos resolver los problemas por otros caminos; en primer lugar, con los médicos buenos.
La sociedad cubana, en el futuro, no dará ese tipo de hombres, del que se va. Los hombres que en medio de una sociedad de corrupción y de egoísmo permanecieron puros, con seguridad que tienen una gran calidad humana y que pueden servir de semilla y de maestros.
Era lógico que la sociedad capitalista produjera ese tipo de basura —por no calificarlo de otra manera (RISAS)—; de aquella sociedad tenía que salir eso: aquellos superprivilegiados, aquella gente corrompida, mercantilizada.
¿Qué significa los que se han ido? Hablando en términos médicos —que yo sé muy poco de medicina (RISAS)—, lo mismo que cuando se aprieta un tumor.
Los imperialistas tratan de hacer propaganda con los que se han ido. Eso equivale a hacer propaganda con el pus, porque lo que se ha ido es el pus de la sociedad cubana, cuando la Revolución apretó esa sociedad (APLAUSOS). ¡Y lo bien que se siente el cuerpo cuando elimina el pus! (APLAUSOS Y RISAS.)
Vean ustedes cómo el espíritu revolucionario, el espíritu proletario que es el espíritu fuerte, recio, combativo, disciplinado, entusiasta, firme, ese se eleva cada día más en nuestro pueblo; y se ve diariamente, se ve en las masas, las masas tienen cada vez más filo, más fuerza. Y es impresionante, realmente, y nosotros hemos sido testigos de esto, porque hemos vivido todo ese proceso desde el primer día, desde el primero de enero hasta hoy. Y vemos hoy la fuerza de la masa, el espíritu de acero que se ve en nuestro pueblo (APLAUSOS).
Ya aquel espíritu pequeñoburgués, blandengue, vacilante, de los primeros tiempos, no se ve por ninguna parte (APLAUSOS). Hay otro pueblo, y numeroso, numeroso —da la impresión de que fuera más numeroso cada día—, fuerte, recio, consciente. Ya no es aquel entusiasmo espontáneo de los primeros días; hoy es el entusiasmo consciente. Y eso se ve por todas partes: un entusiasmo de Patria o Muerte (APLAUSOS).
Eso ha saneado mucho la atmósfera. Los gringos se llevaron la basura, han recolectado una cantidad de lumpen; cuanto vicioso y corrompido había en este país, se lo llevaron (RISAS). Han hecho una colección verdaderamente maravillosa (RISAS). Y, además, nos han hecho un favor, señores, que es una de las pocas cosas por las que les podemos dar las gracias. ¿Ellos los quisieron? ¡Allá los tienen! Sin duda que el país se ha depurado.
Bien, ¿qué debemos hacer? Seguir adelante, y resolver los problemas para siempre. Los ratos amargos ya pasaron, ya pasaron; ahora vienen estos ratos, que son mejores.
¿Qué es lo que compensa ante nuestro pueblo, qué es lo que compensa ante nuestros sentimientos de revolucionarios, la repugnancia y el asco de los traidores y los desertores? Esto: esta masa nueva, este contingente que empieza a estudiar, y la masa actual bastante depurada —aunque le falta todavía depurarse un poquitico— de los actuales estudiantes universitarios (APLAUSOS).
Yo puedo decir y puedo asegurar que la Escuela de Medicina cuenta, que nuestro país cuenta hoy en la Escuela de Medicina con una formidable masa de buenos estudiantes y de estudiantes revolucionarios (APLAUSOS). Quedan algunos, quedan algunos que todavía están pensando alzarse con su team (EXCLAMACIONES). Y como la Escuela de Medicina —igual que toda la universidad— cuenta con un magnífico grupo de dirigentes y de compañeros muy responsables y muy serios, discutiendo con ellos todos estos problemas de la medicina, nosotros hemos defendido el punto de vista —con el cual ellos están muy de acuerdo— de que a esos elementos, que son conocidos, no les permitan matricularse en la Escuela de Medicina de la Universidad (APLAUSOS).
¿Es justo, es justo que el pueblo se gaste su dinero, el dinero de los que sudan la camisa, el dinero de los trabajadores, en enseñar a un “gusanito” (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”), en darle título a un “gusanito”? (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”) ¿Es justo que nuestra gloriosa universidad y nuestros profesores universitarios tengan que trabajar arduamente, para que se beneficie con eso un “gusanito”, embrión de traidor? ¡No! Y con el enemigo: ¡Duro con el enemigo, duro! (APLAUSOS.)
Ya con esos no vale la pena ningún trabajo persuasivo, ni mucho menos. Porque a esos habría que hacerles la trepanación del cráneo (EXCLAMACIONES), y ese tipo de operaciones no se hace aquí.
Entonces, ¿qué debemos hacer en nuestra universidad, en la Escuela de Medicina, con esos elementos conocidos que queden? ¡No matricularlos! (EXCLAMACIONES.) Y que queden todo el material, todos los libros, todas las facilidades y todos los recursos del pueblo para estudiantes que van a servir al pueblo (APLAUSOS).
¿Con qué se puede contar ya, desde ahora? Con varios cientos de magníficos compañeros que se irán graduando todos los años, y que irán reforzando el contingente de médicos revolucionarios (APLAUSOS), y que irán dándole al país el aporte de una mentalidad nueva, de una concepción nueva de la función del médico; función que, al igual que la del maestro, el pueblo debe tener en la más alta estima, ¡en la más alta estima! Y, claro, los malos médicos conspiran contra el buen concepto que el pueblo debe tener del médico.
Y esa masa ya significará un aporte año por año y una conciencia firme, limpia, de médicos que trabajen, que los sueldos que tienen los ganen trabajando, de médicos despojados de todo sentido egoísta y mercantilista (APLAUSOS). Que el pueblo puede pagar perfectamente bien a sus médicos, con lo que necesitan y más de lo que necesitan. ¡Y el pueblo remunera bien a los médicos!
Ese contingente irá creando un espíritu que se opondrá a ese espíritu egoísta, o a los restos del espíritu egoísta, acomodaticio, que aun quedan, de médicos que cobran un sueldo muy alto y no van nada más que una hora —que los hay, ¡que los hay!—; ese espíritu que tiende a corromper al estudiante, ¡incluso al estudiante! ¿Por qué esa práctica de tomar a un estudiante como ayudante para realizar determinadas operaciones, cobrarlas y darle algo, o de emplear como médicos a estudiantes, que algunas cliniquitas privadas practicaban?
Y nosotros, discutiendo con los compañeros de la Escuela de Medicina, les dijimos: es necesario, cueste lo que cueste —fíjense bien: ¡Cueste lo que cueste!—, ponerles fin a esas prácticas, ¡cueste lo que cueste! Y cuando la Revolución dice cueste lo que cueste, lo dice en serio (APLAUSOS).
Los compañeros de la dirección estudiantil nos plantearon: pero es que hay buenos compañeros estudiantes que actualmente se ganan la vida haciendo algunos de esos tipos de trabajo. Y nosotros decíamos: eso es lo lamentable, que buenos estudiantes y buenos compañeros empiecen a ser víctimas de esas prácticas, aparte de que era un engaño al pueblo.
Y por eso, el Gobierno dio la orientación de ir resolviendo el problema de esas clínicas que quedaban, y que conspiraban contra una sana política en este frente que tanto interesa al pueblo y que tanto tiene que ver con el pueblo. Entonces nosotros planteamos: al compañero que esté hoy trabajando en eso, le damos otro trabajo, o lo becamos y ayudamos a su familia; pero por una vía o por otra tenemos que resolver ese problema del estudiante trabajando, porque ya empezaban, incluso, a corromper al estudiante, a pagarle 100, 200 y 300 pesos. No tenían interés ni en graduarse, ¿para qué? Si ya antes de graduarse, ni de hacer medicina rural, ni de sacar título… Eso era, realmente, una práctica que iba contra la moral que se debe formar en los estudiantes precisamente, que tendía a la corrupción del estudiante.
Y nosotros planteamos que ese problema había que abordarlo resueltamente; que como teníamos mucho interés en los médicos, en formar médicos —y médicos buenos—, que, incluso, a todo estudiante que estuviera trabajando y no pudiera estudiar tiempo completo, el país podía ayudarlo, de manera que dejara el trabajo y se le subvencionara para que pudiera dedicar todo el tiempo al estudio. Porque también es lógico que un estudiante que estudia cinco años, y todos los días le tiene que quitar cinco horas al estudio, no puede ser un médico igual que aquel que le pudo dedicar al estudio esas cinco horas todos los días. Y nos interesaban médicos buenos.
Entonces, se tomó el acuerdo de subvencionar a todos esos estudiantes que estuvieran trabajando para que desde ese momento, en la Universidad de La Habana, el estudiante de medicina fuese estudiante de tiempo completo. No se hizo esa práctica en los de primer año, es decir, en los que ingresan ahora. ¿Por qué? Porque aquella política de subvencionar a los estudiantes que estuvieran trabajando se podía hacer con los que ya estaban estudiando, pero no se podía sentar el precedente de que el que ingresara trabajando ya desde ese momento fuera subvencionado; porque, si no, los estudiantes de bachillerato iban a estar trabajando desde el cuarto año, desde el primero o segundo año de preuniversitaria, para cuando llegaran a la universidad, y cuando llegaran a la universidad iba a haber un verdadero gravamen para la economía nacional. Entonces, no se aplicó ese concepto a los que ingresan ahora en la facultad, pero sí a todos los que estaban estudiando, al efecto de poder seguir una política realmente correcta y formar buenos médicos (APLAUSOS).
Nosotros entendemos que eso es lo que verdaderamente resulta útil y beneficioso a nuestro país, y que la Revolución debe poner fin a todas las prácticas que conspiren contra los intereses presentes; pero, sobre todo, contra toda práctica que conspire contra los intereses futuros del pueblo. Porque hay que pensar, sobre todo, en el futuro, en el mañana (APLAUSOS).
Ya nuestro pueblo puede tener la seguridad de que todos los jóvenes que están estudiando en la Facultad de Medicina están estudiando tiempo completo, y que vamos a crear, a formar médicos, en cantidades masivas, mucho mejores, ¡mucho mejores! Y entendemos que ese es un deber que tiene la Revolución con el pueblo (APLAUSOS).
Ahora bien: ¿La solución definitiva del problema estaba en eso? ¡No! Hay, por ejemplo, una circunstancia, cual es la siguiente: los médicos se amontonaban en La Habana, y en La Habana hoy sobran médicos. La sociedad aquella amontonó médicos en La Habana; y después no querían irse. Para Miami, sí; ¡para la Sierra Maestra, no! (APLAUSOS.) Y muchos de esos cogían mejor el caminito de fuera que el caminito de ir a servir a su pueblo. Y se amontonaron los médicos en la capital, y todavía sobran médicos en la capital.
Los problemas no se resolvían siquiera con esas medidas que se apuntaban. ¿Dónde está la verdadera y la definitiva solución del problema, dónde? Con vistas al futuro, la única, la verdadera, la definitiva solución, es la formación masiva de médicos (APLAUSOS). Y la Revolución tiene hoy fuerzas y tiene recursos y tiene organización y tiene hombres —¡hombres!, que es lo más importante— para comenzar un plan de formación de médicos en las cantidades que sean necesarias (APLAUSOS). Y no solo muchos, sino sobre todo buenos; y no solo buenos como médicos, ¡sino buenos como hombres y como mujeres, como patriotas y como revolucionarios! (APLAUSOS.)
¿Y quién dice que la Revolución no puede hacer eso? ¡Estamos ya pudiendo! Y la mejor prueba es este acto de esta noche.
Los profesores de la Universidad de La Habana han preparado un formidable programa de formación de médicos. Claro que es un programa revolucionario y para hacerlo en una hora como esta, pero un programa formidable, que va a formar médicos mejores y en menos tiempo.
Claro está que para ingresar en la universidad se necesita, por lo menos, ser bachiller. ¿Qué se hizo? Se decidió aceptar como estudiantes de medicina tanto a estudiantes de ciencias como de letras, o bachilleres en ciencias como en letras, previo un cursillo que comienza mañana.
En virtud de eso, ya ingresan en este Instituto de Ciencias Básicas unos 800 estudiantes; y en la Universidad de Oriente, 240, que hacen un total de más de 1 000, ¡más de mil que comienzan a estudiar! Eso, este año.
Pero, simultáneamente con este Instituto, mañana comienzan un cursillo de 15 meses 1 300 estudiantes de bachillerato (APLAUSOS) que, unidos a los que se gradúan de bachillerato, permitirán que el año próximo, contando las bajas académicas, el año próximo entren aquí, o comiencen en la universidad, es decir, aquí mismo —pero como ellos van a hacer su cursillo de 15 meses, estos tres meses que ustedes van a estudiar ahora, los van a estudiar ellos en la escuela donde están— 1 250.
Pero, simultáneamente, este año, por lo menos 2 500 jóvenes de secundaria básica comienzan a hacer un preuniversitario especial de dos años, para ingresar, inmediatamente después, en la Escuela de Medicina (APLAUSOS).
¿Y después? Después ya será un río de estudiantes de medicina: 1 000 este año, que comenzarán a estudiar en 1963; 1 250, que comenzarán en 1964; 2 500, que comenzarán en 1965 y, desde luego, como la Revolución no ha trabajado en balde, la Revolución puede hacer eso porque cuenta con enormes contingentes de becarios, donde puede seleccionar a los estudiantes por su vocación y por su capacidad, porque la Revolución viene haciendo una obra educacional desde el principio. Téngase en cuenta que había estudiando secundaria unos 120 000 cuando la Revolución llegó al poder, y que ahora hay cerca de 250 000 (APLAUSOS). Son cifras, son hechos y son el fruto de la propia obra de la Revolución. Y ahora tenemos que hacer cursos especiales, pero a partir de 1965 no cabrán ni aquí ni en otro edificio como este los que podrán estudiar medicina. ¡Y esa es la solución, la única y la definitiva solución!
¿Y qué tipo de estudiantes? Un tipo infinitamente superior al estudiante de antes —como todo lo de hoy es distinto a lo de antes—, como muy bien recalcaba el decano de la Facultad de Ciencias Médicas, que ya no es aquel caos, aquella costumbre americana odiosa de pelar al rape a los novatos, sino que se les recibe con música, con todos los honores del estudiantado, del pueblo, en un ambiente fraternal, acogedor, entusiasta, optimista: todos a preocuparse por ellos, por el lugar donde van a vivir, por los equipos y los libros con que van a estudiar, por la alimentación que van a tener, por su programa. Y estudiantes que van a estudiar todo el tiempo, todo el tiempo; porque el primer año lo hacen como internos.
Y así, la Revolución puede hoy, con satisfacción, contemplar este magnífico edificio —cuyos antiguos estudiantes o antiguas estudiantes han de estar, por lo menos en un 90%, del lado de allá— convertido en un centro docente, verdadero orgullo de nuestro país, donde van a empezar a estudiar 800 del lado de acá (APLAUSOS). ¡Y a estudiar de verdad!
Son hombres, compañeros y compañeras del pueblo, jóvenes llenos de optimismo, llenos de alegría, como es lógico, y que van a disponer de todos los recursos y de todo el tiempo para estudiar; y se va a dar el caso de algunos de estos jóvenes que van a terminar la medicina a los 20 años —a los 20 años y a los 21 años—, y que van a tener toda una vida por delante para seguir estudiando, para seguir aprendiendo, para seguir capacitándose, superándose, adquiriendo experiencia. Y ese es el porvenir de nuestro país, y ese es el panorama del futuro; futuro que no viene por sí solo, sino que hay que forjar, que hay que hacer. Y esas son Las perspectivas que tiene la medicina en nuestro país.
Y cuando aquellos señores, cansados, hastiados, decepcionados, reumáticos y canosos, se pongan de rodillas para pedir el regreso, les preguntaremos: ¿Regreso para qué? (APLAUSOS.) Si tenemos legiones de médicos jóvenes, competentes, llenos de fe, llenos de entusiasmo, llenos de ardor, ¿para qué? ¿Regresar? ¿Disponer de una casa para uno de ellos? ¡No! ¿Cómo le vamos a dar una casa a uno de esos señores mientras haya un obrero sin casa, un campesino sin casa? (APLAUSOS.) Porque aquí no se construirá una sola casa que no sea para entregársela, en primerísimo lugar, a una familia de las buenas, de las que trabajan, de las que producen, de las que la necesitan.
Y entonces llegará el momento más amargo para ellos, y nosotros no los necesitaremos. Hoy no los necesitamos, mucho menos los necesitaremos mañana.
Pero, además, quiero decirles algo: además de los médicos que tenemos, tenemos médicos de distintos países (APLAUSOS), igual que profesores de distintos países, trabajando en nuestro país. Por lo tanto, estos tiempos los podemos campear perfectamente bien. No solo eso, no solo eso, sino que aun podemos hacer algo —aunque tenga sobre todo carácter simbólico más que otra cosa— para ayudar a otros países.
Y así por ejemplo tenemos el caso de Argelia (APLAUSOS). En Argelia la mayor parte de los médicos eran franceses, y muchos se marcharon. Y así, con 4 millones más de habitantes que nosotros, gran número de enfermedades que dejó allí el coloniaje, disponen de la tercera parte, de menos de la tercera parte de los médicos que nosotros tenemos. Tienen una situación verdaderamente trágica en el campo de la salud.
Y por eso nosotros, conversando hoy con los estudiantes, les planteábamos que hacen falta 50 médicos voluntarios para ir a Argelia, para ir a Argelia a ayudar a los argelinos (APLAUSOS). Y estamos seguros de que esos voluntarios no faltarán.
Cincuenta nada más. Estamos seguros de que se van a ofrecer más, como expresión del espíritu de solidaridad de nuestro pueblo con un pueblo amigo que está peor que nosotros, ¡peor que nosotros!
Claro, hoy podemos mandar 50; dentro de 8 ó 10 años no se sabe cuántos, y a nuestros pueblos hermanos podremos darles ayuda. Porque cada año que pase tendremos más médicos, y cada año que pase más estudiantes ingresarán en la Escuela de Medicina; porque la Revolución tiene derecho a recoger lo que siembra, y tiene derecho a recoger los frutos que ha sembrado (APLAUSOS).
Y nuestro país, nuestro país muy pronto, muy pronto —y podemos proclamarlo con orgullo— tendrá mayor número de técnicos que ningún país de América Latina (APLAUSOS); y nuestras universidades irán creciendo, y los estudiantes en nuestras universidades se contarán por decenas y decenas de miles, y nuestros cuerpos de profesores serán cada vez más experimentados. Los años pasan, y pasan rápido, y el esfuerzo de la Revolución se ve.
Decimos años, pero años que pasarán y que nos permitirán ver ese cuadro de 40 000 ó 50 000 estudiantes universitarios y de jóvenes graduándose por millares y decenas de millares, porque para eso la Revolución puede, porque es la Revolución y solo la Revolución la que puede realizar esas proezas (APLAUSOS); y es un pueblo revolucionario y solo un pueblo revolucionario quien puede llevar adelante semejantes tareas.
Por eso, compañeros y compañeras, hoy es un día importante, hoy es un día de júbilo para nuestro pueblo, hoy es un día de Íntimo regocijo para los revolucionarios, porque la Revolución no se concreta a exponer ideas, sino a realizar ideas; la Revolución no es teoría, es sobre todo hechos. Y cuanto la Revolución se ha propuesto, lo ha logrado; cuanto la Revolución ha iniciado, lo ha llevado adelante. Y esto es producto de idea convertida en realidad, de obra emprendida que se lleva adelante, razón para ser optimistas; razón para creer cada vez más en el dinamismo de una Revolución y en la capacidad creadora de nuestro pueblo.
Y es motivo de júbilo, sobre todo, porque sabemos lo que esto significa, porque sabemos que con esto nos defendemos de los golpes más bajos del enemigo en el aspecto más sensible de nuestro pueblo, porque sabemos que esto significa centenares de miles de niños que se salvarán para la patria (APLAUSOS), porque sabemos que esto significa salud para nuestro pueblo, porque sabemos que esto significa elevar el promedio de vida de cada ciudadano de nuestra patria; porque sabemos que esto significa, unido a todo el resto del trabajo revolucionario, el aumento de la producción de nuestro pueblo, la creación de las condiciones no solo para combatir las enfermedades, sino para prevenirlas. Porque en el futuro tendremos cada día más médicos, y cada día menos enfermos (APLAUSOS).
Y ahí están los hechos, ahí están los hechos: hace seis meses no ha habido un solo caso de poliomielitis en nuestro país (APLAUSOS); hace seis meses ninguna madre, ninguna familia ha tenido que pasar por el dolor inenarrable de ver a su hijo inválido. Y así, cientos de niños se han salvado, cientos de vidas felices se han salvado; la felicidad y la alegría de cientos de familias se han salvado. Y no importa que fueran cientos, porque entre esos cientos podía estar cualquier familia. Es el beneficio para toda la familia, porque cuando una espada que pesa sobre la cabeza de cualquier hijo desaparece —espada que puede amenazar a una o a otra—, cuando esa espada se quita de sobre las cabezas de todos los niños de Cuba, todos los niños y todas las familias son beneficiadas por el esfuerzo del Ministerio de Salud Pública, apoyado en las masas, por el esfuerzo de las organizaciones de masas con la vacunación (APLAUSOS).
Y así, de nuevo arremete la Revolución contra las enfermedades y se dispone a salvar miles de vidas del tétanos, de la difteria y de la tosferina, que son otras tantas enfermedades que sacrifican a miles de niños todos los años, y que puede contraer cualquier niño de cualquier familia. ¿Cómo? Previniendo a través de la vacunación esos tipos de enfermedades. Y así iremos combatiendo enfermedad por enfermedad, así iremos disminuyendo el número de epidemias, el número de muertes, el número de víctimas. Y así se irá cumpliendo ese gran propósito: ir pasando de la medicina terapéutica a la preventiva, es decir, evitar que se enfermen los ciudadanos.
Y ha de ser brillante el porvenir de nuestro pueblo, brillante la salud de nuestro pueblo, cuando, por un lado, combatimos las enfermedades, disminuimos sus víctimas, luchamos contra ellas hasta hacerlas desaparecer; y, por otro lado, contingentes de jóvenes entusiastas, que son esperanzas de la patria, forjadores de la salud de nuestro pueblo, salvadores de vidas, entran en una institución como esta.
Por eso, podemos decir hoy: ¡Vivan nuestros estudiantes universitarios! (EXCLAMACIONES DE: “¡Vivan!”) ¡Vivan los jóvenes que ingresan en estos centros docentes! (EXCLAMACIONES DE: “¡Vivan!“)
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
(OVACION)
Me gustaMe gusta
Cuba, Miedo a hablar, abril 2022:
Pero este otro cubano no:
https://fb.watch/fXc5Y25bJ0/
Por eso hay decenas de miles vendiendo todo
Para irse a otro lugar
a un futuro incierto pero probable
Para dejar atrás la certera verdad
De catástrofes
Que dejan el estatismo y las mafias
Me gustaLe gusta a 1 persona
3 de octubre de 1965
Fecha:
03/10/1965
Señores invitados, tracatanes todos;
Compañeros del Comité Central;
Compañeros de los comités provinciales, regionales y seccionales;
Compañeros secretarios de los núcleos de nuestro Partido:
Me veo obligado a comenzar por un tema que no tiene relación directa con el motivo que aquí nos reúne, pero que sí, por ser una cuestión de actualidad y de interés político, no debo dejar de referirme a él.
Es el resultado del planteamiento hecho el 28 de septiembre en relación con un hecho que venía sucediendo hacía tres años, y que era de una manera pérfida utilizado por el enemigo para hacer campaña contra nuestra Revolución, el caso de los individuos que cuando fueron suspendidos los vuelos entre Cuba y Miami se quedaron con un pie aquí y el otro allá.
A fin de desenmascarar definitivamente al imperialismo yanki en este aspecto, formulamos las declaraciones que ustedes conocen el día 28, y cuando con posterioridad dijeron que eran algo vagas y ambiguas, así como que no habían sido presentadas por canales diplomáticos, hicimos una segunda declaración muy clara y muy concreta para dejar definitivamente zanjada la cuestión. Y en el día de hoy ya los cables traen la noticia de la respuesta definitiva del gobierno de Estados Unidos a este respecto.
Y voy a leer las noticias que traen esos cables.
Esencialmente dice:
«El presidente Johnson —este es un cable de la AP— anunció hoy que procurará un entendimiento diplomático con Cuba para que puedan asilarse en Estados Unidos cubanos que quieran salir de su patria.»
Esto de entendimiento diplomático quiere decir un acuerdo por vía diplomática con relación a este problema.
Dice: «He pedido al Departamento de Estado que busque por conducto de la embajada de Suiza, encargada de los asuntos de Estados Unidos, la venia del gobierno de Cuba en una solicitud al presidente de la comisión de la Cruz Roja Internacional.»
Dice igualmente: «He dado instrucciones a los ministerios de Estado, Justicia, Salud, Educación y Asistencia Social, para que hagan los arreglos necesarios para quienes en Cuba buscan la libertad puedan entrar ordenadamente a Estados Unidos.
Y en otro cable, con más noticias, añade, que además declaró el señor Johnson:
«Una vez más esto revela un sello de fracaso sobre un régimen cuando muchos de sus ciudadanos eligen voluntariamente abandonar la tierra en que nacieron hacia un hogar de esperanza. El futuro alberga poca esperanza para cualquier gobierno cuando el presente no permite esperanzas para su pueblo.» Dijo que «los refugiados serán bienvenidos con el pensamiento de que otro día puedan regresar a su patria para encontrarla limpia del terror y libre del miedo».
Es decir que, aparentemente no les quedó otra alternativa ni otra salida; y significa, en primer lugar, que hemos ganado una batalla por la libertad (APLAUSOS).
El señor Johnson no sería Johnson, ni sería presidente de Estados Unidos, ni sería yanki, si con ese proverbial fariseísmo no acompañara esta declaración, de todo este condimento relativo a las esperanzas que van a buscar los que marchan a Estados Unidos en busca de la libertad, y que nada puede ofrecer para el futuro, quienes para el presente solo ofrecen la perspectiva de tener que marcharse del país, a los ciudadanos de un país. Y también habla de la Cruz Roja, por tanto consideramos necesario que respondamos al señor Johnson sobre estos particulares que nada tienen que ver con el hecho en sí que nosotros planteábamos, y hacer algunas aclaraciones pertinentes en relación con todo esto.
En primer lugar todavía las agencias cablegráficas yankis, y muchos de los funcionarios de ese país, al igual que algunas agencias cablegráficas que no son yankis, pero que aparentemente a fuerza de oír repetir los argumentos, como es la Reuter y la France Press, se han hecho eco de la afirmación de que esto implicó un cambio en la política con relación a los que deseaban marcharse del país. Y esto es absolutamente falso. Desde el principio de la Revolución se tuvo sobre este particular una sola política; desde el principio de la Revolución hasta la Crisis de Octubre, estuvieron saliendo incesantemente de este país todos aquellos que lo deseaban y que habían recibido permiso de Estados Unidos.
Y cuando a raíz de la Crisis de Octubre ellos paralizaron los vuelos a Cuba, no hubo un cambio en la política del gobierno revolucionario, porque por las demás vías —es decir, por la vía de España y la vía de México— continuaban saliendo cerca de 300 personas mensuales, es decir, más de 3 000 personas al año. No ha habido el menor cambio en la política sobre los que deseen marcharse en el país, lo que hemos hecho es desenmascarar la mala fe y la hipocresía del imperialismo yanki, único responsable de que las vías para salir normalmente se hubiesen paralizado, a fin de promover cierto tipo de salidas clandestinas y arriesgadas, con el único propósito de hacer propaganda.
El señor Johnson posiblemente ignore que en Estados Unidos cuando tuvo lugar la lucha por lo independencia para librarse del coloniaje inglés, miles y miles de norteamericanos abandonaron el país después de la independencia, y se marcharon al Canadá.
Y en todas las revoluciones, bien sea la Revolución Francesa, o la Revolución Rusa, o la Revolución Cubana, ese fenómeno de la marcha o de la emigración de las clases privilegiadas es un hecho absolutamente histórico. Mas si la marcha de un país, si la marcha de los hombres y mujeres que nacen en un país hacia otro país pudiera ser un índice de las características de un régimen social, el mejor ejemplo es el caso de Puerto Rico, isla de la cual se apoderó el imperialismo yanki, y que ha mantenido bajo un régimen de explotación colonial, a consecuencia de lo cual más de un millón de los hombres y mujeres nacidos en ese país se han visto en la necesidad de emigrar hacia Estados Unidos. ¡Y el señor Johnson se olvidó de Puerto Rico y del millón de portorriqueños que viven en Nueva York en las más duras condiciones de vida, en los barrios más pobres, y realizando los trabajos más humillantes!
Desde luego que esto de hablar de la Cruz Roja es un truquito del señor Johnson a fin de dramatizar la cuestión. Y en realidad, ¿quién ha dicho que para tramitar pasaportes y dar permiso para que aterricen unos aviones en Miami tiene que intervenir la Cruz Roja? ¿Qué tiene que ver la Cruz Roja con eso? No se trata de un terremoto, ni de una hecatombe, ni de una guerra, sino del simple trámite de autorizar la llegada a Estados Unidos, de autorizar el aterrizaje de los aviones, o la llegada de los barcos.
La Cruz Roja no hace ninguna falta en este caso. La Cruz Roja, en todo caso, podría intervenir para plantearle al gobierno de Estados Unidos que cese la criminal medida mediante la cual se prohíbe la exportación de medicamentos a Cuba. ¡Para eso sí haría falta la Cruz Roja Internacional! (APLAUSOS.)
En todo caso, la Cruz Roja podría hacer un mejor trabajo en Viet Nam del Sur (APLAUSOS), donde los soldados yankis asesinan a miles, asesinan y torturan por millares a los ciudadanos de ese pueblo. O en Viet Nam del Norte, donde los criminales bombardeos yankis no distinguen en nada absolutamente, y lo mismo bombardean ciudades, que aldeas, que escuelas, que hospitales.
La Cruz Roja podría tener algo que hacer en Santo Domingo, donde los soldados invasores cometen todo tipo de atropellos contra el pueblo, y tienen ocupadas las escuelas de los estudiantes (APLAUSOS).
Podría intervenir en los propios Estados Unidos, a fin de evitar las masacres de ciudadanos negros, como la que ocurrió en Los Angeles, en California, recientemente (APLAUSOS).
Pero para esta cuestión, señor Johnson, no hace falta la presencia de la Cruz Roja. A nosotros nos basta discutir con los representantes de la embajada suiza, que son a la vez los representantes de los intereses norteamericanos en Cuba, y podemos ponernos de acuerdo perfectamente bien con ellos acerca de cualquier trámite. No hace falta que intervenga nadie más. Nosotros aceptamos la seriedad y la responsabilidad de los funcionarios suizos. Ahora, ¡si el gobierno de Estados Unidos no tiene confianza, o no cree en la habilidad o la capacidad de los funcionarios de la embajada suiza, eso es cosa del gobierno de Estados Unidos! (APLAUSOS.)
Ahora bien: hablando muy seriamente sobre estas cuestiones de libertades, yo quisiera saber si el señor Johnson pudiera responder un par de preguntas, puesto que nosotros aquí hemos estado permitiendo que salga todo el que quiera salir del país desde el principio de la Revolución, puesto que nosotros no hemos negado permiso nunca a los que han querido salir para ir a visitar a sus familiares y regresar, y puesto que si bien hay cubanos que tienen familiares en Estados Unidos y desean ir a reunirse con ellos, también hay cubanos que tienen familiares en Estados Unidos y que no quieren abandonar el país (APLAUSOS), y ya que el señor Johnson, junto a la Estatua de la Libertad se tomó le molestia de «condimentar» su declaración con todas estas pamplinerías acerca de libertad, ¡yo le pregunto si Estados Unidos es capaz de permitir que puedan venir a visitar a sus familiares en Cuba aquellos que deseen venir a visitarlos y regresar a Estados Unidos! (APLAUSOS), si Estados Unidos es capaz de permitir que cubanos que no desean residir en Estados Unidos visiten a sus familiares en Estados Unidos y regresen después a Cuba; y si Estados Unidos, por último, está dispuesto a permitir que los ciudadanos norteamericanos puedan visitar a Cuba (APLAUSOS).
Porque a ese mismo gobierno que habla de que mal puede andar un país cuando se marchan de ese país ciudadanos, nosotros le podemos decir: peor puede andar un país cuando, a pesar de ser un país que tanto pregona y tanto presume de ser un país de libertades; mal puede andar un país que, a pesar de haber alcanzado los estándares de desarrollo económico que han alcanzado, tiene miedo permitir que los ciudadanos de ese país puedan visitar a este país tan detractado y tan calumniado del miedo y del terror —como llaman ellos (APLAUSOS).
Y, por lo tanto, aquí va el segundo emplazamiento al gobierno de Estados Unidos. Lo emplazamos a que permita también visitar a Cuba, a sus familiares en Cuba, a aquellos que tienen aquí familiares que no quieren irse para Estados Unidos; a que permita que esos familiares, residentes en Cuba y que no quieren abandonar a Cuba, puedan ir a Estados Unidos y regresar; y, por último, lo emplazamos a que permita que los estudiantes o cualquier ciudadano de Estados Unidos pueda venir libremente a Cuba, de la misma manera que nosotros permitimos que se marche, o que vaya y que regrese, cualquier ciudadano de este país (APLAUSOS); que permita que puedan visitar a Cuba los representantes de las organizaciones negras de Estados Unidos, o de las organizaciones de los defensores de los derechos civiles, para que vean cómo, con la desaparición de la explotación del hombre por el hombre, desapareció definitivamente la discriminación racial en nuestro país (APLAUSOS).
Y veamos si el señor Johnson, ante el mundo y ante el pueblo de Estados Unidos, tiene alguna respuesta —que no sea un galimatías— que darle a este emplazamiento.
Nosotros mantenemos nuestra posición, mantenemos nuestra declaración, y esperamos que soliciten la pertinente entrevista para el caso los señores funcionarios de la embajada suiza, cuando reciban las pertinentes instrucciones del gobierno de Estados Unidos. Pero esperamos para saber si el señor Johnson tiene manera de responder a este emplazamiento.
Y ya que se habla tanto, ya que se jactan tanto de hablar de libertades, que baste ya de hablar de falsas libertades, baste ya de hablar de libertades abstractas, que los hechos están demostrando que donde realmente se está creando un mundo de libertades no es allí, sino aquí (APLAUSOS); tan libre, que no queremos que nadie, ajeno a su voluntad, tenga necesariamente que vivir en esta sociedad. Porque nuestra sociedad socialista, nuestra sociedad comunista, deberá ser eminentemente una asociación verdaderamente libre de ciudadanos (APLAUSOS).
Y aunque es cierto que determinados ciudadanos, educados en aquellas ideas del pasado y en aquel sistema de vida pasado, prefieren marcharse a Estados Unidos, también es muy cierto que este país se ha convertido en el santuario de los revolucionarios de este continente (APLAUSOS). También es cierto que nosotros consideramos acreedores a la hospitalidad de este pueblo y de esta tierra, no solo a los que en ella nacieron, sino a todos los hombres y mujeres de nuestra misma lengua, de nuestra misma cultura, o aun cuando no de la misma lengua, de similares orígenes históricos y étnicos de similar historia de explotación. Y en este país tienen derecho a venir —y han hecho uso de ese derecho todos cuantos han querido— los perseguidos por las oligarquías sanguinarias e imperialistas; a este país han venido a residir permanentemente o transitoriamente muchos hombres y mujeres que nacieron en otros territorios hermanos de este continente; y en este país durante años han vivido y han trabajado muchos técnicos y muchos profesionales procedentes de distintos rincones de América.
Esta no es solo una tierra de cubanos, esta es una tierra de revolucionarios (APLAUSOS); y tienen derecho a considerarse como hermanos nuestros y acreedores a ella los revolucionarios del continente, incluso los revolucionarios norteamericanos (APLAUSOS). Porque algún dirigente, como el caso de Robert Williams, perseguido allí ferozmente, encontró albergue en esta tierra. Y al igual que él, podrán encontrar albergue los que persigan allí los reaccionarios y los explotadores. No importa que hablen inglés y hayan nacido en Estados Unidos. Esta es la patria de los revolucionarios de este continente, al igual que Estados Unidos es el albergue inevitable de todos los esbirros, de todos los malversadores, de todos los explotadores, de todos los reaccionarios de este continente (APLAUSOS), porque no hay ladrón, no hay explotador, no hay reaccionario, no hay criminal, que no tenga las puertas abiertas de Estados Unidos.
Y con esto quedan respondidas las palabras del señor Johnson bajo su desteñida Estatua de la Libertad, que no se sabe qué representa ya ese amasijo de piedra y de hipocresía, como no sea lo que hoy significa para el mundo el imperialismo yanki.
Nosotros vamos ahora a nuestras cuestiones, vamos a las cuestiones de nuestro Partido, porque creo que las noticias que de aquí salen, todas las que se refieren a nuestros éxitos sociales, a nuestros éxitos económicos y a nuestros éxitos políticos, son noticias muy malas para los imperialistas yankis.
Y naturalmente que todo lo que fortalezca e impulse la Revolución, todo lo que nos permita avanzar el máximo, es altamente preocupante para ellos, porque eso de que volverán, sí, algún día añorarán volver, arrepentidos, una buena parte de los que se marcharon. Pero cuando el señor Johnson habla de regresar aquí en plan de libertadores, podríamos decirle que esos son sueños de una noche de otoño (RISAS).
Todo el país ha recibido con júbilo y entusiasmo la noticia de la constitución de nuestro Comité Central. Los nombres de los compañeros que integran este Comité, así como su historia, son sobradamente conocidos. Si no todos son conocidos por todos, todos son conocidos por una parte considerable e importante del pueblo. Hemos procurado escoger a quienes en nuestro juicio representan, de la manera más cabal, la historia de nuestra Revolución, a quienes, tanto en la lucha por la Revolución, como en la lucha por la consolidación, defensa y desarrollo de la Revolución, han trabajado y han luchado tesonera e incansablemente.
No hay episodio heroico en la historia de nuestra patria en los últimos años que no esté ahí representado; no hay sacrificio, no hay combate, no hay proeza —lo mismo militar que civil— heroica o creadora que no esté representada; no hay sector revolucionario, social, que no esté representado. No hablo de organizaciones. Cuando hablo de sector hablo de obreros, hablo de jóvenes, hablo de campesinos, hablo de nuestras organizaciones de masa.
Hay hombres que fueron portadores durante muchos años de las ideas socialistas, como es el caso de quien fuera fundador del primer Partido Comunista, el compañero Fabio Grobart (APLAUSOS); casos como la compañera Elena Gil (APLAUSOS), cuya extraordinaria labor al frente de las escuelas por donde han pasado más de 40 000 campesinas de las montañas, donde se han formado miles de maestros, donde estudian hoy más de 50 000 jóvenes y niños, y que nosotros consideramos un trabajo verdaderamente ejemplar; o casos como el compañero Arteaga (APLAUSOS) que, además de su historial de lucha, durante siete años ha trabajado en el sector agrícola y ha llevado a cabo planes exitosos, en algunos casos extraordinariamente exitosos, como es el plan agrícola del Escambray (APLAUSOS); casos de compañeros como el teniente Tarrau (APLAUSOS), compañero sobre el cual tal vez muchos no hayan oído hablar, pero es el compañero a quien el Ministerio del Interior situó al frente de los planes de rehabilitación en Isla de Pinos (APLAUSOS) y donde ha llevado a cabo, con actitud ejemplar y abnegada, un brillantísimo trabajo del cual algún día tendrá que hablarse y escribirse mucho.
He mencionado casos de compañeros, algunos más conocidos, otros menos conocidos. Sería interminable la lista de los compañeros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (APLAUSOS) por su historia antes y después del triunfo, ¡antes y después del triunfo!, como ejemplo de ejemplares revolucionarios, de incansables trabajadores, como ejemplo de superación en el estudio, en el desarrollo de la cultura, de los niveles culturales y de los niveles políticos, compañeros de una modestia extraordinaria, en cuyas manos ha estado fundamentalmente la defensa de la patria en estos siete años de peligros y de amenazas.
De los más conocidos no es necesario hablar. No quiere esto decir que estén aquí los únicos valores de la nación. No, muy lejos de eso. Cuenta nuestro país afortunadamente con incontables valores y sobre todo una promoción de compañeros nuevos, en pleno desarrollo, que algún día —sin duda de ninguna índole— llegarán a ostentar esa responsabilidad y ese honor.
Si nos preguntamos quienes faltan, indiscutiblemente que faltan. Sería imposible constituir un Comité Central con 100 compañeros revolucionarios sin que faltaran muchos compañeros. Lo importante no son los que faltan, esos vendrán detrás; lo que importa son los que están, y lo que representan los que están. Y nosotros sabemos que el Partido y el pueblo han acogido con satisfacción al Comité Central que se ha constituido (APLAUSOS).
Este Comité, reunido en el día de ayer, adoptó distintos acuerdos:
Primeramente, ratificar las medidas acordadas por la antigua Dirección Nacional, ratificar al Buró Político, al Secretariado y a las comisiones de trabajo, así como también al compañero electo para el cargo de Secretario de Organización (APLAUSOS). Pero, además, adoptó dos importantes acuerdos, que a su vez habían sido sugeridos por la antigua Dirección Nacional. Uno, lo que se refiere a nuestro órgano oficial, y es que en lugar de dos periódicos con caracteres políticos como se venían editando, concentrar los recursos humanos, concentrar los recursos en maquinaria y en papel para hacer un nuevo y único periódico de carácter político matutino, además del periódico «El Mundo» que no es un periódico propiamente de orientación política. Unir todos esos recursos y hacer un nuevo periódico que llevará el nombre de «Granma» (APLAUSOS), símbolo de nuestra concepción revolucionaria y de nuestro camino.
Y otro acuerdo aún más importante, en lo que se refiere al nombre de nuestro Partido. Primero fuimos ORI, en los primeros pasos de la unión de las fuerzas revolucionarias, con sus aspectos positivos y sus aspectos negativos; después fuimos Partido Unido de la Revolución Socialista, que significó un progreso extraordinario, un extraordinario avance en la creación de nuestro aparato político. Esfuerzo de tres años en que, de la cantera inagotable del pueblo, se extrajeron incontables valores surgidos de entre las filas de nuestros trabajadores, para llegar a ser hoy lo que somos en cantidad, pero sobre todo lo que somos en calidad. Pero Partido Unido de la Revolución Socialista de Cuba dice mucho, pero no dice todo; y Partido Unido da todavía la idea de algo que fue necesario unir, que recuerda todavía un poco los orígenes de cada cual. Y como entendemos que ya hemos llegado al grado tal en que de una vez por todas y para siempre ha de desaparecer todo tipo de matiz y todo tipo de origen que distinga a unos revolucionarios de otros, y hemos llegado ya al punto afortunado de la historia de nuestro proceso revolucionario en que podamos decir que solo hay un tipo de revolucionario, y puesto que es necesario que el nombre de nuestro Partido diga no lo que fuimos ayer, sino lo que somos hoy y lo que seremos mañana, ¿cuál es, a juicio de ustedes, el nombre que debe tener nuestro Partido? (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE: «¡Comunista!») ¿Cuál es, compañero? ¡Un compañero de aquí! (EXCLAMACIONES DE: «¡Comunista!») ¡Los compañeros de acá! (EXCLAMACIONES DE: «¡Comunista!») ¡Los compañeros de allá! (EXCLAMACIONES DE: «¡Comunista!») ¡Los compañeros de allá! (EXCLAMACIONES DE: «¡Comunista!») ¡Partido Comunista de Cuba! (EXCLAMACIONES DE: «¡Comunista, Comunista!»)
Pues ese es el nombre que, interpretando el desarrollo de nuestro Partido, de la conciencia revolucionaria de sus miembros y de los objetivos de nuestra Revolución, adoptó en el día de ayer nuestro primer Comité Central.
Y es muy correcto, como explicábamos ayer a los compañeros del Comité; la palabra comunista ha sido muy calumniada y muy detractada a lo largo de los siglos. Comunistas hubo a lo largo de la historia, hombres de ideas comunistas, hombres que concebían un modo de vivir distinto a la sociedad en que habían nacido, y los que pensaron de una manera comunista en otros tiempos fueron considerados, por ejemplo, comunistas utópicos, quienes hace 500 años, porque de una manera idealista aspiraban a un tipo de sociedad que no era posible en aquel entonces dado el ínfimo desarrollo de las fuerzas productivas con que contaba el hombre; dado que al comunismo de donde partió el hombre primitivo, para vivir en una forma de comunismo primitiva, no podrá volver el hombre sino mediante tal grado de desarrollo de sus fuerzas productivas y tal modo de utilización de esas fuerzas, modo social de utilización de esas fuerzas, que se puedan crear los bienes materiales y los servicios en cantidades más que suficientes para satisfacer las necesidades del hombre.
Y todos los explotadores, todos los privilegiados, odiaron siempre la palabra comunista como si fuera un crimen; anatematizaban la palabra comunista. Y por eso cuando Marx y Engels escribieron su Manifiesto Comunista que daba origen a una nueva teoría revolucionaria, a una interpretación científica de la sociedad humana y de la historia humana, ellos decían «un fantasma recorre a Europa, y es el fantasma del comunismo», porque como un fantasma, con verdadero miedo, contemplaban las clases privilegiadas esas ideas.
Mas las clases privilegiadas en cualquier época de la historia contemplaron siempre con extraordinario miedo las ideas nuevas, y la sociedad romana se aterrorizó en su época también con las ideas cristianas cuando estas ideas surgieron al mundo, y fueron en un tiempo las ideas de los pobres y de los esclavos de aquellos tiempos. Y por odio a esas ideas nuevas, aquella sociedad lanzó a la hoguera y lanzó al circo a incontable número de seres humanos. Y así también, durante la Edad Media, en la época del feudalismo, las ideas nuevas fueron perseguidas y sus portadores calumniados y tratados de la peor forma.
Y las ideas nuevas que surgieron con la burguesía, en medio del feudalismo, lo mismo cuando aquellas ideas adoptaban posiciones políticas, que cuando adoptaban posiciones filosóficas, que cuando adoptaban posiciones religiosas, fueron cruelmente anatematizadas y perseguidas.
Siempre las clases reaccionarias se han valido de todos los medios para anatematizar y calumniar a las ideas nuevas. Y así, todo el papel y todos los medios de que disponen no les alcanzan para calumniar a las ideas comunistas, como si el afán de una sociedad en que el hombre no sea un explotador del hombre sino un verdadero hermano del hombre, como si el sueño de una sociedad en que todos los seres humanos sean realmente iguales de hecho y de derecho, no una simple cláusula constitucional como rezan las constituciones burguesas, donde dicen que todos los hombres nacen libres e iguales, como si se pudiera afirmar eso lo mismo del niño que nace en un barrio de indigentes, en una cuna pobre, que el niño que nace en una cuna de oro; como si se pudiera afirmar jamás que en una sociedad de explotadores y explotados, de ricos y de pobres, que todos los hombres nacen libres e iguales; como si todos esos hombres estuviesen llamados a tener en la vida la misma oportunidad.
El sueño secular del hombre —y posible hoy— de una sociedad sin explotadores ni explotados, ha concitado el odio y el rencor de todos los explotadores.
Los imperialistas, como si nos fuesen a ofender, o como si fuese una ofensa, hablan del gobierno comunista de Cuba, al igual que también la palabra «mambí» la emplearon contra nuestros libertadores como una ofensa, así también intentan emplear la palabra «comunista» como una ofensa, y la palabra «comunista» no es para nosotros una ofensa, sino una honra (APLAUSOS).
Y es la palabra que simboliza la aspiración de una gran parte de la humanidad, y por ella hoy trabajan concretamente cientos y cientos de millones de seres humanos. Y dentro de 100 años no habrá honra mayor, ni habrá nada más natural y lógico que llamarse comunistas (APLAUSOS).
Hacia una sociedad comunista nos encaminamos. Si no quieren los imperialistas caldo, pues les daremos tres tazas de caldo (APLAUSOS). De ahora en adelante, señores de la UPI, y de la AP, cuando nos llamen «comunistas» sepan que nos llaman de la manera más honrosa que puedan llamarnos (APLAUSOS).
Hay una ausencia en nuestro Comité Central, de quien posee todos los méritos y todas las virtudes necesarias en el grado más alto para pertenecer a él y que, sin embargo, no figura entre los miembros de nuestro Comité Central.
Alrededor de esto, el enemigo ha podido tejer mil conjeturas; el enemigo ha tratado de confundir y de sembrar la cizaña y la duda, y pacientemente, puesto que era necesario esperar, hemos esperado.
Y eso diferencia al revolucionario del contrarrevolucionario, al revolucionario del imperialista: que los revolucionarios sabemos esperar, sabemos tener paciencia, no nos desesperamos nunca, y los reaccionarios, los contrarrevolucionarios, los imperialistas, viven en perenne desesperación, viven en perenne angustia, en un perenne mentir, de la manera más ridícula, de la manera más infantil.
Cuando se leen las cosas que dicen algunos de esos funcionarios, algunos de esos senadores yankis, uno se pregunta: ¿Pero cómo es posible que este señor no esté en un establo en vez de pertenecer a lo que se llama un congreso? (APLAUSOS) Algunos de ellos dicen verdaderas barbaridades. Y tienen un tremendo hábito de mentir, no pueden vivir sin mentir. Viven angustiados.
Si el gobierno revolucionario declara una cosa —que es lo que ha estado haciendo siempre— como fue a la que me referí al principio, entonces ven cosas truculentas, terribles, ¡un plan detrás de todo eso!
¡Qué ridiculez! ¡Con qué miedo viven! Y uno se pregunta: ¿Lo creerán? ¿Lo creerán? ¿Creerán todo lo que dicen? O, ¿tendrán necesidad de creer todo lo que dicen? ¿O no pueden vivir sin creer todo lo que dicen? ¿O dicen todo lo que no creen?
Es difícil, sería cuestión de médicos y de psicólogos. ¿Qué tienen en el cerebro, qué angustia es esa que en todo ven una maniobra, un plan truculento, tenebroso, terrible? Y no saben que no hay mejor táctica, ni mejor estrategia que luchar con armas limpias, y que luchar con la verdad, porque esas son las únicas armas que inspiran confianza, son las únicas armas que inspiran fe, son las únicas armas que inspiran seguridad, dignidad, moral. Y son con esas armas con las que hemos ido venciendo y aplastando los revolucionarios a nuestros enemigos.
Mentira. ¿Quién ha escuchado nunca una mentira en boca de un revolucionario? Porque son armas que no benefician a ningún revolucionario, y ningún revolucionario serio tiene necesidad de acudir a una mentira nunca; su arma es la razón, la moral, la verdad, la capacidad de defender una idea, un propósito, una posición.
Y en fin, el espectáculo moral de nuestros adversarios es verdaderamente lamentable. Y así los agoreros, los intérpretes, los especialistas en las cuestiones de Cuba y las máquinas electrónicas, han estado trabajando incesantemente para desentrañar este misterio. Que si Ernesto Guevara (APLAUSOS) había sido purgado, que si Ernesto Guevara estaba enfermo, que si Ernesto Guevara había tenido discrepancias y cosas por el estilo.
Naturalmente que el pueblo tiene confianza, el pueblo tiene fe. Pero los enemigos se valen de estas cosas, sobre todo en el exterior, para calumniar: he ahí al régimen comunista tenebroso, terrible, los hombres se desaparecen, no dejan rastro, no dejan huellas, no hay una explicación; y nosotros dijimos en su oportunidad al pueblo, cuando el pueblo comenzó a notar esa ausencia, que oportunamente hablaríamos, algunas razones tendríamos para esperar.
Nos desenvolvemos en un medio rodeado por las fuerzas del imperialismo. No vive el mundo en condiciones normales; mientras las bombas criminales de los imperialistas yankis estén cayendo en un pueblo como Viet Nam no podemos decir que vivimos en condiciones normales (APLAUSOS); cuando más de 100 000 soldados yankis desembarcan allí para tratar de aplastar el movimiento de liberación; cuando los soldados del imperialismo desembarcan en una república que tiene igualdad de derechos jurídicamente como todas las demás repúblicas del mundo, cual es el caso de Santo Domingo, para pisotear su soberanía (APLAUSOS), no vive el mundo en condiciones normales; cuando alrededor de nuestra patria los imperialistas entrenan mercenarios y organizan ataques vandálicos de la manera más impune, como el caso de Sierra Aránzazu; cuando los imperialistas amenazan con intervenir en cualquier país de la América Latina y del mundo, no se vive en condiciones normales. Y cuando luchábamos en la clandestinidad contra la tiranía batistiana, los revolucionarios que no vivíamos en condiciones de normalidad, teníamos que atenernos a las reglas de la lucha; de la misma manera, aunque el poder revolucionario existe en nuestro país, en lo que se refiere a las realidades del mundo, no vivimos en condiciones normales y tenemos que atenernos a las reglas de esa situación.
Y para explicar esto vamos a leer una carta aquí de puño y letra, transcripta a máquina, del compañero Ernesto Guevara (APLAUSOS), que por sí misma se explica. Pensaba yo si debía hacer la historia de nuestra amistad y de nuestro compañerismo, cómo comenzó y bajo qué condiciones comenzó y cómo se desarrolló. Mas no es necesario. Me voy a limitar a leer la carta.
Dice así: «Habana… No fue puesta la fecha, puesto que esta carta era para ser leída en el momento en que lo considerásemos más conveniente, pero ajustándonos a la estricta realidad, fue entregada el 1ro de abril de este año, hace exactamente seis meses y dos días. Y dice así:
Habana
Año de la Agricultura
«Fidel:
«Me recuerdo en esta hora de muchas cosas, de cuando te conocí en casa de María Antonia, de cuando me propusiste venir, de toda la tensión de los preparativos.
«Un día pasaron preguntando a quién se debía avisar en caso de muerte y la posibilidad real del hecho nos golpeó a todos. Después supimos que era cierta, que en una revolución se triunfa o se muere (si es verdadera). Muchos compañeros quedaron a lo largo del camino hacia la victoria.
«Hoy todo tiene un tono menos dramático, porque somos más maduros, pero el hecho se repite. Siento que he cumplido la parte de mi deber que me ataba a la Revolución Cubana en su territorio y me despido de ti, de los compañeros, de tu pueblo, que es ya mío.
«Hago formal renuncia de mis cargos en la Dirección del Partido, de mi puesto de Ministro, de mi grado de Comandante, de mi condición de cubano. Nada legal me ata a Cuba, solo lazos de otra clase que no se pueden romper como los nombramientos.
«Haciendo un recuento de mi vida pasada creo haber trabajado con suficiente honradez y dedicación para consolidar el triunfo revolucionario. Mi única falta de alguna gravedad es no haber confiado más en ti desde los primeros momentos de la Sierra Maestra y no haber comprendido con suficiente celeridad tus cualidades de conductor y de revolucionario. He vivido días magníficos y sentí a tu lado el orgullo de pertenecer a nuestro pueblo en los días luminosos y tristes de la Crisis del Caribe. Pocas veces brilló más alto un estadista que en esos días, me enorgullezco también de haberte seguido sin vacilaciones, identificado con tu manera de pensar y de ver y apreciar los peligros y los principios.
«Otras tierras del mundo reclaman el concurso de mis modestos esfuerzos. Yo puedo hacer lo que te está negado por tu responsabilidad al frente de Cuba y llegó la hora de separarnos.
«Sépase que lo hago con una mezcla de alegría y dolor: aquí dejo lo más puro de mis esperanzas de constructor y lo más querido entre mis seres queridos… Y dejo un pueblo que me admitió como un hijo; eso lacera una parte de mi espíritu. En los nuevos campos de batalla llevaré la fe que me inculcaste, el espíritu revolucionario de mi pueblo, la sensación de cumplir con el más sagrado de los deberes: luchar contra el imperialismo dondequiera que esté: esto reconforta y cura con creces cualquier desgarradura.
«Digo una vez más que libero a Cuba de cualquier responsabilidad, salvo la que emane de su ejemplo. Que si me llega la hora definitiva bajo otros cielos, mi último pensamiento será para este pueblo y especialmente para ti. Que te doy las gracias por tus enseñanzas y tu ejemplo y que trataré de ser fiel hasta las últimas consecuencias de mis actos. Que he estado identificado siempre con la política exterior de nuestra Revolución, y lo sigo estando. Que en dondequiera que me pare sentiré la responsabilidad de ser revolucionario cubano, y como tal actuaré. Que no dejo a mis hijos y mi mujer nada material y no me apena: me alegra que así sea. Que no pido nada para ellos pues el Estado les dará lo suficiente para vivir y educarse.
«Tendría muchas cosas que decirte a ti y a nuestro pueblo, pero siento que son innecesarias, las palabras no pueden expresar lo que yo quisiera, y no vale la pena emborronar cuartillas.
«Hasta la victoria siempre.
«¡Patria o Muerte!
«Te abraza con todo fervor revolucionario,
Che.» (APLAUSOS PROLONGADOS)
Los que hablan de los revolucionarios, los que consideran a los revolucionarios como hombres fríos, hombres insensibles, u hombres sin entrañas, tendrán en esta carta el ejemplo de todo el sentimiento, de toda la sensibilidad, de toda la pureza que se puede encerrar en el alma de un revolucionario.
Y nosotros podríamos contestar, todos nosotros: Compañero Guevara: ¡No es la responsabilidad lo que nos preocupa, nosotros estamos responsabilizados con la Revolución, y nosotros estamos responsabilizados con la ayuda al movimiento revolucionario en la medida de nuestras fuerzas! (APLAUSOS PROLONGADOS), y asumimos la responsabilidad y las consecuencias, y los riesgos. Durante siete años casi ha venido siendo así, y sabemos que mientras el imperialismo exista, y mientras haya pueblos explotados y colonializados, seguiremos corriendo esos riesgos y seguiremos asumiendo serenamente esa responsabilidad.
Y nosotros teníamos el deber de conformarnos, teníamos el deber de respetar ese sentimiento de ese compañero, esa libertad y ese derecho. ¡Y esa sí es libertad, no la de los que van a ponerse un grillete, sino la de los que van a empuñar un fusil contra los grilletes de la esclavitud! (APLAUSOS.)
¡Y esa es otra de las libertades, señor Johnson, que nuestra Revolución proclama! y si los que quieren marcharse para irse a vivir con los imperialistas, a los que a veces los imperialistas reclutan para ir a luchar a Viet Nam y al Congo pueden hacerlo, ¡sépase también que todos los ciudadanos de este país, cuando soliciten permiso, no para ir a luchar junto a los imperialistas, sino para luchar junto a los revolucionarios, esta Revolución no les negará el permiso! (APLAUSOS PROLONGADOS.)
Este país es libre, señor Johnson, ¡verdaderamente libre para todos!
Y no fue esta la única carta. Junto a esta carta, y para la ocasión en que se hiciese uso de esta carta, también quedaron en nuestras manos distintas cartas de saludo a distintos compañeros y, además —como dice aquí—, «a mis hijos», «a mis padres», y a otros compañeros; cartas escritas por él para sus hijos y para sus padres. Y estas cartas se las entregaremos a los compañeros y a los familiares, y les pediremos que las donen a la Revolución, porque nosotros consideramos que estos son documentos dignos de la historia.
Y entendemos que esto lo explica todo, y es lo que a nosotros nos corresponde explicar. Lo demás, que los enemigos se preocupen. Nosotros tenemos bastantes tareas, bastantes cosas que hacer en nuestro país y con relación al mundo; bastantes deberes que cumplir, y los cumpliremos.
Desarrollaremos nuestro camino, desarrollaremos nuestras ideas, desarrollaremos nuestros métodos, desarrollaremos nuestro sistema. Utilizaremos toda la experiencia que pueda sernos útil, y desarrollaremos experiencias nuevas.
Una nueva época surge por entero en la historia de nuestro país, una forma distinta de sociedad, un sistema distinto de gobierno; el gobierno de un partido, del partido de los trabajadores, integrado por los mejores trabajadores, formado con la participación plena de las masas, para poder decir con toda justificación y con toda razón que es la vanguardia de los trabajadores y que es la representación de los trabajadores en nuestra democracia obrera y revolucionaria. Y será mil veces más democrática que la democracia burguesa, porque marcharemos hacia formas administrativas y políticas que implicarán la constante participación, en los problemas de la sociedad, de las masas, a través de los organismos idóneos, a través del Partido, en todos los niveles. E iremos desarrollando esas formas nuevas como solo una revolución puede hacerlo, e iremos creando la conciencia y los hábitos de esas nuevas formas. Y no nos detendremos, no se detendrá nuestro pueblo hasta haber alcanzado sus objetivos finales.
y este paso significa mucho, significa uno de los pasos más trascendentales en la historia de nuestro país, significa el momento histórico en que las fuerzas unificadoras fueron superiores a las fuerzas que dispersaban y dividían, significa el momento histórico en que todo un pueblo revolucionario se unió estrechamente, en que el sentido del deber prevaleció sobre todo, en que el espíritu colectivo triunfó sobre todos los individualismos, en que los intereses de la patria prevalecieron ampliamente y definitivamente sobre todo interés individual o de grupos, significa haber alcanzado el grado más alto de unión y de organización con la más moderna, la más científica, a la vez que la más revolucionaria y humana de las concepciones políticas.
Y somos el primer país de este continente, a más de ser, en el criterio del gobierno imperialista de Estados Unidos, el único país independiente. Porque si la Cámara de Representantes proclama el derecho a intervenir en cualquier país para evitar el peligro de una revolución comunista, aquí hay una revolución comunista en el poder (APLAUSOS). Luego se nos considera el único país independiente. Y, claro, cuando los representantes de los monopolios lanzaron esa bofetada en el rostro de todas las repúblicas de América, emitiendo la declaración de no independencia, unos cuantos —y podría decirse mejor muchos— se han sonrojado de vergüenza, muchos se han escandalizado cuando Estados Unidos declara su derecho a intervenir unilateralmente.
Bueno es recordarles los acuerdos que tomaron contra Cuba, bueno es recordarles la complicidad con las fechorías que contra nuestra patria tramó el imperialismo. Y entonces nosotros fuimos los únicos, los que nos levantamos decididos a morir y dijimos que defendíamos no solo el derecho de Cuba, sino que defendíamos la independencia de los demás pueblos de América Latina (APLAUSOS).
Los que siembran vientos recogen tempestades, y los que sembraron intervencionismo contra Cuba, rompimientos colectivos contra Cuba, bloqueos contra Cuba, están recogiendo tempestades de intervencionismos y de amenazas contra ellos mismos. Y se asombran y se llenan de pánico y se reúnen los parlamentos y los partidos burgueses dan el grito en el cielo. Ahí tienen los frutos de la complicidad con los imperialistas, ahí tienen lo que es el imperialismo.
Y así, cada día que pase, los pueblos verán más nítidamente quién tiene la razón, quién en estos años históricos defendió la verdadera independencia, la verdadera libertad, la verdadera soberanía; y la defendió con su sangre, y la defendió frente al imperialismo y a todos sus cómplices.
Los propios imperialistas les están enseñando. El fantasma del comunismo era incesantemente agitado. Y en nombre de combatir a ese fantasma, los imperialistas yankis han declarado su derecho a desembarcar en cualquier país de este continente, menos en Cuba (APLAUSOS).
Y lo que nosotros hemos avanzado, pero sobre todo lo que nosotros avanzaremos en los años venideros, utilizando todas las posibilidades potenciales de nuestro país, utilizando las enormes fuerzas que hemos organizado y que hemos creado, utilizándolo de una manera organizada, eficaz: esa es la tarea de nuestro Partido.
Tomaremos enorme ventaja, marcharemos a paso vertiginoso hacia el futuro, con un partido que deberá dirigir, que deberá atender todos los frentes, porque todos los frentes deberán ser atendidos por nuestro Partido, todos los problemas deberán ser estudiados. Y para eso hemos creado las comisiones, y nuevas comisiones serán creadas. Y no habrá un solo problema que no sea objeto de estudio y de análisis profundo por parte del Partido, para que de cada análisis salga la orientación, la orientación correcta y la mejor orientación.
Y decía que labraremos nuestro camino hacia el comunismo y llegaremos al comunismo. Tan seguros estamos, como de que hemos llegado hasta aquí.
Y en medio de las dificultades de todo tipo de este minuto de la historia del mundo, frente a un enemigo cada vez más poderoso, frente al doloroso hecho de la división en las filas revolucionarias en el mundo, nuestra política será de más estrecha unión, nuestra política será la política de un pueblo pequeño, pero independiente y libre.
Nuestro Partido educará a las masas, nuestro Partido educará a sus militantes. Entiéndase bien: ¡Nuestro Partido! ¡Ningún otro partido, sino nuestro Partido y su Comité Central! (APLAUSOS.)
Y la prerrogativa de educar y orientar a las masas revolucionarias es una prerrogativa irrenunciable de nuestro Partido, y seremos muy celosos defensores de ese derecho. Y en materia ideológica será el Partido quien diga lo que debe decir. ¡Y si nosotros no estamos de acuerdo y no queremos y no nos da la gana que las divergencias que dividan al campo socialista nos dividan a nosotros, nadie podrá imponernos semejante cosa! (APLAUSOS.)
Y todo material de tipo político, excepto que se trate de enemigos, solo podrá llegar al pueblo a través de nuestro Partido en el momento y en la oportunidad en que nuestro Partido lo determine (APLAUSOS).
Nosotros sabemos demasiado bien dónde está el enemigo, quién es el único y verdadero enemigo. Lo sabemos demasiado bien, lo sabemos de sobra. Contra ese enemigo hemos tenido que luchar en condiciones difíciles, para enfrentar a ese enemigo hemos necesitado la solidaridad y la ayuda de muchos, para derrotar la política agresiva de ese enemigo, para seguir enfrentándonos a ella, necesitamos recursos y necesitamos armas. Porque aquí, a miles de millas de distancia de cualquier otro país socialista, a miles de millas de distancia, sin que podamos depender en los momentos decisivos de otra cosa que de nuestras propias fuerzas y de nuestras propias armas, y como estamos conscientes de los riesgos que corremos hoy y de los riesgos que seguiremos corriendo, hemos de estar armados hasta los dientes y preparados hasta la saciedad (APLAUSOS).
Y podemos discrepar en cualquier punto de cualquier partido. Es imposible aspirar a que en la heterogeneidad de este mundo contemporáneo, en tan diversas circunstancias, constituido por países en las más disímiles situaciones y en los más desiguales niveles de desarrollo material, técnico y cultura, que podamos concebir el marxismo como algo así como una iglesia, como una doctrina religiosa, con su Roma, su Papa y su Concilio Ecuménico.
Esta es una doctrina revolucionaria y dialéctica, no una doctrina filosófica; es una guía para la acción revolucionaria, y no un dogma. Pretender enmarcar en especies de catecismos el marxismo, es antimarxista.
La diversidad de situaciones inevitablemente trazará infinidad de interpretaciones. Quienes hagan las interpretaciones correctas podrán llamarse revolucionarios; quienes hagan las interpretaciones verdaderas y las apliquen de manera consecuente, triunfarán; quienes se equivoquen o no sean consecuentes con el pensamiento revolucionario, fracasarán, serán derrotados e incluso suplantados, porque el marxismo no es una propiedad privada que se inscriba en un registro; es una doctrina de los revolucionarios, escrita por un revolucionario, desarrollada por otros revolucionarios, para revolucionarios.
Y nosotros habremos de caracterizarnos por nuestra confianza en nosotros mismos, por nuestra confianza en nuestra capacidad para seguir y desarrollar nuestro camino revolucionario. Y podremos discrepar en una cuestión, o en un punto, o en varios puntos con cualquier partido; las discrepancias cuando son honestas están llamadas a ser transitorias. Lo que nunca haremos es insultar con una mano y pedir con otra, y sabremos mantener cualquier discrepancia dentro de las normas de la decencia con cualquier partido, y sabremos ser amigos de quienes sepan ser amigos, y sabremos respetar a quienes nos sepan respetar.
Y estas pautas determinarán siempre nuestra libérrima conducta, y jamás le pediremos permiso a nadie para hacer nada, jamás le pediremos permiso a nadie para ir a ninguna parte, jamás le pediremos permiso a nadie para ser amigo de algún partido o de algún pueblo.
Sabemos la transitoriedad de los problemas. Y los problemas pasan, los pueblos perduran; los hombres pasan, los pueblos quedan; las direcciones pasan, las revoluciones persisten. Y nosotros vemos algo más que transitorias relaciones en las relaciones entre los partidos y entre los pueblos revolucionarios: vemos relaciones duraderas y relaciones definitivas.
Y de nuestra parte nunca saldrá nada tendiente a crear diferencia, algo más que entre los hombres, entre los pueblos. Y nos guiaremos por ese elemental principio, porque sabemos que es una posición correcta, que es un principio justo. Y nada nos apartará de la dedicación de todas nuestras energías a la lucha contra el enemigo de la humanidad, que es el imperialismo. Porque nosotros no podremos decir jamás que sean cómplices de los imperialistas a los que nos han ayudado a derrotar a los imperialistas (APLAUSOS).
Y aspiramos no solo a una sociedad comunista, sino a un mundo comunista en que todas las naciones tengan iguales derechos; aspiramos a un mundo comunista en que ninguna nación tenga derecho al veto, y aspiramos a que el mundo comunista del mañana no presente jamás el mismo cuadro de un mundo burgués desgarrado por querellas intestinas; aspiramos a una sociedad libre, de naciones libres, en que todos los pueblos —grandes y pequeños— tengan iguales derechos.
Defenderemos, como hemos defendido hasta hoy, nuestros puntos de vista y nuestras posiciones y nuestra línea, de manera consecuente con nuestros actos y con nuestros hechos. Y nada nos podrá apartar de ese camino.
No es fácil, en las complejidades de los problemas actuales y del mundo actual, mantener esa línea, mantener ese inflexible criterio, mantener esa inflexible independencia. ¡Pero nosotros la mantendremos! Esta Revolución no se importó de ninguna parte, es un producto genuino de este país, ¡nadie nos dijo cómo teníamos que hacerla, y la hemos hecho! (APLAUSOS); ¡nadie nos tendrá que decir cómo la seguiremos haciendo, y la seguiremos haciendo! ¡Hemos aprendido a escribir la historia, y la continuaremos escribiendo! Eso que no lo dude nadie.
Vivimos en un mundo complejo y un mundo peligroso. Los riesgos de ese mundo los correremos dignamente y serenamente. ¡Nuestra suerte será la suerte de los demás pueblos, y nuestra suerte será la suerte del mundo!
Les pido a todos los compañeros aquí presentes, a todos los representantes de nuestro Partido, a todos los secretarios de los núcleos en esta especie de amplísimo congreso, les pido a los que aquí representan la voluntad del Partido, del Partido que representa a los trabajadores, les pido la ratificación de los acuerdos de la Dirección Nacional (APLAUSOS), les pido la ratificación plena y unánime al Comité Central de nuestro Partido (APLAUSOS), les pido el pleno apoyo a la línea seguida por la dirección revolucionaria hasta aquí (APLAUSOS), y el pleno apoyo a la política proclamada hoy aquí (APLAUSOS).
¡Viva el Partido Comunista de Cuba! (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE: «¡Viva!»)
¡Viva su Comité Central! (EXCLAMACIONES DE: «¡Viva!»)
¡Viva nuestra Revolución socialista y comunista! (EXCLAMACIONES DE: «¡Viva!»)
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
(OVACION)
Me gustaMe gusta