‘Recuerdo que la primera vez que lo vi, en una vieja máquina de video que pedí prestada, tras un arranque lleno de suspense que me aferró a la butaca, me fui agotando. Apenas visualicé una hora de las más de tres de metraje. Aquel hombre histriónico al extremo, repitiendo una y otra vez las mismas frases que lo rebajaban como persona a lo mínimo, no me resultó demasiado atractivo. Con el tiempo entendí que el hecho de no haber leído ninguno de los poemas ni los otros textos escritos por Heberto Padilla previamente, jugaba en contra de mi percepción y capacidad para extraer de aquel discurso agobiante, lo verdaderamente importante. Esa ha sido mi misión: lograr que ese material, lleno de sutilezas y revelaciones ocultas entre un excesivo manantial de palabras perfectamente hilvanadas, fuera legible para todo el que no tenga referencia directa del caso’

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