‘El administrador no levantó la cabeza.
-Nada para el coronel -dijo.
El coronel se sintió avergonzado.
-No esperaba nada -mintió. Volvió hacia el médico una mirada enteramente infantil-. Yo no tengo quien me escriba.


Regresaron en silencio. El médico concentrado en los periódicos. El coronel con su manera de andar habitual que parecía la de un hombre que desanda el camino para buscar una moneda perdida. Era una tarde lúcida. Los almendros de la plaza soltaban sus últimas hojas podridas. Empezaba a anochecer cuando llegaron a la puerta del consultorio.
-Qué hay de noticias -preguntó el coronel.
El médico le dio varios periódicos.
-No se sabe -dijo-. Es difícil leer entre líneas lo que permite publicar la censura.
El coronel leyó los titulares destacados. Noticias internacionales. Arriba, a cuatro columnas, una crónica sobre la nacionalización del canal de Suez. La primera página estaba casi completamente ocupada por las invitaciones a un entierro.
-No hay esperanzas de elecciones -dijo el coronel.
-No sea ingenuo, coronel -dijo el médico-. Ya nosotros estamos muy grandes para esperar al Mesías.
El coronel trató de devolverle los periódicos pero el médico se opuso. -Lléveselos para su casa -dijo-. Los lee esta noche y me los devuelve mañana.’