‘En los países del Este había una serie de protecciones del individuo que, en teoría, debían haberle permitido vivir sin sobresaltos. El desempleo no existía, la medicina era gratis, la escuela también y las vacaciones eran baratas. Pero, con el tiempo, todas esas protecciones se fueron transformando en una especie de sistema de seguridad, que hace pensar en las prisiones. Los presos no se preocupan por saber si tendrán algo para comer. Saben que no los podrán echar y que si llueve no van a mojarse. Pero ¿y lo demás? Esa ausencia de desafíos individuales, sumada al derrumbe de las estructuras estatales en los últimos años del comunismo, provocó una sensación de agobio en la gente, que condujo, inevitablemente, a la caída del Muro de Berlín, en 1989’

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