“Cuando el portero argentino evitó en el último suspiro de la batalla el triunfo del gallardo regimiento francés, Barclays se puso de rodillas y le agradeció a su hermana:

-Gracias, gracias, gracias.

Durante las tres horas que duró la final, había tomado veinte cafés Nespresso: la noche anterior había requerido tal número de cápsulas, y no descafeinadas, para ver el partido.

-Vas a reventar la cafetera o vas a reventar tú -le dijo riendo su esposa, cuando él le contó que había solicitado veinte cápsulas de Nespresso al servicio de habitaciones.

Una vez que la Argentina ganó el campeonato con toda justicia, Barclays esperó a que Messi, the rainmaker, el hacedor de la lluvia, la criatura divina que obraba los milagros más improbables, levantase la copa tan largamente anhelada. A continuación, Barclays secó sus lágrimas de lagarto viejo, apagó el televisor y salió a festejar. Antes se despojó del reloj, el celular, la billetera. Caminó por Posadas, por Alvear, por Quintana. Gritó como un argentino más. Se conmovió como un argentino más.

Luego volvió al hotel, se dio una ducha rápida y salió al aeropuerto.

El trayecto del hotel al aeropuerto duró tres horas.

El vuelo salió con retraso:

-Señores pasajeros -dijo una azafata, por el altavoz-, aún no podemos despegar porque el capitán no ha llegado, está en un taxi que avanza a paso de hombre.

Barclays sonrió, extasiado. No había apuro: ese día ya era eterno. Luego cerró los ojos y le dijo a su hermana:

-Gracias, gracias, gracias.

Bayly hoy en http://www.elfrancotirador.com