Nació en Lima, pero no siente que su patria sea el Perú: no vive en ese país hace treinta años. Se nacionalizó ciudadano de los Estados Unidos hace veinticinco años, pero tampoco siente que aquella sea su patria. ¿Tiene patria? No está claro. ¿Es un apátrida? Puede ser. ¿Es un verdadero patriota? De ninguna manera.

-Mi patria -piensa Barclays- no es un territorio, sino unos afectos. Mi patria no es un país, sino unos libros, unas películas.

Luego se dice a sí mismo:

-Mejor no le digo nada de esto a mi madre. No quiero decepcionarla una vez más.

La noche del nuevo año, Barclays y su esposa Silvia están miserablemente enfermos. Van a cenar a un restaurante de la isla. No lo disfrutan. Agonizan. De regreso en la casa, ella siente náuseas, mareos, un malestar terrible. Barclays, por su parte, es víctima de una bola maléfica que le oprime la garganta, un incendio que le duele en las vías respiratorias.

-Me han envenenado mis enemigos -le dice a su esposa Silvia, él siempre proclive al melodrama.

Hubieran querido hacer el amor para celebrar el nuevo año. Es imposible. Silvia está vomitando en su baño. Barclays está escupiendo sapos y culebras en el suyo. El nuevo año les anuncia mala salud. Están enfermos. No saben lo que tienen. Debe de ser algún bicho que se les ha metido en Roma, alguna bacteria que han comido al otro lado del mar.

Al día siguiente, enfermo todavía, tosiendo, la voz quebrantada, como de viejito, Barclays, convertido en un esputo andante, vuelve a su programa de televisión. Insulta a medio mundo. Se siente bien. Habla como un verdadero patriota. Es bueno volver a la rutina, piensa. Es bueno manejar tarde en la noche por la autopista a toda prisa. Es bueno vivir en una ciudad que tiene menos de cien años de fundada.

El tiempo en la isla parece insuperable, veinte grados centígrados. Silvia ha vomitado el alma y está mejor. Barclays sigue tosiendo y escupiendo una lluvia ácida traída desde Roma.

-Joder -piensa-, ya estoy viejo para viajar.

Sin embargo, en marzo saldrá su nueva novela, titulada “Los genios”, editada por Galaxia Gutenberg, que recrea los años fabulosos en que García Márquez y Vargas Llosa fueron amigos y describe las circunstancias íntimas que corrompieron aquella amistad y la envenenaron para siempre. Enfermo o sano, recuperado o convaleciente, viajará a Madrid y Barcelona, a Lima y Bogotá, a Buenos Aires y Santiago, para celebrar ese lanzamiento.

Barclays sale al jardín de su casa. Su hija menor, Sol, está con una amiga.

-Yo soy el papá de Sol -le dice Barclays-, pero la gente cree que soy su abuelito.

Nadie se ríe.

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Bayly ayer en su blog.