Contrató a una constructora para derribar una pared de sosten dentro de su casa. Él observaba cómo el obrero golpeaba la pared con un martillo pesado. Un golpe, dos golpes, tres golpes; nada sucedía. Después de 10 ó 15 golpes, todavía no pasaba nada. Continuó con los martillazos… 30… 35… ¡y nada! Finalmente, en el golpe número 36, apareció una grieta horizontal en la pared. En el siguiente golpe se produjo una telaraña de grietas. Con el golpe número 38, la pared se cubrió de grietas. En ese momento, el obrero dejó el martillo pesado y levantó un martillo pequeño con un cincel, para ir derribando pequenos trozos sin dañar las estructuras que protegia con gruesos paños.