Audacia es la palabra de orden hoy en Cuba. A quienes procuramos hacer un recuento crítico de los últimos años por los que ha transcurrido la isla, no nos mueve la desesperanza o el pesimismo, no nos guía la fuerza malsana de buscar ahondar las diferencias, y estimular rencillas; pretendemos, por el contrario, enterrar, de una vez, el fantasma que con tanto ahínco ha promovido el régimen para dividir y fracturar a la sociedad civil, a los grupos que se oponen, con todo el derecho y con toda la fuerza que les da la razón, y sacar, por consiguiente, las debidas conclusiones de ello para que no se vuelvan a repetir tan costosos errores.
Porque lo esencial aquí, lo que nos mueve, es superar ciertos enfoques. La evolución de los acontecimientos nos ha dado la razón, y lo sentimos: la tiranía ha sido, es y será, completamente incapaz de proporcionar un futuro digno para el pueblo de Cuba. La sentencia final ha sido esa, y su contundencia vibra por sí sola, y nos exime de tener que extendernos demasiado; pero la realidad es que hemos sido incapaces de tomarle la delantera al régimen. En mi opinión no hemos logrado estar a la altura de las circunstancias. ¿Qué otro análisis podríamos hacer si damos cuenta de que, habida cuenta de que el pueblo cubano está en una situación desesperada de hambre, miseria y necesidades, no hemos logrado canalizar un amplio respaldo popular, no hemos sabido llegarle a ese pueblo? Quienes vivimos en Cuba, podemos dar probado testimonio de que la ciudadanía está ansiosa y desesperada por librarse de esta oprobiosa tiranía bajo la cual han conocido los más tormentosos sufrimientos; podemos dar fe de que en Cuba la dictadura cuenta, si acaso, con el 1% de aprobación, porque cada día hay más personas que se desengañan, cada día hay más cubanos que se lamentan de haberle dado un voto de confianza, de haber creído en las mentiras del tirano, y lo que es peor, de haber colaborado con este en su execrable labor destructiva y doctrinante. Pero debemos admitir, debemos confesar que la sociedad civil, incluida aquella que se opone de manera tajante a la dictadura, hemos sido incapaces de convencer y dejar en claro que el actual régimen es ya completamente insostenible, y que hemos de hacer algo si queremos salvar a Cuba, si queremos impedir que Cuba se hunda irremediablemente en el abismo y en la total desolación.
Una Cuba libre será una Cuba, primero que nada, libre de oprobio, libre de despotismo, libre de injusticia y libre de sufrimiento. La nación que se ha de construir, no ha de erigirse sobre inútiles fastuosidades ni pomposas alabanzas. Cuba es una sola: dentro y fuera, y el sacrificio a que a todos nos convoca es incompatible con el ejercicio del culto a persona alguna. Antes de caer en estas fértiles trampas, antes de creer que el hecho de que la Patria honre, y venere, a aquellos que se han sacrificado por ella sin otro móvil que el desprecio a la tiranía, y la ferviente admiración por la libertad, es excusa para erigirnos dueños de ella, y de manera arrogante y jactanciosa pretender monopolizar el dolor, y el luto, así como el regocijo y la alegría, una vez la Patria respire libre, en provecho propio. “La Patria es ara y no pedestal”, dijo el cubano más grande que haya dado esta tierra.
Patria no es más que la unión de todas las esperanzas, sueños y anhelos de un pueblo. Si queremos construir, entre todos, un proyecto de país que sustituya al engendro que nos ha legado la tiranía, como evidente demostración de nuestra incapacidad pasada para evitar que nuestra nación se consumiera en esta terrible pesadilla, tenemos que comenzar a pensar más allá de las individualidades, recuperando la ética, la decencia y la honestidad, y trazando una verdadera estrategia que nos conduzca firmemente hacia el triunfo definitivo.
Y para nosotros resulta esencial llegar a todos los jóvenes de Cuba. Por mi parte, yo no dudo en lo absoluto del enorme poder que tienen los jóvenes en Cuba para apoyar, resuelta y totalmente, el cambio que ha de ocurrir, y de hacer todo lo que esté a su alcance por aportar a su realización definitiva. Conozco yo a muchos jóvenes, muchos de los cuales aún cursan el preuniversitario, con enormes potencialidades para contribuir a derribar a la tiranía del poder y a forjar un futuro para la nación. Esta es otra muestra de que el pesimismo y la falta de fe en que Cuba cambie para bien, y se libere del yugo de la dictadura, es completamente infundada, porque, en realidad, carece de un verdadero sustento en la realidad y en los hechos.
La situación en Cuba se agrava por días, pero hemos de tener una visión de futuro, y una estrategia a mediano y largo plazo para movilizar y aglutinar a la sociedad civil, porque es cada día más necesaria, porque la vida de millones de cubanos está en juego y no podemos permitirnos más errores. No podemos dejar que siga pasando el tiempo. Necesitamos acción.
Por Daniel Torres
¡Gracias Daniel!
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Manuel, no hay nada que agradecer, más bien soy yo el que debo agradecerles a ustedes la gentileza que han tenido conmigo. Ahora más que nunca, debemos evitar toda actitud que nos divida y separe, y se interponga en el camino de lograr una Cuba que sea capaz de acoger a todos sus hijos, y de brindarles un futuro digno, de realización personal y colectiva. Tenemos que enterrar todo fantasma de divisionismo y comenzar a pensar en un movimiento que sea capaz de integrar a cubanos libres y dispuestos a liberar a la Patria del yugo que la oprime. Y sea la sociedad civil el motor impulsor del cambio: porque ha de lograr una articulación necesaria que ponga, por encima de todo, los ideales de libertad y democracia para Cuba, porque la nación no merece continuar desangrándose a manos de un grupo de mafiosos sin escrúpulos, sin vergüenza y sin decoro que cargarán siempre con la responsabilidad de haber hundido en la miseria a toda una nación. Y hemos de dejar a un lado las etiquetas: tan equivocado está quien cree que con la izquierda no puede haber diálogo, ni intercambio, ni pacto de unidad posible, como quien descalifica a la derecha y afirma que son un «estorbo» para la Cuba futura. No, ningún proyecto que se proponga un futuro distinto para Cuba podrá prescindir de la diversidad de opiniones, y repitiendo los mismos esquemas del régimen no vamos a sacar a nuestra nación del infierno en que está sumisa hoy por hoy. Y no me cabe la menor duda de que son muchos los cubanos que gustosamente aportarían su grano de arena a la causa que defendemos, lo que pasa es que no hemos podido, o no hemos sabido llegar a ellos. Y hemos de lograrlo, porque el tiempo apremia, y la vida de millones de cubanos depende de lo rápido que actuemos.
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