Para empezar, Jesús era un judío de religión judía. Uno de los múltiples “mesías” (“Cristo” en griego) y “taumaturgos”, como Haniná ben Dosa o Honí, el circulero que en palabras de Flavio Josefo fueron los culpables de la ira de Roma con sus proclamas independentistas. Basta analizar la Biblia: En los Evangelios Jesús afirma que “no quiere cambiar ni una coma de la ley judía” (Mateo 5:18) algo que sólo puede ser dicho por un judío de religión judía. El mismo afirma que no es igual al padre: “Habéis oído que yo os he dicho: Voy, y vengo a vosotros. Si me amarais, os habríais regocijado, porque he dicho que voy al Padre; porque el Padre mayor es que yo”. (Juan 14: 28) Sería pues uno de los 11 o 12 pretendientes mesiánicos que sabemos existieron desde la muerte de Herodes el Grande (4 a. C.) hasta el inicio de la Primera Gran Revolución de los judíos contra Roma.

2. La primitiva Iglesia de Jerusalén fue gobernada en sus primeros años por un hermano de Jesús, Santiago, (hermano carnal “adelphós” en el original; y no otro tipo de parentesco como “primo” o “pariente” para lo que existen otras palabras como “anepsiós”). Que con casi total seguridad profesaba un judaísmo más estricto y tradicional (similar a otros judíos de su entorno) pero aupando a Jesús a un rango de mesías. Esta iglesia desaparearía tras la revuelta judía y conquista de Jerusalén por Roma.

3. Lejos de Palestina, vivía un grupo de Judíos helenizados a los que repugnaban algunas prácticas judías (ej. circuncisión, gastronomía, separación de no judíos…) pero les gustaba el dios judío: todopoderoso, nada se produce sin su voluntad (incluida la existencia del mal o del demonio) creador de todo lo existente, seguidor inflexible de una moral estricta (rigurosa, intolerante con otros cultos, que no duda en ordenar la muerte de los que creen en otros dioses, de los que no siguen sus normas y hasta de mujeres y niños). Al que consideraban de forma más positiva que a dioses como Zeus que no es sino un dios hijo de otros dioses anteriores, no ha creado el mundo, adquirió el poder por derrocar a su padre, es débil (estuvo a punto de perder el poder en la rebelión de los Titanes; o tiene miedo de que el sueño le venza en un momento inconveniente…) y su moral es laxa (miente, estafa, seduce a mujeres pese a que teóricamente defiende el matrimonio monográfico…). Por lo que buscaban un acercamiento a un judaísmo más “relajado”.

4. Pablo de Tarso (o Saulo por su nombre griego) les dio la solución. En sus cartas (los documentos más antiguos del Nuevo Testamento) señala que “no importa seguir una ley rigurosa”, para ello tomaría el mito de Jesús que llega del grupo de Palestina y lo usarían para justificar este cambio doctrinal “aboliendo en su carne… la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas” (Efesios 2:15). Crearían lo que en principio fue simplemente un “judaísmo más relajado”. Lanzando a los judíos más estrictos el mensaje de que “es preferible que se hagan judíos a medias a que no sean judíos”

Muchos autores afirman que el propio Pablo no era consciente de estar creando una nueva religión.

5. El choque entre este grupo de judíos “paulinos” y los judíos “cristianos de Palestina” (que conocían a Jesús de primera mano o que seguían un judaísmo más estricto), es recogido en la propia Biblia (el llamado incidente de Antioquía) que llevaría a Pablo y su grupo a separarse más del Judaísmo oficial.

6. Posteriormente, la rebelión judía contra Roma que llevo a la destrucción de las murallas de Jerusalén en el año 70 y al exilio a muchos judíos llevaría a la desaparición del grupo de seguidores de Jesús de Israel, de modo que el legado de Jesús, pasaría al grupo Paulino (y posteriormente a grupos de prosélitos en otras partes del imperio) que no sintiendo ningún vínculo con el judaísmo tradicional y desaparecido el judaísmo cristiano de Palestina, evolucionarían rápidamente hacia una nueva religión. Especialmente cuando en el año 117 Trajano recorta los privilegios concedidos a los judíos tras las revueltas en Chipre, Libia o Egipto y cuando Adriano en el 135 termina por abolir los privilegios judíos, de modo que los seguidores de Jesús, ni tenían interés en colocarse bajo el paraguas judío y obtener los beneficios de esta religión que antaño les otorgaba, ni tenían ya vínculos con el judaísmo oficial que no reconocía a su figura central “Jesús” como Mesías–Cristo.